Yo creo que sí podemos arriesgarnos, veo la pérdida asumible.
Últimas lecturas: con qué libros andamos batallando
Yo creo que sí podemos arriesgarnos, veo la pérdida asumible.
mi trabajo es odiar cosas, odio todo lo que habeis dicho el doble o el triple que vosotros
por otra parte, en este foro no uso mayusculas ni acentos principalMENTE por dos motivos> no uso teclado espanol y no me sale de los cojones
mi tiempo es muy limitado
Yo creo que sí podemos arriesgarnos, veo la pérdida asumible.
no vas a conseguir que te odie mas de lo que ya te odio
como odio que la gente escriba mierdas como "practicar sexo"
me recuerda a los doblajes al español de como conoci a vuestra madre y ese tipo de series con calcos y expresiones anglosajonas
Jefe rojo, guardián de esencias y purezas, ¿qué puedo hacer para calmar tu furor más que asegurarte que no lo volveré a hacer más? No podemos arriesgarnos a perder un solo lector, por más que este más bien parezca que se haya extraviado aquí (joder, cuántos mases :)
gracias
He leído el archifamoso El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin y, en fin, no me ha matado; bien en el aspecto cifi, bastante mal en cuanto a estilo en general.
la proxima prueba a leerlo en version original
Yo creo que sí podemos arriesgarnos, veo la pérdida asumible.
Se ha convertido en deseable
Yo creo que sí podemos arriesgarnos, veo la pérdida asumible.
Se ha convertido en deseable
uy perdon, no quisiera incomodarte sacandote de ese mundo de fantasia en el que el microrelato es considerado literatura
Venga va, ahora en serio, ¿quién puñetas se ha dejado la puerta del patio abierta?
Venga va, ahora en serio, ¿quién puñetas se ha dejado la puerta del patio abierta?
O la del instituto. Esas ganas de atención y el tono nivel matoncillo de la ESO no me encajan mucho en otro sitio.
que pereza
Con permiso de Jefe rojo, o sin él, porque algo me dice que no nos lo va a dar :), continuamos.
Antología Z, volumen 5, que contiene una maravilla de cuento, Olor a muerte, de Luciano Saracino, alguien al que se le nota acostumbrado a leer cuentos en voz alta pues domina muy bien el pulso, las pausas de la lectura, y en más de un momento consigue que te pasen por la espalda los ratones del miedo (la imagen es suya); con ir de muertos vivientes, creo que hasta a Jane le gustaría.
Conversaciones sobre la pluralidad de los mundos, de Fontenelle, un francés del mil setecientos, de una longevidad casi fabulosa, lustre de los salones, autor de una bibliografía extensa y olvidada, a excepción de estas Conversaciones, que vienen a ser un delicioso tratadillo de astronomía, ciencia en cuyos rudimentos el autor inicia con su gracia, que es mucha, a una cortesana. En las páginas que dedica a la luna, esfera que muy bien podría estar habitada y a la que con el tiempo se podrá llegar, como al Nuevo Mundo, en barco, y descrita por los astrónomos en sus diferentes partes con tal precisión que “un sabio que se encontrase allí actualmente no se extraviaría más que yo en París”, el narrador le cuenta a su amiga “una de las más agradables locuras de Ariosto”, el viaje de Astolfo a la luna (Orlando furioso, canto xxxiv, merece la pena echarle un ojo). En suma Astolfo descubre que en la luna se encuentra, amén de montes, valles y ciudades, todo lo que en la tierra se ha perdido: “Lloro, suspiros férvidos de amantes...”; y el juicio, que en mayor o menor grado todos en algún momento hemos perdido, nuestra razón extraviada allí se encuentra también guardada en botellas como un licor sutil.
¿Nunca os preguntasteis a dónde habían ido a parar los botones que faltaban en vuestras camisas, los besos que tirasteis al aire y su destinatario ignoró? Pues ya lo sabéis. Así cabe imaginar en la luna bandadas de saludos desdeñados que se recortan sobre un fondo de cirros de pelo. O corrientes de horas muertas sobre las que se tienden puentes de paciencia y nervios rotos. Las lágrimas que vertimos en los cuartos del desconsuelo forman allí un mar rodeado de una playa de escamas de piel y de quimeras donde anda sobre las manos el muchacho que fuimos, funda castillos el niño.
Vale, se me fue la pinza; en la luna tiene que haber también un frasco que lleva mi nombre. Pero a ver, todo se reduce a esto, ¿no?:
Los pocos que la han pisado
no pueden describirla con metáforas.
Yo la miro
con el mismo estupor que el primer hombre.
("Escaparate de venenos", Felipe Benítez Reyes)
"El manjar inmundo", de Javier Quevedo.
"La perla y otros cuentos", de Yukio Mishima.
