Bodas de oro
Desde que entró no ha podido quitarle la vista de encima. Ella también parece hipnotizada, como si nadie más que él existiera en mundo. Se acercan muy despacio; casi llegan a rozarse. Al rato, cada uno desde su sillón, brindan al cielo con el pastillero en alto.
Las vistas del asilo
Todos los viernes íbamos a visitar al abuelo. Él nos espera pacientemente mirando por la ventana.
Hace tiempo que hemos llegado a un trato. Mientras papá le saluda, yo corro a abrazarle y aprovecho para decirle mi nombre.
A cambio me da caramelos.