Escritores, trabajadores solo para las obligaciones

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¿La escritura es una profesión? Cuando toca que te quiten la pensión, parece que sí.

Soy un firme defensor de los derechos de los trabajadores. Creo que su respeto es indispensable para que tengamos una sociedad saludable. Y entre los trabajadores, algo controvertido, siempre he incluido a los escritores. Sé que no hay consenso al respecto, que hay gente que considera que la literatura ha de ser un hobby o un arte ajeno a las consideraciones materiales. Aunque no comparto esta postura por muchos motivos (que puedo desarrollar en otra entrada), puedo llegar a entenderla.

Lo que no entiendo, lo que me parece de una hipocresía sublime, es lo que he descubierto esta semana pasada: el cobro de una pensión puede resultar incompatible con el cobro de los derechos de autor.

Resulta sangrante que la administración, a partir de la reforma del 2013 sobre las pensiones, empiece a considerar a los autores trabajadores, pero solo si están ya jubilados y les va lo suficientemente bien. Una profesión que muchos cuestionan que sea tal, que no tiene convenios colectivos, ni salario mínimo, ni prácticamente protección de ningún tipo, se pone en el punto de mira y se la hostiga una vez llegados a la jubilación. Cuando ya se supone que uno puede relajarse y tener tiempo para sí mismo (quizás para escribir, qué osadía) entonces se lo sitúa de nuevo en la cuerda floja: ojo, que si te pasas y llegas al Salario Mínimo Interprofesional (ese con el que tantísimos escritores ni sueñan) te reclamaremos la pensión que te hayas ganado cotizando en otras actividades. Porque, reconozcámoslo, la mayor parte del dinero ganado por el 99% de los escritores no viene de la literatura, precisamente. Ni siquiera en los de mayor éxito.

Esta situación resulta insultante, un agravio comparativo, cuando constatas que no hay incompatibilidad alguna con la propiedad inmobiliaria, por ejemplo. A nadie le quitan su pensión por alquilar un piso, lo haya adquirido antes o después de jubilarse. La propiedad intelectual, de nuevo, es una propiedad de segunda. El gobierno se lava las manos cuando toca protegerla (no se puede hacer nada contra la piratería, son los tiempos que corren) o arremete en la dirección equivocada (en lugar de meter mano a los que sacan dinero con la piratería, criminaliza a los lectores), pero está ojo avizor por si da réditos, que suelen ser ridículos. No los verás intervenir de oficio cuando una editorial no paga los derechos de autor que debe, ni tampoco cuando los autores se quedan abandonados al quebrar un sello. ¿No se supone que los trabajadores son los primeros indemnizados en un concurso de acreedores? Por supuesto, resulta fácil apretarle las tuercas al pez pequeño.

Los escritores no tenemos sindicatos ni hacemos huelgas. Tragamos con unas condiciones de trabajo sonrojantes y nos damos por contentos cuando cobras algo o incluso con verte en papel. Sin más. No pedimos gran cosa. Soñar, a veces, que puedes llegar casi a ganarte la vida con esto. Unos pocos elegidos lo consiguen, dicen por ahí. Ahora el sueño se puede convertir en una pesadilla. A mí, por lo menos, es algo que me indigna.

Con la que está cayendo en plena crisis, no hemos pedido como colectivo que nos echen una mano; creo que prácticamente todos entendemos que primero hay que arreglar otras cosas. La gran mayoría hemos aceptado, de hecho, que de desarrollar nuestra actividad literaria lo haremos sin beneficio alguno. Pero hay límites. Tiene que haberlos. Sí que hemos de pedir un trato digno. Sí que hemos de pedir que, ya que no nos facilitan las cosas, al menos no persigan a los que consiguieron rozar el sueño de ser profesionales, de poder dedicarse a crear cultura. No podemos permitirnos que la literatura sea patrimonio exclusivo de potentados a los que les da igual cobrar la pensión que no hacerlo. No podemos tolerar que un escritor, al final de su carrera, tenga que plantearse ejercer su oficio, su pasión, a escondidas... o renunciar a ella.

Yo, por lo menos, no puedo. Si tú tampoco puedes, igual te interesa esta petición: https://www.change.org/p/al-ministro-a-de-empleo-y-seguridad-social-los-derechos-de-autor-deben-ser-compatibles-con-el-derecho-a-la-pensi%C3%B3n-de-jubilaci%C3%B3n

La cultura hay que protegerla, no arrinconarla.

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LCS
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Yo, desde que me enteré, estoy también muy indignado con el tema. Por supuesto, he firmado.

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Reconozco que me cabreó especialmente ver a Eduardo Mendoza entre los afectados. En Inglaterra te nombran "sir" cuando haces aportaciones como la suya a la cultura. Aquí en España te persigue Hacienda y, bueno, ya sabemos para quienes reservan los títulos nobiliarios.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Indignada también. Y he firmado, por supuesto.

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Se me ocurre, Pata, que igual podías compartir el artículo en fb para darle más difusión. A mí me ha parecido muy interesante y creo que expresa perfectamente la indignación que sentimos todos.

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Lo compartí en mi cuenta personal hace un par de semanas y luego a través de Saco de huesos puse esta entrada del blog. Sé que con algunos ha funcionado porque luego te avisan. Quiero comentarlo también en Nocte, a ver si los socios están al corriente.

Me temo que muchos escritores tenemos un desconocimiento profundo del estatus real del escritor.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Lo comparto pues desde tu cuenta blush

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