Anatomías secretas
Reseña de la primera antología de la Hermandad Poe publicada por Nostrum
Anatomías secretas es una antología de relatos breves que gira en torno a los cambiaformas, a los monstruos que, bajo apariencia humana, esconden algo terrible en su interior. Este hilo conductor ha sido tratado de modos muy distintos, desde los más literales a los más metafóricos. Del mismo modo, el estilo y el tono varían mucho. El nivel medio del libro es alto, en cualquier caso, sobre todo en cuanto a calidad de la prosa. No obstante, la diferencia de enfoque hace que la acogida de cada relato por separado resulte dispar.
Abre el libro con el prólogo El animal que somos, de Fernando López Guisado, el antólogo, quien realiza una pequeña reflexión sobre el tema más dirigida a introducir tanto el libro como a la Hermandad Poe. Como extra, trae el poema Manukanaka, el hombre tiburón, una obra llena de simbolismo. A continuación, los relatos:
Francisca (Manuel Lacarta Salvador): Una breve obra de carácter marcadamente lírico que se articula en torno a las sensaciones y los símbolos propios de la mitología del cambiaformas. Una aproximación más poética que narrativa que genera potentes imágenes.
Lo que dicen los ojos (José Guadalajara): Un relato pausado y de sabor clásico, con una trama tan escondida como adivinada bajo la piel aparente de la historia principal. Monjes y bosques nevados con sabor a Bécquer.
El oborot (Elena Muñoz): Una inmersión en el folclore eslavo y los ambientes rurales, con cierto toque al vurdalak de Tolstoi. Se apoya en la atmósfera para generar desasosiego mientras desarrolla una trama más bien canónica, donde se trabaja la relación atracción – repulsión del monstruo.
El vestido de mi madre (Javier Quevedo Puchal): Una aproximación muy original en la que se mezcla el ambiente malsano de una familia desestructurada con el monstruo intimista de los fantasmas personales. Una obra espeluznante con una prosa sencilla y potente al mismo tiempo.
Muló (Juan Ángel Laguna Edroso): Acercamiento al folclore del pueblo gitano en el que se mezclan sus mitos ancestrales con un escenario contemporáneo de barriadas asoladas por la droga. La prosa genera cierta distancia que rehuye el tono de novela negra que hubiera parecido natural.
Licaón en la Moncloa (Francisco Javier Illán Vivas): Un relato muy ligero, un entremés humorístico que con la excusa del cambiaformas juega a la sátira del poder.
Custodi me a bestiam (Alejandro Romera): Bastante canónico en su planteamiento y ejecución, nos muestra la búsqueda de la quimera del monstruo y su encuentro donde siempre reside. A destacar el ambiente rural de comunidad cerrada.
El ansia (Miguel Puente Molins): Interesante fusión del mito tradicional y el folclore gallego con el terror contemporáneo de las grandes corporaciones. Una narración dinámica volcada en el entretenimiento que juega con varios conceptos muy interesantes.
Miles, miles (María Concepción Regueiro Digón): Narración que trabaja con el concepto del cambiaformas desde varias ópticas —identidad, monstruosidad, aceptación en la sociedad, etc.— a ritmo de relato pseudopolicíaco. Rico en matices.
La mirada del dodo (José María Tamparillas): Una auténtica joya en todas sus facetas: prosa ajustada, rica y elegante, trasfondo social y mitológico bien engrasado e introducido, anclado en la realidad contemporánea, genial atmósfera, ritmo, calidad de diálogos... Diez sobre diez.
El tigre soplado (Eloy Alonso): Una historia que se apoya en lo exótico de su ambientación y en la dureza del trasfondo de las plantaciones de mediados del siglo pasado. Cierto sabor a Quiroga en el acercamiento al chamanismo y la superstición desde una perspectiva social.
Axol (Fernando Cámara): Aborda del modo menos evidente la temática del volumen, pero realizando un gran trabajo acerca de la identidad y del monstruo que anida en nuestro interior, asustado como el engendro de Frankenstein. Prosa precisa que arrastra hasta la catarsis final.
El otro hombrelobo (Emilio González Martínez): Un entremés ligero que se apoya en un juego de palabras para hablarnos de horrores contemporáneos. Se podría haber ligado mejor con la temática del volumen y explotar el juego de espejos más a fondo.
El lobo hombre (José Elgarresta): Otro breve juego dialéctico para hacer crítica política. De nuevo, se le podría haber dado más calado.
Texturas (Ángel Luis Sucasas): Un relato que bascula con decisión hacia lo estético para reubicar al monstruo clásico en un ambiente contemporáneo y exclusivo. Respetuoso con el cuento fantástico tradicional, busca darle nuevas coordenadas, un poco a lo Gaiman. Una obra llena de sensualidad.
Piel de foca (Nuria C. Botey): Como cierre, una narración que aúna a la perfección todos los pilares del cambiaformas y los introduce sin exabruptos en una trama muy bien resuelta y que trae como añadido el magnífico escenario de las Islas Feroe. Un trabajo sobresaliente.
Conclusión: Anatomías secretas esconde bajo la cubierta de Carlos Gregorio Simón Godoy una antología dispar en la que brillan con particular fuerza los relatos donde los autores han puesto toda la carne en el asador y no necesariamente con grandes artificios.
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