El lejano futuro próximo
Un relato de Brutal Ball para trabajar el futuro con mis alumnos franceses
Corshón Grøøtvid va a realizar la jugada de su vida. Va a atrapar el balón al vuelo, va a rodar entre las piernas del enorme troll que le cierra el paso y va a correr hasta la portería entre los gritos de emoción de los hinchas. Los defensas no van a reaccionar hasta que sea demasiado tarde y, por una vez, la Revista Roncos va a dedicar su portada a un mediano. Durante las próximas semanas nadie se va a reír de los piespeludos porque él, el nuevo corredor de los Tocinetes de Rosgaard, va a marcar el ensayo del siglo.
Corshón lo tiene claro. Ya puede ver los contratos que le van a llover. Los equipos más importantes de la Ciudadela lo llamarán para ficharlo, las monedas de oro le caerán a cubos, los patrocinadores se disputarán su camiseta y hasta la Gazeta d’os Gules le contactará para una exclusiva. Será rico y famoso.
Lo puede ver. Puede ver su futuro más lejano con tanta claridad como si estuviera en una bola de cristal.
Su futuro más lejano, sin duda, pero no el más próximo: la enorme mano del troll que le va a caer encima, el charco de cerveza Sángrar (la cerveza que te pone a cien) en el que va a resbalar, la violencia del impacto que va a detener su carrera, la de hoy y la del resto de su vida.
Porque en Brutal Ball es un grave error distraerse con el futuro lejano. Lo único que cuenta es el presente. Y el futuro inmediato.
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