Gracias por la recomendación. Podría ser interesante
El cuarto oscuro
Un relato de mariansp para la vivisección de Que viene el Coco
“Os hablaré de un pequeño ser, un duende muy peculiar al que doy cobijo en el desván, donde pienso castigaros si os portáis mal. Espero no tener que llegar a ello, pues seguro que estas dos niñitas serán muy buenas mientras estén bajo mi tutela, pero por si acaso la situación se pusiera fea he de advertir sobre él. Si sentís su presencia no lo hagáis de evidenciar. Si oís su voz haced cómo que no la escucháis. Si por casualidad os roza jamás gritéis, si lo hacéis, sabrá que para vosotras existe, entonces se dedicará a atormentar vuestra existencia cada vez que entréis donde él habita; la oscuridad...”
Odió a la abuela por esto. Sólo fueron unos meses los que pasaron su hermana Elena y ella bajo su tutela tras la desafortunada muerte de su madre. Un corto periodo de tiempo que marcó sus vidas por siempre.
Ahora, al regresar a la casa, los recuerdos que había intentado borrar de su memoria afloraron a modo de flashes que inundaron su mente de imágenes de una etapa de su infancia que aun hoy seguía haciéndole sentir escalofríos.
No había vuelto a pisar aquel lugar desde que su padre las recogió de allí la primavera de 1982 para matricularlas en un prestigioso colegio inglés en Londres. Ella tenía entonces siete años, y Elena nueve.
“Sara, júrame que siempre permanecerás donde haya luz, digan lo que digan los demás.” Rememoró las palabras de Elena y recordó como la oscuridad se cebó con ella años después, cuando sufrió un accidente que le causó la ceguera y la sumió en unas tinieblas habitadas por el duende del cuarto oscuro de la abuela.
“Sara..., no puedo más, no puedo seguir viviendo ¡¡no puedo!! Ese ser está junto a mí todo el tiempo.”
Ese fue el mensaje que dejó su hermana en el contestador automático. Fue una despedida. Elena puso fin a su vida de oscuridad quizás para aferrarse a la luz en el más allá.
―Señorita Durán, disculpé que interrumpa su estado de conmoción, pues imagino que debe estar rememorando momentos de su niñez ya que hace tantos años que no ha vuelto a pisar este lugar, pero le sugiero que no se quede corta al fijar el precio de venta de la casa― Le aconsejó la comercial de la inmobiliaria que iba encargarse de la venta de la vivienda de su abuela.
―No me interesa el dinero, quiero deshacerme de esta casa cuanto antes.
La joven la miró sorprendida, la inmobiliaria también perdería dinero con la venta del inmueble si la clienta rebajaba tanto el precio de tan ostentoso lugar.
―Además, antes de vender la casa deberán hacer desaparecer un lugar. Tapiarán esa puerta y, no hablarán de la existencia del cuarto oscuro.
―¿Cuarto oscuro...?― La comercial se mostró sorprendida.
―El desván...—Seguidamente deliró en voz alta—Si sientes su presencia no lo hagas de evidenciar. Si oyes su voz haz cómo que no la escuchas. Si por casualidad te roza, jamás grites, si lo haces, sabrá que para ti existe, y entonces se dedicará a atormentarte siempre que entres donde él habita; la oscuridad.
La primera en pisar el cuarto oscuro fue Elena. La abuela era una mujer muy estricta y severa, el orden era algo primordial para ella y no soportaba que las cosas estuvieran fuera de lugar. Antes de encerrarla en el desván, evocó las debidas advertencias, las cuales ya había escuchado Elena, al igual que ella, aunque sin por supuesto llegar a darles una importancia real.
―Si sientes su presencia no lo hagas de evidenciar. Si oyes su voz haz cómo que no la escuchas. Si por casualidad te roza, jamás grites, si lo haces, sabrá que para ti existe, y entonces se dedicará a atormentarte siempre que entres donde él habita; la oscuridad...
Recordó como Elena no tardó en gritar. Cuando la abuela finalmente la sacó de allí, el terror se reflejaba en unos ojos enrojecidos de tanto llorar.
―¡Has hecho caso omiso a mi advertencia, niña!―Exclamó la abuela―Ahora él conoce que tú sabes de su existencia y se alimentará de tu miedo siempre que estés donde habita.
―Nadie debe entrar en el desván―Le advirtió a la comercial. Sin poder evitarlo volvió a revivir su primer encuentro con el duende que habita en el crepúsculo.
―¿¿Quién ensució las toallas limpias del baño??―Gritó la abuela entrando enfurecida en el dormitorio donde jugaban―¡Están manchadas de chocolate! Os he dicho mil veces que hay que usar agua y jabón antes de secaros las manos en las toallas― Quedaban restos de chocolate en la comisura de sus labios, asustada intentó disimularlo cometiendo el error de limpiarse con el puño de su camisa blanca. Esto enfureció todavía más a la abuela―¡¡Has sido tú, Sara!!―La agarró de las trenzas y la sacó a rastras de la habitación mientras iba recitando la advertencia:
― Si sientes su presencia no lo hagas de evidenciar. Si oyes su voz haz cómo que no la escuchas. Si por casualidad te roza, jamás grites, si lo haces, sabrá que para ti existe, y entonces se dedicará a atormentarte siempre que entres donde él habita...
