Bueno, y además incluye uno de esos «¡Rayos!» tan característicos de la obra patapaliana .
Es un poco anacrónico, lo sé, pero era irresistible. Muchas gracias por el comentario, compañero.
Un relato distópico de la mano de Patapalo
Baliot y Drácula dicen que le calaron desde el primer momento, pero yo, lo reconozco, pensé que hablaba en broma. No sé, Ignacio es un poco raro, pero algo así es como mucho, ¿no? Como si se le hubiera ido la mano definitivamente.
Nosotros no es que seamos unos puritanos. Esa misma noche, para que te hagas una idea, Baliot se había puesto hasta las cejas de todo lo que había pillado, y directamente en sangre. Nada de sucedáneos, como Drácula y yo, que nos habíamos bebido medio bar, sino de sustancias reales. Pero bueno, todo dentro de lo normal. No es como Ignacio, que hizo todo lo que puede hacer un adolescente en menos de treinta años.
No sé. Vale que seamos raros —Drácula, por ejemplo, se empeña en tener una apariencia distinta cada día. Ese sábado, de hecho, iba de rata, algo particularmente repulsivo, pero no peor que cuando le dio por cambiar de nombre cada hora—, pero bueno, tenemos unos límites, algo así como un sentido del buen gusto. Ignacio no. Por ejemplo, está esa historia del nombre. ¿Quién demonios se pondría un nombre tan retro? Además, se empeña en que le llamemos Nacho, no Ignacio. Yo no lo pillo: es como lo de Drácula cuando cambia de nombre, pero el doble y sin cambiar. No sé si me explico. Él dice que es un nombre de pila, pero yo creo que se lía, porque, bueno, un nombre es un nombre, ya sabes.
Por eso digo que es raro. Es como si estuviera obsesionado con el pasado. Quiero decir, ¡puede hablar varias veces de las mismas cosas, como si tuvieran importancia! No me digas que eso no es raro. Es como, bueno, como si quisiera hacer algo; algo real, quiero decir, ¿sabes? Como la gente antes, cuando hacían cosas con el cuerpo.
Supongo que fue así como se le ocurrió la idea, aunque yo siempre había pensado que esas cosas las decía por tener un estilo propio, ¿sabes?, como una seña de identidad. Es decir, Drácula se cambiaba de nombre cada hora, y ahora se cambia de forma cada día. Va madurando pero, eso, es como si dijera: eh, que soy un tipo cambiante, así como muy caótico, ¿no? Es una tontería, porque en el fondo lo tenemos calado, pero, ya sabes, es como una seña de identidad. Drácula es un poco así.
Baliot y yo somos más tranquilas, como más suaves, ¿sabes? Movidas más ligeras, como el humo y eso, y las caricias, pero más sencillas. Como suaves. Ignacio es que usa más la cabeza, pero la de verdad, quiero decir. Por eso no nos extraño tanto cuando lo dijo. Bueno, Drácula dice que lo caló enseguida, pero yo creía que bromeaba. Sexo real, decía. Rayos, en serio, físicamente.
No sé de dónde se lo sacó. En realidad no sé si se puede, ya sabes, si es posible realmente. Pero él decía que lo teníamos que probar, con los cuerpos. Que no se lo hubiera dicho a cualquiera, decía; que podíamos procrear y que así luego habría más gente en el mundo. ¿Te imaginas? No sé, a mí me pareció tan repugnante que no me he vuelto a desconectar. Qué historia. Yo creo que esta vez sí que se le ha ido la mano. Físicamente, ¿te imaginas?
Bueno, y además incluye uno de esos «¡Rayos!» tan característicos de la obra patapaliana .
Es un poco anacrónico, lo sé, pero era irresistible. Muchas gracias por el comentario, compañero.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.
Estás muy loco Patas. Joé con el Nacho.
Es probable emitió su esperma de una forma muy descuidada.
Estás muy loco Patas. Joé con el Nacho.
Es un texto de la época que nos juntábamos por el taller de literatura de OJ. Algo posterior, creo. En aquella época publicábamos un relato al día de distintos géneros (lunes fantasía, martes ci-fi, miércoles terror, algo así) y a veces tocaba desbarrar un poco
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.
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Muy colorista, me ha gustado mucho; la animación suspendida nunca pasa de moda. Por encima del hecho de que vivan en una realidad fabricada, me ha llamado la atención el detalle que dejas caer en el último párrafo, que la protagonista se pueda «desconectar» de esa realidad cuando quiera pero decida no hacerlo, al estilo de algún relato de Bradbury o Asimov, ahora no recuerdo cuál.
Bueno, y además incluye uno de esos «¡Rayos!» tan característicos de la obra patapaliana .
El rebaño del lobo