El error es que nos quieran vender el tráfico de archivos en la red como una medida directamente perjudicial para el AUTOR, cuando en realidad es LA MAYOR VENTAJA posible. Este tráfico solo perjudica a las empresas que se lucran del trabajo de los creadores. Ergo esta circunstancia debería redundar en la desaparición de dichas empresas. Una vez ocurrido esto ¿venderían menos los autores? No, venderían lo mismo que venden hoy, porque quien compra un disco hoy, en 2010, seguirá comprándolo en 2035 ya que si lo compra ahora es porque le satisface tener ese formato, no porque lo considere ético. Hoy en día solo compran CD's y DVD's un público que puede considerarse casi coleccionista. La diferencia sería que el autor tendría un control total y real sobre la promoción que se hace de su trabajo: una discográfica tiene prioridades y no moviliza los mismos recursos para un artista que para otro, sin embargo cobra el mismo porcentaje a ambos artistas, por lo que la inversión proporcional resulta más cara para el artista pequeño que para el grande. Cambiando el modelo el autor decide cuanto quiere invertir en promocionar su trabajo. Además sería perceptor del 100% de las ventas. Otra ventaja para el autor: hoy en día, al considerarse las descargas como algo negativo para la industria, parece un tanto antiético el valorarlas como un reflejo de demanda cuando, en realidad si que lo es. De hecho, varias promotoras de conciertos importantes a nivel Europeo están comenzando a valorar las estadísticas de descargas a la hora de arriesgarse o no a llevar a un determinado grupo a una determinada ciudad o país. Con un cambio en el sistema industrial la descarga sería el medio establecido de difusión y su estadística sería la referencia para estas empresas, lo que permitiría a un autor reclamar un caché mayor en función a sus descargas del que puede reclamar ahora en función a sus ventas, por lo que ganaría más dinero en su principal fuente de ingresos: los conciertos. Además aumentaría la importancia de las promotoras, que crecerían en poco tiempo, generando puestos de trabajo para las personas que lo perdieran en las discográficas: es simplemente una evolución del modelo: se pasa de tener una empresa que arriesga en la creación y distribución de un artículo a otra que arriesga, de forma bastante más segura, en la difusión de una banda en directo. Algunos lo sabreis ya, pero explico el funcionamiento de una promotora: La empresa paga al grupo el caché acordado. Un grupo de nivel medio internacional cobra unos 6000 euros por concierto más los gastos de desplazamiento y manutención. La promotora paga ese caché y el coste de alquiler de la sala: a cambio percibe la totalidad de la recaudación de las entradas y un porcentaje de la recaudación del merchandising. A veces se acuerda con el grupo un caché variable en función del número de entradas vendidas. De esta forma ni el grupo ni la promotora arriesgan más allá de sus posibiliades, ya que tienen unos gastos preestablecidos únicos y unos ingresos previsibles X: si el grupo no consigue atraer a suficiente gente cobrará menos y la promotorá perderá menos, mientra sque si llena la sala el grupo cobrará su caché y la promotora tendrá unas ganancias más que notables.
No es que se le vaya a negar al autor el derecho a que se retribuya su trabajo, sino que se le niega a una empresa lucrarse por el trabajo de otros y se entrega al autor el control total sobre su obra, abriendole además la posibilidad de aumentar sus ingresos en directo.
Me temo que ese Patapalo no soy yo: me han debido piratear el nombre
Por cierto, me estoy leyendo "La gratuidad es el robo", un ensayo de Denis Olivennes que, aunque centrado en el mercado francés, es muy interesante sobre este tema. (Aunque me dio algo de risa ver que lo patrocina o publica Fnac).
Una de las cuestiones que saca es la siguiente: un mal llamado pirata (os recuerdo que la copia privada es legal en España, y esperemos que siga siéndolo) paga su ordenador y su conexión a Internet, ¿no? Y ahí está el quid.
Lo está porque, por un lado, al usuario no le importa pagar por acceder a la cultura, sino que le importa tener que pagar cuando puede evitarlo.
Y lo está, sobre todo (dado que tenemos derecho a la copia privada, por lo que no tiene nada de censurable descargar gratis cuando puedes -hay editoriales que lo permiten, y es equivalente a sacarte un libro de la biblioteca), porque lo que parece que a nadie le interesa poner de relieve es el fondo de la cuestión: esto no va de lectores contra artistas, sino de empresas de un sector contra otro.
A las empresas que venden "Internet" (accesos, ordenadores, etc.) les viene de lujo que en Internet haya contenidos gratuitos. A las que venden (o vendían) esos contenidos, no.
Ahora bien, a mí lo que me preocupa en esta merienda de tiburones no es si la discográfica equis va a perder dinero y la empresa telefónica y griega lo va a ganar, sino qué pasa con los creadores.
Los creadores son trabajadores. Su derecho a la propiedad intelectual está reconocido desde el siglo XIX. Tienen derecho, moral y legal, a que su trabajo se respete.
Esto es independiente de cuánto cuesta un CD, un libro o un litro de gasolina. O de cuántas veces escuches su canción o te leas su novela. Es su trabajo y de ellos es la potestad de comercializarlo como les dé la real gana.
Si alguien expropia ese derecho, lo ha de compensar.
Y lo que más gracia me hace es lo del mercado obsoleto. Claro que evitar pagar a los trabajadores es un modelo de negocio mucho más rentable, pero no es ninguna innovación.
Si convenimos que la creación artística es un trabajo reconocido, hay que respetarlo. Del mismo modo que la propiedad privada se respeta aunque existan ganzúas para abrir -gratuitamente- el piso del vecino.
Ahora bien, si el canon no nos parece una solución, ¿qué alternativa damos? (Y sobre lo de que es una multa por adelantado, por favor, reflexionémoslo un poco: a mí nadie me exime de pagar mi cuota de impuesto para construcción de carreteras por mucho que no tenga coche: se trata de qué se considera bien general o no, creo yo).
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.