Otra vuelta de tuerca
Un artículo sobre la famosa novela de Henry James
Siempre se califica la obra de Henry James (1843-1916) publicada en 1898, Otra vuelta de Tuerca (The turn of the screw), como una novela de fantasmas y, sin embargo, sin dejar de serlo, es mucho más que eso.
El argumento, yo creo, es de sobra conocido. (¡Ojo spoiler!) Durante una víspera de Navidad, un grupo de amigos, entre los que se incluye el propio narrador, se reúnen para contarse historias de terror frente al fuego. Uno de los personajes (concretamente Douglas) les habla del manuscrito de una institutriz, que lee días después y que contiene la verdadera historia de la obra, narrada por la propia institutriz.
En ella se cuenta como una institutriz llega a Bly, una mansión de la Inglaterra victoriana, para hacerse cargo de la educación de dos hermanos (Miles y Flora). A Flora, la niña, la conoce enseguida y le parece una persona encantadora. En cambio, a Miles, el mayor de los dos, no lo conoce hasta días después de su llegada. El motivo del regreso del niño a Bly es que ha sido expulsado del colegio. Aun teniendo sus dudas, Miles también le parece a la institutriz, en un principio, alguien encantador.
Cuando la institutriz habla con la señora Grose, ama de llave de Bly, se entera de que tanto la señorita Jessel, antecesora en su cargo, como un criado llamado Quint, mantuvieron una estrecha relación con los niños y que ambos murieron en extrañas circunstancias.
Hasta este punto, está todo claro, pero a partir de aquí es dónde comienzan las dos posibles interpretaciones de Otra vuelta de tuerca.
Por un lado, se puede considerar la novela como una obra de fantasmas tradicional. La institutriz se entera de que los fantasmas de la señorita Jessel y de Quint rondan a sus pupilos y de que aún mantienen relaciones con ellos. Su máxima preocupación es apartar a los niños de ellos. Bien. Según esta interpretación, no dejaría de ser una novela de fantasmas más, en la que se han basado algunas películas como Los otros de Alejandro Amenábar.
Por otro lado, y para mí es donde reside la grandeza de esta novela, puede que no sea realmente una novela de fantasmas. Henry James no lo deja claro del todo. Juega con la ambigüedad, utilizando lo que se ha venido a llamar como un narrador imperfecto, es decir, un narrador del que no te puedes fiar. Lo habitual en las novelas omniconscientes que se escribían durante el siglo XIX era que el narrador lo supiera todo y que te lo contara, según le iba conviniendo, administrando la información a su antojo, pero sin necesidad de mentirte ni de tratar de engañarte nunca. Le bastaba con dosificar la información que daba al lector.
En esta novela, en cambio, la institutriz nos cuenta su verdad, pero aquello que nos cuenta no tiene porque ser cierto. No está claro (el autor no lo desvela a propósito), pero es posible que la institutriz se esté lo imaginando todo, que los fantasmas no existan y que, por tanto, los niños no se relacionen con ellos en ningún momento. Puede que la institutriz esté loca, que sufra alucinaciones por culpa de la presión de formar parte de pronto de una clase social superior a la suya, y que el desenlace final de la novela sea únicamente culpa de sus imaginaciones.
En definitiva, una novela muy recomendable, que merece la pena releer, sobre todo de noche y a la luz de las velas.
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Muy cierto. La ambigüedad de la novela es una de sus bazas más valiosas, creo yo, porque crea esa atmósfera inolvidable y contribuye también a generar una tensión de gran valor en torno a los niños. ¿Son niños indefensos? ¿Niños cabrónidos? Una de esas novelas que merece la pena releer si te gusta el terror decimonónico.
En cualquier caso, en sus mecanismos es sin duda una historia de aparecidos, los haya o no los haya, creo yo.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.