REBELDE
Me iba ya, cansado y sudado, después de enterrar el cadáver. Algo hizo que me girara y vi su mano. Volví a cubrirla, esta vez más abajo y profunda. Me di la vuelta, estaba allí… ¡otra vez!... ¿jugando? ¡Esto es el colmo! ¡Ni muertos se están quietos!... ¡Vamos, serrucho!
La siesta
Él me mira. Yo escondo la intención maliciosa entre su cuerpo y mis manos.
Se acerca a mi oído y un susurro acaba curvando la línea de mi cuello.
Mi caricia malvada vuelve recta la curva de su ingenio.
- ¿Quieres jugar?- sonrío -Juguemos.