Desde siempre, los padres siempre se han esforzado en demostrar a sus hijos que los monstruos que pueblan su imaginación no son reales, que no tienen nada que temer de las casas abandonadas o de la oscuridad, y que papá y mamá nunca les abandonarán. Amy va a descubrir por la fuerza que todas esas promesas no son más que mentiras y que el verdadero terror tiene un rostro muy definido.