La espada salvaje de Conan: El secreto de la gran piedra
Reseña del cuadragésimo séptimo tomo de la reedición de Planeta DeAgostini
En este volumen seguimos adentrándonos en terrenos mitológicos oscuros de la mano de Larry Yakata y Don Kraar, disfrutando de sus personales estilos y de cómo se van afianzando dentro de las particularidades de la ambientación de la Era Hiboria.
Comenzamos con la historia que da nombre al volumen: El secreto de la gran piedra, el cual no resulta particularmente sugerente ni adecuado a la historia que presenta. En ella, Larry Yakata nos adentra en una (cómo no) laberíntica historia donde el bárbaro, tras despeñarse por una quebrada cubierta de nieve, termina recorriendo una caverna que lleva a un mundo cálido, desértico, donde se verá envuelto en una conspiración sobrenatural que pretende hacer de él un peón.
Este planteamiento que puede (con motivo) resultar descabellado responde al simbolismo de la mitología clásica, en la que le gusta apoyarse al guionista: el contraste entre mundos que representa el cambio de una dimensión a otra tiene lecturas sobre el camino del héroe que va a emprender Conan, donde el mayor desafío no serán los monstruos ni sus voluntariosos enemigos iniciales, sino el mantener su independencia como entidad frente a las manipulaciones de las brujas (que adoptan el papel de los dioses de los dramas griegos).
El apartado gráfico, que cuenta con el arte de Ernie Chan, está particularmente inspirado y da cuerpo a una historia peculiar, algo dislocada, pero interesante en su trasfondo épico. Las criaturas que va a encontrar el cimerio a lo largo de su peripecia son también de lo más sugerente.
El entremés del volumen, La deuda del guerrero, cuenta de nuevo con guión de Larry Yakata pero con dibujo de Mike Docherty y James Baldwin, el cual resulta bastante modesto tras el despliegue de la historia previa. Por el contrario, la narrativa y la trama, mucho más sencillas, brillan con fuerza y nos muestran a un Conan muy humano que intenta honrar la memoria de un enemigo a quien respeta pero a quien ha dado muerte.
Como cierre, Don Kraar nos presenta Vendrá un oscuro extranjero con ilustraciones de Gary Kwapisz, quien consigue vehicular la narrativa con acierto y ese toque que se ha convertido ya en seña de identidad de La espada salvaje de Conan, herencia de John Buscema.
La trama bebe de nuevo de fuentes mitológicas, en concreto grecolatinas y judeocristianas, pero encaja bien con el carácter del cimerio, aunque se hubiera podido explotar más la ambientación. En ella, Conan, el elegido a pesar de sí mismo, llega a un pequeño reino en plena convulsión política tras haber perdido una bota (que no una sandalia) al cruzar un río, lo que lo señala como el guerrero que liberará al auténtico monarca y al pueblo de la opresión de los mercenarios iranistaníes.
Conan, en su versión más gruñona y descreída, se verá así en la tesitura de ayudar al joven monarca e incluso formarlo para que su revuelta tenga éxito. Algunos guiños al caballo de Troya y al mesianismo cristiano y mucha acción combinada con frases lapidarias hacen que la historia funcione muy bien y se disfrute mucho su lectura.
Con estos elementos, La espada salvaje de Conan: El secreto de la gran piedra se convierte en otra etapa muy satisfactoria de la colección, donde seguimos explorando ese enfoque menos ingenuo de la espada y brujería y, al mismo tiempo, con los guionistas adaptándose mejor a la Era Hiboria.
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