El vaquero y el ogro

Ha querido la casualidad (sí, esa casualidad que hace que rebajen un DVD en la Fnac y a la semana lo den gratis con el periódico de turno, la misma que hace que ella te diga que te prefiere como amigo y a la semana empiece a salir con otro, ESE  tipo de casualidad) que en menos de un mes se estrenen las últimas entregas de Shrek y Toy Story, los emblemas de los dos estudios de animación más importantes de la industria: Dreamworks y Pixar.

Mientras que uno (no diré cuál de los dos) se dedica a satisfacer las risas blancas de los más pequeños, el otro, además, opta por interiorizar las claves de un arte centenario desde sus mismos orígenes y reescribirlos sin la limitación de barreras que supone la imagen real.

Podría extenderme mucho más en pormenorizar las causas de uno y otro, pero amigos, como bien entienden en ese segundo estudio, una imagen vale más que mil palabras. Y una buena, más que mil millones.

Y ahora, si queréis, hablemos del cine de animación...