El corazón curado
La sangra resbala hacia la herida mientras el cuerpo escupe la bala.
Esta vuela por la habitación para regresar al cañón.
El dedo afloja presión sobre el gatillo.
Los amantes apartan la vista de la puerta; y allí, los fragmentos de un corazón roto vuelven a unirse.
Ignorante.
La sombra emergió de súbito con intenciones asesinas. Su víctima, empero, le superaba en velocidad y pericia. Resultado: ejecución salvaje.
El jefe, incrédulo, tartamudeó.
“Le dije”, respondió el viejo. “Tengo retrospectiva. Miro para atrás.”
“No significa eso.”
“Pero (silencio dramático que bien vale siete palabras) estoy vivo.”
Ladran Sancho, ¿Sancho? ¡Sancho!