Un café, por favor.
No, me dijo.
¿Por qué?
Porque éste es el cementerio.
¿Y qué? Yo sólo pedí café.
En los cementerios no se sirven cafés, se sirven fiambres.
Oh, entonces, tomaré tres.
Que sean tres.
¿Y a usted que tal le va, amigo?
¿Yo?, ya ve, aquí, tirando.
¿Tirando de qué?
¿Se me está poniendo usted farruco?
¡Oiga!
¡Los cafés!
¡Pero yo no pedí cafés!
¡No me cambie de tema, malandrín!
Yo quiero pavo.
No hay pavo, esto es el cementerio.
¡Me quieren escuchar!
No nos dedicamos a la repostería por amor al arte...
Cierto, si acaso, será por amor a la repostería.
¿Se me está usted poniendo farruco?
Tengamos la fiesta en paz.
Y velemos las almas de los difuntos...
Y revelemos sus fotos en posturas extrañas, con poses acrobáticas.
Y relevemos al pobre soldado, que murió en la Guerra Civil, y se ha quedado haciendo guardia, el pobre...
De repente, un coche
¿Quién irá en ese coche?
Misterio
¡Alguien tendrá que salir!
Vea usted a ver quién es.
Oiga, yo soy la persona más importante de estos lares malabares pim pam pum.
¿Un café?
¡Usted me mintió!
¿Qué?
Sí que sirven cafés.
¿Qué?
¿Qué?
¡Qué?
¿Qué?
¡A callar!
¡Póngame un café!
Bueno, serán tres cincuenta.
¿Con IVA?
Con lo que usted quiera, pero quite de encima de la tumba de mi marido.
Su marido está ahí fuera, de putas. Quien se tiene que respetar es él mismo.
¡Habráse visto!
¡Pardiez!
Fin.
Se corre el telón.
Y aparece Webo.
El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación ¦