El arte de escanciar
Era un magnífico anfitrión, salvo por el hecho de que no dejaba de escanciar el tinto una y otra vez.
-¿Por qué lo haces? -le pregunté.
-Es lo más cercano que tengo a paladear de nuevo el pastoso y cálido sabor de la sangre humana.
Dejó de ser divertido, ¿sabe? Se convirtió en una obligación. Tenía una reputación que mantener y no estaba a la altura de las circunstancias. Stoker se excedió en sus alabanzas. Exageró mis habilidades. Al final me cansé de pretender ser lo que no era.
Incluso los vampiros tenemos un corazón.