Ando en una época muy prolífica en lecturas... Intentaré hacer un resumen de lo que ha caído recientemente entre mis manos y, también, a lo que todavía debo hincarle con más fuerza el diente.
1. El fin del 'homo sovieticus', de Aleksiévich (la Premio Nobel bielorrusa), un fantástico relato sobre las bondades y lo terrible del régimen soviético y toda una época o un universo donde convivieron millones de personas. La periodista recava una ingente cantidad de testimonios que le sirven para plasmar esa verdad, o ese conjunto de verdades, que convivieron durante gran parte del siglo XX, para suerte o desgracia del mundo y de los que lo vivieron... Es en cuanto a libro de testimonios lo que El mundo de ayer de Zweig a la literatura. Llevo un año con él. Me acompañó toda mi estancia en Portugal este año. Tratándose de un libro tan denso y tan profundo, he preferido irlo sorbiendo poco a poco. Debo retomarlo y darle el escopetazo final a la lectura.
2. Letra y nube, de Juan Antonio Bernier, un libro de "micropoemas" o poesía de caracter conceptista-oriental, tipo haiku, con imágenes muy logradas y otras páginas en donde lo que queda es demasiado espacio en blanco.
3. Instante, Aquí y Prosas reunidas de Wysława Szymborska, la gran poetisa de nuestra época, la que basó su discurso de recibimiento del Nobel en la filosofía del "no sé". Bella e interesante en todas sus líneas, aun perdiendo la esencia segura de la traducción de polaco, se mantiene algo que no debe perderse.
4. Mi dieta cojea, de Aitor Sánchez: uno de esas pequeñas joyas, no literarias, pero sí en lo tocante a otro mundo donde últimamente me metí bastante, esto es: la vida sana y la nutrición. Imprescindible para el que quiera aprender a comer o cómo comer, que quizá son lo mismo.
5. Tombuctú, de Paul Auster. Tenía pendiente al autor norteamericano y lo cierto es que esta historia tan tierna y triste a partes iguales ganó un poquito de mi corazón. Su prosa es, como esperaba, interesante y bien elaborada.
6. Inteligencia digestiva. Una visión holística de tu segundo cerebro, de Irina Matveikova. Como decía, otro de esos libros a los que pretendo seguir metiéndole mano por todo lo que puede aportar al mundo de la salud y la nutrición.
7. Ken Wilber, Antología. Textos seleccionados de diferentes obras de uno de los "padres de la sociología de la religión". Realmente fantásticos, aunque a veces peque, como todo académico, de cierto oscurantismo o tecnicismo irremediable.
8. Amar es aquí, de Patricia García Rojo, compañera de algunos de los que por aquí escribimos. Un poemario con ciertos versos envidiables.
9. 13 segundos para escapar, poemario ganador del Gloria Fuertes de Poesía Joven de este año, de manos de una buena amiga: Estefanía Cabello. Tiene ciertas genialidades.
"Canto del oeste coreano", de Yi Chongjun
"Canto del oeste coreano", de Yi Chongjun
"Canto del oeste coreano", de Yi Chongjun
"Canto del oeste coreano", de Yi Chongjun
Te ha debido de molar mucho si te lo has leído cuatro veces
Yo estoy leyendo ahora Quien pierde paga, de un tal Stephen King que acaba de empezar en esto del mundillo literario del terror. Ya veremos cómo le va la cosa, aunque no le auguro un futuro prometedor al chico.
¿No se parece a un tal Joe Hill?
Mira que si son familia...
Yo estoy con una antología que casi nadie conoce "Entre Penumbras" de Dombuk, resultado de su II concurso de cuentos. Participa Dos y un servidor. Hay de todo, son 50 relatos, pero alguno está muy bien. La edición no está muy cuidada y la difusión fue escasa. Bueno, ya sabéis o_oU
¡Vaya!, doble posteo
Yo estoy aprovechando mis escasos ratos libres para releer uno de mis libros favoritos, La guerra de los botones, de Louis Pergaud.
Lo descubrí cuando era pequeño (junto con los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, otra joya poco conocida en España), y la fascinación por esa novela no me abandonará nunca. Sobre todo porque uno aprecia muchos más niveles cuando es adulto. El libro es a menudo divertido y en ocasiones hasta entrañable, pero en el fondo es crudo, crudísimo. Una radiografía del cainismo y el sectarismo europeo que tantas veces nos ha llevado a la guerra, y también un retrato de la naturaleza humana en pleno choque con la estructura social a través de la cual hemos decidido domarla. (Esto último conseguido con una historia cotidiana, sin necesidad de recursos argumentales como los de el—fantástico por otra parte—clásico El señor de las moscas).
Torpeyvago, no sé si la conoces pero tiene pinta de que te iba a encantar. Al leer tus microrrelatos muy a menudo me acuerdo de Pergaud (también en esa irreverencia y escatología que él tanto le admiraba a Rabelais).
