Hablemos de concursos hechos por asociaciones culturales y otros entes de mal vivir.
Hace unos días me llevé una muy grata sorpresa: había ganado el IV Concurso de relato corto fantástico Forjadores 2012. Me enteré por mi padre, quien me llamó entre intrigado y alerta porque me había llegado una carta certificada —que pueden traer sorpresas menos agradables—, y así pudimos compartir la alegría en vivo, por teléfono, mientras me leía el contenido de la carta.
Mientras yo intentaba recordar si este era o no el concurso que tenía un premio en cheque regalo en la Fnac —como era el caso, para mi satisfacción—, mi padre me hizo una pregunta que me ha suscitado esta entrada del blog: Y estos de Forjadores, ¿quiénes son?
En efecto, no se trata de Planeta ni de ningún otro ente ligado al mundo literario que mi padre fuera a identificar. Bien al contrario, son, como le expliqué, una asociación cultural dedicada a esas chaladuras que apasionan tanto a su hijo —dragonadas, truculencias, juegos, etc.—. Mi padre asintió y se reafirmó en que le habían causado muy buena impresión, muy profesionales, muy bien presentado todo.
Hay que decir que todo esto a mi padre no le pilla totalmente de nuevas. Yo mismo he organizado unos cuantos saraos de este estilo —el Certamen de Relato Joven, el Monstruos de la razón, las Microjustas, el Calabazas en el Trastero, el Polidori...— y, aunque solo en una ocasión llegué a conseguir que hubiera un premio en metálico para los participantes, la tramoya de libros de regalo y eso se la conocía.
La gran diferencia es que esta vez lo veía desde el otro lado del espejo.
Esta vez, para él era más fácil entender la importancia de que a los de Forjadores les dé por liarse la manta a la cabeza y lanzar un concurso así.
No es que el cheque regalo me vaya a sacar de pobre ni que el reconocimiento del galardón me vaya a abrir las puertas del mercado internacional, pero, sin duda, es un empujón, una inyección de ánimo que no tiene precio. Como tampoco lo tiene que mi padre viera “en directo” que una asociación de desconocidos era capaz de mandarme una carta certificada así. Por considerar meritorio uno de mis relatos.
Sé que en pasadas convocatorias del certamen hubo gente que se llegó a cabrear porque la organización no fluyó tal y como hubieran deseado. Sé que algunos decidieron incluso no participar en sus siguientes convocatorias. Puedo entender esta postura, aunque no la comparta. De hecho, fue algo que casi me incitó a participar —y no porque fuera a haber menos competencia—. Me gustan los concursos que se gestionan por correo electrónico y me encanta que haya gente que ni vive del mercado editorial ni nada parecido dispuesta a montarlos. Por amor al arte. Por afición. E incluso cuando les llueven quejas a pesar de que no sacarán en limpio nada que les compense el trabajo que supone montar uno de estos pequeños circos.
Me gustan, en definitiva, estos proyectos de amantes del género. Supongo que, al final, será que yo soy fandomita y ya está.
El relato que ha resultado premiado en este concurso, Gatos en la cuna, lo escribí a mano, en Turín, a la luz de una vela, hace ya más de un lustro. Hubo un momento en el que pensé que podría publicarlo con unas magníficas ilustraciones de Javier Bernardino —una de las cuales ha servido de portada para el Calabazas en el Trastero: Tijeras—, pero el proyecto hizo aguas y, al final, el relato parecía condenado al olvido del fondo del cajón.
La gente de A.C. Forjadores ha conseguido con su concurso un buen puñado de cosas, desde estimularme como autor a sorprender a mi padre pasando por dar una segunda oportunidad a un relato en el que puse muchos de mis fantasmas. El trabajo que han realizado —este año y los precedentes— no cae en saco roto: ayuda a dinamizar un entorno que, no nos engañemos, no está particularmente mimado. Con sus errores y sus aciertos, forman parte de la maquinaria impulsora. Y es bueno que esto también se diga.
Yo, al menos, me sentiría mezquino si me limitara a recoger el premio sin más. Sobre todo porque sé lo que hay que pelear cuando estás al otro lado, en la organización. Así que valga esta entrada como brindis por todos aquellos que os habéis animado a crear algo para mantener viva la llama de la ilusión de unos terceros con los que solo compartís eso: la pasión por un género compuesto de ilusiones.
Y, por supuesto, por el equipo de A.C. Forjadores. Espero que el concurso viva muchas más convocatorias.
Cada vez me doy más cuenta del mérito que tienen este tipo de iniciativas... Y de lo poco que se estiran los patrocinadores en este país. Conste que un vale de cien pavos en el Fnac está muy bien, me da toda la envidia del mundo, que tengo un montón de novedades pendientes acumulándose.
Pero ya me diréis qué les costaría a estas grandes empresas meter algo más de carne en el asador, prestar más apoyo material y mediático, no solo a los participantes, sino también a los organizadores, más cuando es de ahí de donde muchas veces salen autores y editores que a veces acaban dando muy buenos dividendos a estas empresas, que en su caso no es solo por amor al arte.
Con muy poco podrían hacer mucho y la ilusión que ponen (que ponéis) organizadores y demás en estos concursos, no la van a encontrar en ningún sitio.
Ferrum ferro acuitur