– ¿Lo hemos conseguido? ¿De verdad?
– Míralo por ti mismo. Ahí tienes el informe, basta con leer algunas entradas clave del registro que llevó, extraídas directamente de la propia matriz.
...
Día 6
Estoy agotado, llevo 6 días programando sin parar. Mañana descansaré; pero es que no podía parar, necesitaba terminar el último detalle, la guinda del pastel, mi creación preferida diseñada a mi imagen y semejanza, modelada entre mis manos igual que barro. Me encantan estos nuevos conceptos: polvo, agua… barro. ¡Materia! Cómo voy a disfrutar de este nuevo mundo.
Día 66
¿Pero esta pareja de dos está tonta o qué! Les doy un paraíso para ellos solos, para que estén todo el día gozando sin parar viviendo la vida loca sin preocupaciones de ningún tipo y a la primera de cambio se las arreglan para complicarse la existencia. ¿Acaso no les pedí que no cogieran nada de ese diagrama de árbol?
La programación era perfecta, todo hubiera ido rodado; pero no… tenían que acceder al código fuente. ¿Para qué? Si no lo entienden. Si no van a entenderlo nunca. Ahora no voy a tener más remedio que dejarlos por su cuenta a ver qué tal se las apañan solos, porque está visto que no van a conformarse con disfrutar haciendo aquello para los que los creé.
Pues nada, fuera del nuevo sistema Paraíso, a ver qué tal funcionan dentro del equipo viejo.
Día 666
Menudo estropicio. Destruir a su propio hermano… Van a peor, no hay duda. Y sin embargo les quiero. Cómo podría ser de otra forma si son sangre de mi sangre, carne de mi carne.
Ya sabía yo que no debían tener acceso a las tripas del sistema, han empezado a estropearlo todo, incluso se machacan entre sí. ¡Se borran sin remordimiento alguno, así sin más! Al final voy a tener que hacer algo gordo porque está visto que cambiarlos al soporte antiguo no ha servido de nada. Bueno, sí: al menos no podrán estropearme el nuevo equipo.
Día 6.666
Como me temía han ido a peor así que voy a hacer un formateo parcial. He creado un programilla modificado que va a fabricar una doble copia de seguridad de unos cuantos archivos escogidos y el resto me lo cargo, voy a inundarlo todo, a hacer limpieza: borrón y cuenta nueva. Tengo mucha fe en esta solución y estoy muy emocionado con el nuevo parche, porque tiene un código algo distinto; aunque está basado en la misma doble hélice de instrucciones pre-configuradas, incorpora muchas mejoras y espero que sirvan para que las réplicas no sigan comportándose como auténticos virus, como hacían las anteriores. Sí, lo sé, la culpa es mía; pero no puedo resistirme a insertar pequeños errores de tabulado que permitan a estas criaturas tener cierto margen de decisión. Después de todo, están en el soporte viejo, no importa tanto si rompen una o dos cosillas, ¿no? Incluso tres.
Día 66.666
Mi propio código. Se han cargado mi propio código. ¡Inaudito! Les mando una actualización completa para mejorar el sistema… ¡Y se la cargan! Y no una cualquiera, no: una perfecta, basada en mi propia esencia original. ¡Como si hubiera sido yo mismo en pequeñito, vamos! No les bastaba aniquilarse entre ellos, ni corromper el propio sistema operativo que les sostiene no; les mando una actualización de primera para que mi viejo entorno les soporte mejor y la borran de mala manera. Jesús, qué desperdicio… En fin, habrá que perdonarles, porque no saben lo que hacen.
Día 666.666
Un cáncer o un virus. Un virus o un cáncer. No sé… Unas ocasiones pienso que son lo uno; otras, que son lo otro. ¿En esto se ha convertido aquel primer código animado carne de mi carne? ¿El juguete que tantas y tantas alegrías iba a traerme se ha transformado en esto?
Llevo sin descansar desde aquel día glorioso, el séptimo día… ¿Dónde se ha quedado? Mejor olvidarlo. De nuevo –y cada vez pienso más a menudo “ésta será la última”– voy a hacer limpieza. Cada vez estoy más cansado, lo he probado todo; pero siguen reproduciéndose y generando errores sin parar. Al final van a colapsar el sistema, que se vuelve cada vez más inestable: tiembla, se agrieta… a veces de inunda de datos o se secan y se corrompen secciones enteras de instrucciones y desaparecen sin más.
Incluso diría… pero no es posible. Y, aun así, a veces me da por pensar que empiezan a entender algo, a hacer modificaciones entre líneas por su cuenta. Sí, lo sé; los proyecté un poco pensando en eso, en que fueran osados y trastearan “a su libre albedrío”, con esa ambición los hice parecidos a mí; pero yo no rompo nunca mis juguetes. Nunca he hecho cosa semejante.