Cuando la abuela cerró la puerta del desván se sintió engullida por la negrura, la oscuridad gobernó con perversidad. Aquel castigo pesaba como una losa atada al cuello, el pánico que producían aquellas tinieblas era asfixiante. Pero lo que más angustiaba era pensar en todas aquellas advertencias. Y la extraña sensación de sentirse acompañada. Sabía que su hermana Elena ya no había vuelto a ser la misma tras haber sido castigada en el cuarto oscuro de la abuela, sin duda algo había allí y tendría que cumplir las indicaciones que había enumerado la anciana. De pronto la presencia se hizo más evidente, sintió un hormigueo a sus espaldas y el bello de todo su cuerpo se erizó. Decidió quedarse inmóvil y no evidenciar ser consciente de que algo la acechaba en la tenebrosidad. El pulso se le aceleró, su corazón golpeaba con presión su pecho, sentía temblar una vena en su cuello. Temió que aquello que parecía acompañarla en la oscuridad fuera capaz de apercibir la aceleración de su ritmo cardíaco. El sudor brotó de su frente e hizo senderos por su rostro. Escuchó un débil susurro, palabras que no supo descifrar. El sudor que corría por su frente se mezcló con lagrimas. Sabía que debía llorar en silencio, no deseaba reflejar su miedo. Era consciente de que estallar en llanto sería mostrar debilidad y eso podía hacer intuir a ese algo que se sentía asustada por su presencia. Unos fríos dedos la rozaron a sus espaldas. La taquicardia fue acompañada de dificultad respiratoria, el pánico fue absoluto. Afortunadamente al faltar el aire a sus pulmones no pudo chillar. La puerta del desván se abrió y la abuela apareció acompañada de un destello de luz que ajustició a la absoluta oscuridad.
―Señorita Durán ¿se encuentra bien?―La comercial advirtió palidez en su rostro―Sí, estoy bien. Disculpe―Respondió― Tengo que marcharme de aquí, no soporto este lugar. Quédese con las llaves de la vivienda y que la inmobiliaria se encargue de todo, no quiero tener que volver aquí jamás―Arrendó las llaves de la casa a la chica y abandonó a toda prisa el inmueble.
Un silencio casi sepulcral se adueñó del lugar cuando Sara abandonó la casa. Por unos fugaces instantes, Ana, la agente comercial que estaba dispuesta a encargarse de la venta del inmueble se sintió contagiada de un absurdo miedo infantil que pareció trasmitirle la clienta que acababa de abandonar a toda prisa la vivienda. Su sentido de lo racional no tardó en hacer acto de presencia y agitó el juego de viejas llaves en su mano dejando asomar una media sonrisa que delataba la satisfacción que le producía el pensar en la comisión que podría ganar con la venta del inmueble.
―¿Anular el desván? ¡Ni lo sueñes Sara! Un viejo desván atraerá compradores. Todo desván esconde viejos tesoros, reliquias abandonadas al olvido por sus dueños.
La idea de ser la primera en husmear en el viejo desván le pareció atrayente y sin pensarlo dos veces enfiló las escaleras dispuesta a satisfacer su capricho.
La llave estaba puesta en la cerradura, pero no echada, solo tuvo que girar el pomo y la puerta del desván se abrió dejando escapar un hálito de aire con olor a viejo. Cruzó el umbral con indecisión temerosa de tropezar con algo si no daba pronto con el interruptor de la luz. La oscuridad se le antojó amenazante y perversa allí dentro. De pronto, la puerta se cerró a sus espaldas. El tremendo portazo la espantó. Quedó petrificada ante una total oscuridad y, lo peor de todo fue que se sintió acompañada allí dentro.
―¿Hay alguien ahí?
“ Si sientes su presencia no lo hagas de evidenciar.”
Se escuchó en respuesta una siniestra y diabólica risotada.
―¿Quién anda ahí?
“ Si oyes su voz haz cómo que no la escuchas.”
Aterrada, buscó a tientas el pomo de la puerta. Al hacerlo girar pudo comprobar que la llave había sido echada desde fuera.
―¿Señorita Durán? ¿está ahí fuera? ¡Por favor, que alguien me saque de aquí!¡Señorita Durán!
Entonces algo o alguien la tocó por la espalda. El pánico a aquello que habitaba en la oscuridad emergió, y tuvo que gritar.
“ Si por casualidad te roza, jamás grites, si lo haces, sabrá que para ti existe, y entonces se dedicará a atormentarte siempre que entres donde él habita.”
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Me gusta, me gusta.
Pero hay dos cosas que me chirrian:
-la abuela me parece un tanto plana en su envaramiento. Podrías profundizar en ella, tiene mucho potencial. Sus motivaciones, sus sentimientos por las niñas. Daría mucho juego, creo.
-tienes un lenguaje muy literario, con detalles estupendos como "ajustició a la absoluta oscuridad".
Pero cuando aparece en diálogos los "acartona" un poco, pierdes frescura. Por ejemplo "disculpe que interrumpa su estado de conmoción". Tu relato ganaría si empleas frases de diálogo más sencillas.
Pero es una buena historia que se lee con avidez. Buen trabajo.
Gracias Bio Jesus y se agracen también tus recomendaciones.
Saludos
Estoy con LCS y Bio Jesús, especialmente en lo de plantearse una primera persona. Me atrevo a indicar también que una revisión de los signos de puntuación podría dar más fuerza a las frases.
Gracias Olethros, cualquier recomendación siempre tiene validez
Un relato interesante pero ¿qué piensas de reescribirlo en primera persona? Creo que ganaría un montón. Imagina esas palabras de la abuela, interrumpiendo la narración.
Bastante inútil