Antecedentes de Calabazas en el Trastero

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Para celebrar el décimo aniversario de la publicación, voy a dar mi personal repaso a la misma desde su origen más remoto. Es decir, desde antes incluso de que existiera.

Los lectores avispados (e incluso los mínimamente observadores) habrán reparado en que todos los Calabazas en el Trastero arrancan con la inscripción In memoriam. Cabe aclarar que no se trata simplemente de aprovechar el eco a cementerio, tan fosco él, que trae el latinajo, sino de poner el acento en algo que, en los tiempos que corren, tendemos a pasar por alto: que los proyectos no salen de la nada, que no son mérito único de sus participantes directos, que en literatura, por mucho que nuestro ego de escritores insista en susurrarnos lo contrario, no somos más que enanos intentando encaramarnos a los hombros de un gigante que, como el monstruo de Frankenstein, está construido de múltiples retazos (por no decir de cadáveres sembrados por el camino).

Así, Calabazas en el Trastero no ha tenido nunca reparo (sino más bien lo contrario) en declararse deudora de otros proyectos que la precedieron, tanto en general (por eso el In memoriam no incluye mayores referencias) como de dos en particular que fueron los que más marcaron a la publicación: el proteico fancine MiasMa, que publicó durante tres años con un enfoque muy original obras de género fantástico con preferencia por lo oscuro, y la antología Paura, del colectivo Xatafi, que fue sin duda un referente tanto por la calidad de sus selecciones como por la labor de edición realizada: era el lugar en el que todo escritor de terror quería verse. Y a mí, de paso, me dio pie para entrar en contacto con Santiago Eximeno, algo que sin duda me precipitó al apasionante infierno de editar. El cierre de estos fue, quizás, el detonante más claro que nos llevó a la creación de Calabazas en el Trastero.

Por supuesto, también podemos rastrear el germen a proyectos más ligados a los promotores directos de la iniciativa, como en mi caso El desván de los cuervos solitarios, una antología que sin duda considero la piedra angular sobre la que se construyeron los Calabazas (dado que me valió para foguearme como coordinador, maquetador, editor y hasta corrector de estilo) o la revista La Biblioteca Fosca (no confundir con la asociación; o sí, qué más da), pero sería ahondar en la cuestión, porque estos mismos venían inspirados por otros proyectos ajenos a su vez.

El quid es que estas iniciativas, a mi entender, son una modesta torre de Babel que se levanta sobre múltiples cimientos a los que, de vez en cuando, hay que echar una mirada para no perder la perspectiva ni el rumbo.

Hay que tener en cuenta, no obstante, que siempre hay un sesgo personal cuando se gesta un proyecto. Con la perspectiva del tiempo, por ejemplo, pienso en la Revista Cthulhu y la Revista Sable, ambas muy relacionadas con el fosco y en activo cuando arrancamos pero con las que tuve un contacto tardío. Esto por un lado puede que fuera positivo, dado que así nos animamos con Calabazas en el Trastero. Por otro, suscita cuestiones, sobre todo en el caso de Sable: siendo un autor de terror de Zaragoza, ¿cómo es posible que no hubiera reparado antes en ella? Creo que fue a raíz de mi ingreso en Nocte que descubrí su trabajo. Seguramente jugaron factores como que en aquellos tiempos la comunicación por Internet todavía iba, si no en pañales, sí dando los tumbos de los primeros pasos, o que yo andaba ya con un pie en el extranjero. De ahí que insista en el tema de la memoria: hay que tener conciencia de la existencia de proyectos previos para que aprovechemos sus experiencias para avanzar y plantearnos por qué unas cosas funcionaron con determinados actores y otras no, o no al principio.

Por aquello del sesgo, así mismo, a veces no mencionamos otras iniciativas quizás menos relacionadas directamente, al menos en cuanto formato, que para algunos sí que fueron determinantes, como la revista digital de mitos Qliphoth. Lo señalo porque, lejos de ser una aventura lineal, unívoca y deudora de la inspiración o la energía de un núcleo duro, creo que proyectos como el Calabazas son como un rompecabezas que, sin querer, planteamos entre muchos y que luego alguien, a modo de catalizador, termina por concretarlos en algo tangible. Es curioso, por ejemplo, que al escribir este artículo no deje de acordarme de Gerard Puig Cortés, que nunca se implicó en el mismo pero que sí que me brindó una frase que no he olvidado nunca: una revista debe tener un formato definido a partir del tercer número como tarde. De algún modo, y aunque no haya un parentesco claro, las conversaciones que tuvimos sobre su experiencia con fanzines a mí me han guiado este tiempo.