Yo estoy aprovechando mis escasos ratos libres para releer uno de mis libros favoritos, La guerra de los botones, de Louis Pergaud.
.¡Malditos verlanos! :-)
Adoro ese libro, es una maravilla.
Yo estoy aprovechando mis escasos ratos libres para releer uno de mis libros favoritos, La guerra de los botones, de Louis Pergaud.
Lo descubrí cuando era pequeño (junto con los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, otra joya poco conocida en España), y la fascinación por esa novela no me abandonará nunca. Sobre todo porque uno aprecia muchos más niveles cuando es adulto. El libro es a menudo divertido y en ocasiones hasta entrañable, pero en el fondo es crudo, crudísimo. Una radiografía del cainismo y el sectarismo europeo que tantas veces nos ha llevado a la guerra, y también un retrato de la naturaleza humana en pleno choque con la estructura social a través de la cual hemos decidido domarla. (Esto último conseguido con una historia cotidiana, sin necesidad de recursos argumentales como los de el—fantástico por otra parte—clásico El señor de las moscas).
Torpeyvago, no sé si la conoces pero tiene pinta de que te iba a encantar. Al leer tus microrrelatos muy a menudo me acuerdo de Pergaud (también en esa irreverencia y escatología que él tanto le admiraba a Rabelais).
Ostras: La guerra de los botones. A mí también me encantó ese libro de crio.
Yo estoy aprovechando mis escasos ratos libres para releer uno de mis libros favoritos, La guerra de los botones, de Louis Pergaud.
Lo descubrí cuando era pequeño (junto con los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, otra joya poco conocida en España), y la fascinación por esa novela no me abandonará nunca. Sobre todo porque uno aprecia muchos más niveles cuando es adulto. El libro es a menudo divertido y en ocasiones hasta entrañable, pero en el fondo es crudo, crudísimo. Una radiografía del cainismo y el sectarismo europeo que tantas veces nos ha llevado a la guerra, y también un retrato de la naturaleza humana en pleno choque con la estructura social a través de la cual hemos decidido domarla. (Esto último conseguido con una historia cotidiana, sin necesidad de recursos argumentales como los de el—fantástico por otra parte—clásico El señor de las moscas).
Torpeyvago, no sé si la conoces pero tiene pinta de que te iba a encantar. Al leer tus microrrelatos muy a menudo me acuerdo de Pergaud (también en esa irreverencia y escatología que él tanto le admiraba a Rabelais).
¡Vaya que sí! Ése, el de Cuentos de la selva —también, coincidencia— y El rojo emblema del valor los leí casi juntos. Estaba yo en aquel entonces obsesionado con Historias bélicas y los tres libros hicieron que cambiase por completo mi visión de aquellos cómics. Es la putada de madurar y de leer libros «duros» de apariencia entrañable. Sí, de entrañas al aire.
¡Qué años! También recuerdo las primeras lecturas de Conan Doyle, Asimov, Rubén Dairo, Espronceda... A veces quisiera rejuvenecer sólo para volver a sentir la frescura de esas primeras «veces», de esos desvirgamientos literarios.
PS.—Hazañas bélicas quise decir.
¡Caramba, Bio Jesus, no me digas que tú también sales ahí!
Pues compartimos antología y yo sin haberme dado cuenta. Mi relato es el penúltimo: "Ni truco, ni trato", con mi nombre, José Martínez Moreno.
Ya me lo leí cuando me lo enviaron y como bien dices, hay de todo en cincuenta relatos. Buscaré el tuyo y me lo releeré.
¡Caramba, Bio Jesus, no me digas que tú también sales ahí!
Pues compartimos antología y yo sin haberme dado cuenta. Mi relato es el penúltimo: "Ni truco, ni trato", con mi nombre, José Martínez Moreno.
Qué curioso que hayáis coincidido sin saberlo :)
Yo soy una loqui y tengo varios empezados, voy alternando entre
- "La voz de las espadas" (el primero de la trilogía de Abercrombie)
- "Para el Maestro: historias en honor de Terry Pratchett" (antología de relatos en su honor que salió el año pasado)
- "Lo mejor de "Fantasy & Science Fiction" 1" (relatos CiFi de la clásica colección azul de Hyspamerica)
Aquí otra de tener varios libros a la vez. Me encantó La voz de las espadas. Ya contarás
como odio que la gente escriba mierdas como "practicar sexo"
me recuerda a los doblajes al español de como conoci a vuestra madre y ese tipo de series con calcos y expresiones anglosajonas
Jefe rojo, guardián de esencias y purezas, ¿qué puedo hacer para calmar tu furor más que asegurarte que no lo volveré a hacer más? No podemos arriesgarnos a perder un solo lector, por más que este más bien parezca que se haya extraviado aquí (joder, cuántos mases :)