Cuatro contra los Dioses y vs. los Vengadores
Analizamos los primeros números de Los Defensores recopilados por Panini
Mencionábamos hace unas semanas la fantástica película de Los Vengadores y lo hacíamos en una reseña de la etapa de Roger Stern al frente de la colección. Sabemos que la primera asociación de ideas que se hace al ver la obra de Joss Wheddon es vincularla a los Ultimates de Mark Millar, pero una reflexión más profunda obliga, en efecto, a echar la vista más atrás.
El aroma que desprende es el de los cómics clásicos de Marvel, los de Roger Stern y, retrocediendo un poco más, los de Steve Englehart. Heredero de Roy Thomas en la Marvel de los 70, Englehart recibió el encargo de crear una colección sobre un segundo supergrupo para la editorial, de características opuestas a Los Vengadores. Si este se enriquecía en base a la camaradería que se vivía en la mansión entre crisis y crisis, Los Defensores, que así se llamaba el nuevo grupo, era el fruto de una concatenación de coincidencias que hacía que unos cuantos personajes de lo más díscolo y dispar de Marvel (Doctor Extraño, Hulk, Estela Plateada, Namor, Valquiria y Ojo de Halcón) se juntaran una y otra vez sin siquiera desearlo.
Esta necesidad permanente de conflictos hizo de los primeros números de Los Defensores (los que recoge Cuatro contra los Dioses) en un barullo tan absurdo como divertido y kitsch. Las continuas peleas con enemigos tan pintorescos como Necrodamus, Calizuma y sus hechiceros guerreros, el Sin Nombre, la Reina Casiolena, Yandroth, Cyrus Black y el Fantasma Rojo convierten el comienzo de esta serie en una montaña rusa que es la quintaesencia del cómic Marvel. Gran parte de culpa de esto la tiene Sal Buscema, siempre menos valorado que su hermano, pero más interesado por los superhéroes que este y poseedor de un estilo propio vibrante y luminoso que derrocharía en los grandes títulos de la editorial durante las décadas siguientes.
Por si todo eso no fuera poco, Englehart aprovechó su condición de guionista en Los Vengadores y Los Defensores para idear un cruce entre ambas colecciones, algo inédito hasta entonces. El guionista ideó una conspiración en la que Loki y Dormmamu se aliaban para confrontar a ambos grupos. Lo que vino a continuación fue el hoy mil veces visto esquema de enfrentamiento-revelación-alianza-clímax. Cuarenta años después, parece que no hemos innovado demasiado, pero en aquel momento, el resultado fue sensacional, dejando para la posteridad un mítico enfrentamiento entre Thor y Hulk (“¡podéis utilizar esta página de póster! Pero, como querréis conservar la historia completa, quizás debáis comprar otra copia para arrancarla”, rezaba con sorna un cuadro de ese número).
En definitiva, una lectura desinhibida, sin complejos ni ambiciones desnortadas, un tebeo en glorioso Technicolor, si nos ponemos en plan Garci. En definitiva, una muestra más de la acertada política de reediciones de cómics Marvel clásicos por parte de Panini.
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