La visión del editor: Monstruos de la razón I

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O de cómo unas cosas llevan a otras sin demasiado orden o concierto

Para entender la génesis de este libro hay que remontarse al 2008, cuando yo ejercía de coordinador de la sección de Literatura de la difunta OcioJoven (uno de mis cometidos como redactor en dicha web). Por aquellos tiempos habíamos lanzado un concurso, el Certamen de los Otori, a raíz del cual había conocido a Pedro Escudero. Fue uno de estos encuentros que rápidamente propician proyectos, seguramente porque ambos teníamos muchas ideas en la cabeza y muchas ganas de darles forma. Lo de juntarse el hambre con las ganas de comer, que se suele decir.

Así fue cómo vio la luz el Monstruos de la razón, un concurso con el que queríamos darle una vuelta de tuerca a esto de los certámenes con jurado popular. El nombre surgió de los caprichos de Goya —que siempre me han fascinado— y la mecánica del mismo, de ese deseo de buscar fórmulas que minimizaran el amiguismo. Las bases —que todavía podéis consultar en Axxon— especificaban que la modalidad de voto popular venía organizada por un coordinador, quien distribuía los relatos a valorar de cinco en cinco, de modo que los lectores – jurados no pudieran elegir cuáles votaban y, al mismo tiempo, conseguir que todos tuvieran más o menos el mismo número de votos. El sistema requería mucha energía y tiempo por parte del coordinador, pero tenía sus ventajas, sin duda, aunque ya profundizaremos en el tema en otro momento.

El concurso lo coordinó el propio Pedro —supongo que porque yo andaba con otros circos, aunque creo recordar que él tenía ganas de volcarse en algo así—, y en el jurado contamos con José Ignacio Becerril Polo -Nachob- y Ángel Luis Sucasas -manheor-, a quienes se sumó nada menos que Clara Tahoces por mediación de Pedro. Esta acababa de ganar el Premio Minotauro con Gothika y daba bastante caché. Además, desde Ociojoven conseguimos un buen puñado de patrocinadores: Grupo Ajec para la categoría de ciencia ficción, Minotauro para la de fantasía, La Factoría para terror y un premio especial del público de TimunMas, en metálico, que se coordinaba con su nueva web, Scyla. Además, la propia OJ daba un lote de libros por categoría.

El caso es que el concurso funcionó muy bien, con alguna polémica propia de estas cosas, bastante participación, sobre todo de autores, e interés por el sistema de votación popular. La selección de relatos fue más que interesante y, a la misma, Pedro añadió una obra por juez “mentor” de cada categoría más un relato de la propia Tahoces. Bien empaquetada esta recopilación de treinta y cuatro obras, la idea era publicarla como se había hecho con Un portal de palabras, la primera antología de OcioJoven.

El problema fue que OcioJoven cerró. Y el proyecto quedó en el limbo.

Fue entonces cuando, por motivos obvios, me lié la manta a la cabeza y abrí OcioZero.com, y también cuando arrancamos con la Biblioteca Fosca —como asociación cultural— y posteriormente fundamos Saco de huesos. Con todo este lío —se ve que el proyecto estaba destinado a estar a calzas revueltas con muchos agentes— la decisión me pareció más que evidente: aprovechamos nuestro sello editorial y, con el apoyo de mi nueva web, que pagó los costes de los ejemplares de cortesía para los autores, llevamos a buen puerto el proyecto. ¿Cómo resistir la tentación? Había obras de gente que me encanta como escribe ¡e incluso mías! Echar un vistazo a los seleccionados da cierta nostalgia y también es un testimonio de lo que se movía en esa época. Desde luego, no podíamos dejarlo naufragar.

Es cierto que yo no había participado en la selección, pero los jueces me parecían más que solventes —uno incluso formaba parte de la editorial— y los relatos ya los había leído por la web y tenían mi visto bueno, así que era cuestión de maquetar y corregir y tendríamos un buen libro. Y eso es lo que obtuvimos, ni más ni menos.

Luego, todo hay que decirlo, la edición no se ha vendido todo lo bien que esperamos en su día. A pesar de tener un precio bastante ajustado para lo que es una antología de este tipo —10 euros para más de 200 páginas— y obras sin duda muy meritorias, cabe imaginar que el que los relatos ya hubieran sido publicados o la dispersión temática pesan de algún modo. Por su génesis y peripecias, así como por su aceptación entre los lectores no vinculados al concurso, da la impresión de que es un libro nostálgico, un recuerdo bonito de una etapa de sueños.

En cualquier caso, tampoco fue una catástrofe, como prueba el hecho de que se lanzara una segunda convocatoria —bueno, esto también es síntoma de nuestra inconsciencia—. Además, este tipo de iniciativas peregrinas terminan sembrando más ideas, que a veces germinan en cosas como la resurrección del Concurso Homenaje a John William Polidori. Solo por eso, merecen la pena.

Visto desde cierta perspectiva, Monstruos de la razón I es la clásica antología de concurso con la que una web y un sello editorial buscan crear puntos de comunicación, una excusa para verse con otros autores y descubrir qué se cuece a pie de calle. Hay que reconocer que no salen muy a cuenta en el plano económico, pero tampoco creo que esa sea su función. En el literario, independientemente de los relatos finales, de quiénes se lleven los premios, sí que cumplen. Al menos, en el aspecto de incentivar la creatividad.

Tenéis más información sobre la misma en http://sacodehuesos.com/aquelarre/monstruos-de-la-razon-i

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Invierno
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Para mí la escritura fue una afición relativamente tardía. Si no fuese por iniciativas como las del Monstruos de la razón, el Polidori o los Calabazas, yo no estaría escribiendo. Así de claro. Ni que decir tiene lo agradecidísimo que estoy a todos los que ponen mucho tiempo y esfuerzo para sacar estas cosas adelante.

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