Amor inmortal

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Tomm Coker y Daniel Freedman publicado por Panini

Sí, esta es una historia de vampiros y, además, se titula Amor inmortal, por lo que, como os podréis imaginar, tenemos un chico conoce a chica y... en esta ocasión la chica es el vampiro. Tampoco hay de momento ningún giro extraordinario en la trama —este es el primer volumen recopilatorio de la serie y es más una presentación que un arco narrativo cerrado—, ni ninguna ruptura con los clásicos modernos del género —pongamos Blade como punto de referencia—.

¿Por qué nos podría interesar leerlo, entonces? En primer lugar, en único lugar, demonios, porque nos gustan las historias de vampiros. Si se siguen escribiendo tantas es porque este clásico del terror tiene el suficiente carisma para mantener el interés del público. Pero, claro, con tanta oferta la historia ha de ser buena, estar hecha a conciencia. Si no...

Este Amor inmortal de Tomm Coker y Daniel Freedman lo está. Será canónica —al menos, de momento—, pero está realizada con pasión y gusto por los detalles. No sé si tiene algo o mucho que ver con que ambos artistas escriben el guión y ambos, también, participan en el apartado gráfico —Coker como dibujante, Freedman al color—, pero se percibe que se han volcado en la historia.

Así, nos encontramos con una trama que fluye con sencillez y un ritmo encomiable, con unos personajes que se adivinan únicos a pesar de apoyarse sobre arquetipos, con un buen conflicto narrativo, que es conducido con solvencia, y con unos escenarios llenos de esa poesía siniestra que requiere el género. Porque esta es una historia de vampiros de la vieja escuela: una historia de vampiros con sangre, muerte, horror y romanticismo trágico, de damas espectrales, no de animadoras remilgadas, para que nos entendamos.

Además, en honor a la verdad, sí que hay que señalar que en algo se sale de la línea más purista de las historias herederas de Stoker y Anne Rice: la acción se sitúa en el Lejano Oriente y no de un modo accesorio. Lejos de limitarse a utilizar katanas y escenarios exóticos como marco accesorio, la mitología china se funde aquí con el vampiro, ese horror subyacente a todas las culturas, con particular acierto. Si bien los ecos al vampiro occidental ya señalados son más que evidentes, están entrelazados con otros que hemos visto menos a menudo, al menos en el mundo del cómic y la literatura.

El resultado es una serie que arranca de un modo muy prometedor. Amor inmortal tiene todos los ingredientes para convertirse en una memorable historia de vampiros: una buena dosis de oscuridad, un planteamiento honesto que bebe sin tapujos de la tradición folclórica, una estética de lo más sugerente y acción, mucha acción y mucha sangre para que la tensión no decaiga.


 

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