En la mitad del mítico título de Gaiman aparecen bien definidas sus luces y sombras
Tras sus tres primeros volúmenes, en los que Gaiman consiguió asentar adecuadamente a Morfeo y su universo, Sandman alcanza en los tres siguientes volúmenes su ecuador. Para entonces había quedado ya claro que lo que menos importa en la serie es su condición de serie en sentido estricto. Sandman surgió de un cómic de superhéroes, pero abandonó por el camino el clásico desarrollo serial y se convirtió en el parque de atracciones de Neil Gaiman, su particular Greatest Hits de la historia y la cultura universal. Cada uno de los tres tomos que continuarían a aquellos tiene su propia naturaleza y también su propio valor artístico.
Estación de nieblas narra un nuevo viaje de Morfeo al Infierno que acabará desembocando en el Lucifer de Mike Carey años después. La claudicación del ángel caído lleva a que Morfeo tenga que elegir al nuevo regente infernal en una de las mejores sagas de toda la colección y que marca el desarrollo posterior de buena parte de Vértigo en los años posteriores. Por otro lado, ayuda a valorar en su justa medida el estupendo trabajo que haría Carey a partir de estos pocos números.
Juego a ser tú, en cambio, es, quizás, el más fallido de todos los experimentos ideados por Gaiman en el título. Una mezcla de macabro cuento infantil en que tienen cabida problemas de identidad sexual y una comunidad de vecinos con facilidad para la magia que quiere abarcar demasiado sin llegar a concretar su apuesta en ninguno de los frentes presentados. En la reseña de los tres primeros volúmenes decíamos que no había ningún problema en que Sandman (y Gaiman) buscaran seducir desesperadamente si al final lo lograban. En Juego a ser tú, en cambio, esto último no ocurre. Juego a ser tú es el pesado que le tira los trastos a todas tus amigas y a ti en una misma noche. En tus narices. Que no tenga mala intención, lo sentimos, es lo que menos importa.
Finalmente, con Fábulas y reflejos, volvemos al que, en nuestra opinión, es el mejor Gaiman, el de los relatos cortos y las reflexiones sobre sus piezas preferidas de la cultura universal. En este volumen encontramos episodios dedicados a la Revolución Francesa, Julio César, Joshua Norton (el autoproclamado Emperador de Estados Unidos), Marco Polo, el mito de Orfeo (de importancia capital en el desarrollo posterior de la serie), el Génesis y un par de cuentos que beben del folclore occidental (La caza) y oriental (Ramadán). Entre ellos encontramos algunos de los mejores momentos de Sandman, ya sea por el guión (como La canción de Orfeo) o por el dibujo (Craig Russell dando rienda suelta a su bello estilo en Ramadán), lo que nos reafirma en la idea de partida: el Gaiman verdaderamente bueno es el Gaiman corto o, al menos, el que no se mira su ombligo.
La alternancia en la temática y, sobre todo, en la estructura, es un riesgo que Gaiman supera con cierta soltura, pero tropieza cuando, como en Juego a ser tú, se convierte en una mala imitación de sí mismo. Esto es la que, a la larga, acaba lastrando su aspiración de convertir a Sandman en una obra total (por mucho que se la quiera catalogar como tal). Gaiman quiere hablarnos de un personaje por medio de sus efectos en otros, pero también de todo su universo aledaño y de los aledaños de estos aledaños. Cuando esto último ocurre la cohesión del título se resiente e incluso el propio autor parece desorientado, un claro caso de cólico onírico. Por eso lamentamos que el guionista se decantara por una deriva semejante y no optara por sacar mayor jugo a otros aspectos mucho más interesantes de la colección. Pero esto es una reseña, no un What if…?. Seamos positivos: Sandman es tan generosa que ofrece al lector sus peores defectos para que valoremos mejor sus muchísimos hallazgos.
Mis cómics favoritos de Gaiman son Mister Punch· y Casos Violentos, que son, según los autores, relatos en prosa que el propio McKean secuenció en imágenes. Uno de mis menos favoritos es 1602, donde, sin embargo, creo que muestra su mejor trabajo como auténtico guionista: manejando el ritmo, haciendo coherente una historia enorme, repleta de acontecimientos y personajes, sin apenas textos explicativos... Creo que el inglés es mucho mejor prosista que guionista, por más Eisner que tenga. Solo mucho después de su Sandman ha demostrado saber manejar las herramientas de la historieta y, de hecho llegó al cómic porque supo ver que era el lugar adecuado en ese momento justo más que por otra cosa. Vistos los resultados, acertó: le vi en esta Feria del Libro, pero de lejos, porque estaba rodeado de seguidores haciendo horas de cola.
Estoy de acuerdo en que, después del éxito inicial por encima de cualquier expectativa, parecía perdido y suplió su falta de oficio con carisma, sofisticación literaria, riqueza referencial, el intento de molar a toda costa... Hasta que fue capaz de enderezar la trama y cerrarla de forma más o menos lógica atando casi todos los cabos (supongo que de eso hablarás en próximas entregas). Hay que tener en cuenta que, entonces, simplemente no había series "estilo Vértigo", porque esta fue la primera y no tenían claro cómo enfocarlo, además, la falta de un buen dibujante fijo tras la marcha de Keith Giffen y el baile de sustitutos sin mucho sentido, no ayudaba a afianzar un estilo.
Con todo, los autores posteriores han evitado los errores del Sandman, pero sus aciertos y cimas nadie ha sido capaz de alcanzarlos en una serie de largo recorrido a su estilo. Ni siquiera el propio Gaiman.
¿Qué tal es la edición de ECC? ¿Es en tapa blanda, pero como la de lujo esa anterior o no incluye textos, coloreado nuevo, extras y demás?
Ferrum ferro acuitur