Sublimación
Él se movía de manera brutal y salvaje sobre el cuerpo de ella, que se retorcía entre gemidos.
–Duele… ¡Duele!
Él paró entonces, observándola con gesto interrogante.
Ella le gritó en tono impaciente mientras le golpeaba el hombro:
–¡He dicho que duele, no que pares!
Amañeramiento
El niño miró el pañuelo a lo lejos, cuando la maestra gritó. Sublimándose en un esfuerzo supremo, comenzó a correr. El rival, pensó la profe, le caía bien, por pertenecer sus padres al club de campo, y en un arrebato le lanzó un caramelazo el la cara al primero. Así, si ganaba su favorito, el marido de su amiga se comería otro caramelito el fin de semana.
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