Volvemos al ataque en esta serie de reflexiones sobre el arte de escribir. Y digo al ataque porque, sin ánimo de levantar ampollas, sí quiero centrarme en un tema incómodo, que debería agitar las conciencias de más de uno –de entre los que no me excluyo-, una de esas cualidades indispensables para practicar con desenvoltura y, sobre todo, dignidad, el hermoso oficio de escritor: la autocrítica.