Me gustaría añadir que a pesar de que hablemos de antecedentes, cimientos y demás, no hay que ver la cuestión como algo estático. La visión personal cambia, así como el propio funcionamiento de los proyectos. Así, por ejemplo, eliminamos la mención a Paura en las bases de los concursos cuando tuvimos la buena noticia de que Portal Editions publicaba el cuarto número. La iniciativa no tuvo continuidad, pero uno de los implicados, Mariano Villarreal, sacó adelante otra revista de gran interés: Terra Nova, en la que se liaron la manta a la cabeza para dar un espacio propio a la ciencia ficción como nosotros íbamos consiguiendo el nuestro en terror (o mejor).

Del mismo modo, si bien nosotros con frecuencia mencionábamos que intentamos cubrir un hueco en el panorama, es cierto que otros proyectos surgieron en paralelo y con gran fuerza. Historias Asombrosas, que si bien tenía un enfoque distinto (recomiendo al respecto el análisis de Sergio Mars en Calabazas Asombrosas, o Historias en el Trastero) sacudió el panorama con el intento quizás más puro de hacer una publicación weird al estilo anglosajón, llenándonos de alegría y esperanza, o la revista Imaginarios, que sorprendió por la calidad y la variedad de sus contenidos, mostrando una multidisciplinaridad increíble. Aunque no hayan tenido continuidad por motivos dispares, han hecho una aportación encomiable que, desde luego, no cae en saco roto, y además han ido surgiendo otros que han tomado el relevo, como Windumanoth, Planetas Prohibidos o Vuelo de cuervos, cada una con su propio enfoque, por mencionar algunas a vuelapluma.

Todo este movimiento cala de alguna forma, y se une a otros más orgánicos: cambios de colaboradores, jurados, descubrimiento de nuevos autores, nuevas lecturas que cambian la propia concepción de la literatura, estados anímicos, personales, profesionales... Se trata de un mosaico móvil y difícil de plasmar de un modo claro, pero, a mi parecer, tenía que ser el punto de partida del repaso a Calabazas en el Trastero en su décimo aniversario. Si bien fuimos cuatro personas las que arrancamos con el proyecto, no lo hacíamos como gallinas esféricas flotando en el vacío (que diríamos en ingeniería), sino ya enriquecidos y estimulados por otras aventuras más o menos similares y por coyunturas de las que hablaré en la próxima entrada. Estas moldearon de alguna forma lo que tenemos ahora entre manos, así como todas aquellas personas que han mantenido viva la llama. Lo justo era empezar por mencionarlas.

Como siempre, In memoriam.

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LCS
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¿Diez años, ya? Wow.cool

Lo de la revista Miasma lo sabía. Viene en las bases de todos los calabazas. También había oído hablar del Desván de Cuervos solitarios y de la revista La Biblioteca Fosca, del resto no. 

Supongo que, a lo largo de todo esto tiempo, habrás conocido un montón de gente. A mí, por ejemplo, sin estar tan metido en el meollo, recuerdo unos cuantos nombres que hace tiempo que no veo por aquí. Una pena, la verdad, pero la vida es así. 

Lo importante es que la revista continúe. Sé que es un trabajo muy duro, pero la cantera que está surgiendo de ella creo que es impresionante. Aunque a lo largo del año participe en más, a mí, no hay concurso que me motive más que el Calabazas. 

Mucho ánimo. 

 

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Patapalo
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Supongo que es ley de vida, sí, pero yo lamento mucho la ausencia de unos cuantos, en efecto. A veces lo pienso y es abrumadora la cantidad de gente con la que hemos compartido cosas estos años. Compartir de verdad. El mundo de la literatura es endemoniadamente intenso.

Un abrazo,

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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