Primer contacto
—¿Eso en la sien es un ojo?
—No. No es la sien.
—¡Dioses!
—¡Y tiene dos!
—¿Dos sienes?
—No. Dos ojos.
—¿Eso del otro lado también es un ojo?
—Eso creo. ¿Qué es lo que hay en medio?
—Déjalo ya, es inútil… Antes que despierte.
Y se desvanecieron.
Ojos cerrados
Los golpes y las patadas arreciaron, me incorporé. El recreo había terminado, todos volvían a clase. En el servicio, intenté ponerme presentable.
– Otra vez tarde – dijo el de mates cuando entré en clase, y miró la pizarra para evitar reparar en la navaja que sobresalía de mi sien.
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