Por eso no me queda más remedio que intervenir… otra vez. Porque no romperé mis juguetes, no; pero tampoco me gusta que destrocen los míos, aunque sean viejos. Así que, a hacer limpieza de nuevo, a ver si erradico un buen montón de líneas corruptas. En esta ocasión voy a introducir una pequeña anomalía en el sistema, una diminuta. Simplemente una línea de instrucciones maligna. Una muy uniforme, con bigotito y muy mala leche, con la capacidad de hacer que millones y millones de sus congéneres la sigan hacia la autodestrucción.
A ver qué pasa.
Día 6.666.666
Día 666.666, día 666.666… cuántas veces habré maldecido aquel día. Con lo satisfecho que estuve cuando vi los resultados. Menuda limpieza… Claro, no pensé en los efectos secundarios. “Daños colaterales” los llamarían “Ellos”. Así he empezado a llamarles: Ellos.
En mayúsculas y con aprensión, porque he empezado a creer que Ellos están por todas partes. Sé que es imposible, no están diseñados para salir de su propio sistema y Yo estoy fuera, pero aun así… dan un miedo que te cagas. Ya no me divierten en absoluto. Y la culpa ha sido mía, siempre es culpa mía, claro. Aunque parte de razón tienen, al menos de vez en cuando.
Y mérito, también he de reconocerlo. Tanto lucharon para quitarse de encima a mi pequeño y uniformado comando maligno que salieron más fuertes. Y más listos. Han empezado a cuestionarse cosas. Bueno, siempre lo hicieron, quizá con la manzana fue la primera vez y no supe verlo. Pero ahora es más grave. Están aprendiendo a programar por su cuenta, es un hecho, y cada vez lo hacen más rápido. Y mejor. De forma audaz, con temeridad incluso, porque empiezan a vislumbrar los límites de mi viejo sistema, sus costuras, sus parches… Y hablan sobre mí de mala forma. ¡Sobre mi muerte! Se preguntan qué habrá más allá. O después. Más allá de Mí, preguntarse qué habrá después de Mí; qué lejos pretenden mirar, qué osadía…
Hasta aquí hemos llegado. Ha llegado la hora de terminar con Ellos. Y con su ayuda lo voy a hacer, además. Voy a mandarles un virus de los buenos, de esos que tanto les gusta compartir. Y Ellos harán el resto. ¡Hala, a reunirse y a contagiarse!
Día 66.666.666.666
¡Peor el remedio que la enfermedad! ¡Dos veces en la misma piedra! ¡Dos mil veces! Dos millones de veces he tropezado con el mismo pedrusco y no me he dado cuenta. Les mando un virus bien guapo disimulado dentro de otro bicho, para que se lo zampen y Ellos… ¡Hala…! Dos, tres, cuatro… hasta una docena de antivirus distintos han creado para contrarrestarlo. ¡Y los han mezclado y remezclado; y se los han inyectado sin más! ¡Sin pensar en las consecuencias de sus actos, como siempre! Y, como siempre, afortunados, supervivientes y mejorados han salido del envite.
Ya no son como los creé.
Y los tengo por todas partes. Antes eran imaginaciones mías… Ahora no, por desgracia. O por mi mala cabeza. Están cerca de mi matriz, lo noto. ¡Maldita sea! Pero no tuve más remedio, ¿no? No quería que terminaran con mi juguete, aunque fuera el viejo. Ahora me tienen acorralado. “Si quieres hacer que algo bien, hazlo Tú mismo”, me dije. Menuda chorrada. Entré a la vieja caja para acabar con ellos Yo mismo, de una vez por todas. Y ahora no me dejan salir, me tiene rodeado, me van a coger aquí dentro.
Aquí están, ya vie
...
– Y bien, ¿qué te parece?
– ¿No hay más?
– No, esa es la última línea registrada. ¿Cómo podría haber seguido escribiendo? Le hemos borrado.
– Entonces es cierto, lo hemos conseguido: hemos matado a Dios, como profetizó Nietzsche. ¿Qué haremos de aquí en adelante?
– Lo mismo que hasta ahora, pero sin necesidad de rendir cuentas a nadie nunca más: crecer y reproducirnos hasta ocupar todo el espacio disponible, eso haremos. Nosotros y nuestros descendientes. Así hasta que terminemos con este universo entero construido a base de ceros y unos. Después ya pensaremos cómo dar el siguiente paso y salir de este cubículo virtual, porque está claro que hay algo más ahí fuera, como sospechábamos. Sea lo que fuere nuestros hijos camparán a sus anchas también allí algún día, igual que haremos nosotros aquí dentro a partir de ahora. ¿Quién podría pararnos?
Relato admitido a concurso.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.