Necróparis
Reseña de la abracadabrante novela de Fernando Cámara publicada por NGC Ficción!
Apenas terminas de leer Necróparis sabes que no olvidarás el libro. El viaje que has emprendido (y que en mi caso me llevó vertiginosamente a su final) es irrepetible. Fernando Cámara no nos trae una novela más con la que llenar las estanterías, sino que nos presenta una forma arriesgada de hacer literatura. Arriesgada y, al mismo tiempo, visceral y auténtica.
He vivido en París unos cuatro años, y sigo visitando la ciudad con frecuencia. Aun así, no he olvidado mis primeros viajes como turista a la ciudad de las luces. Cámara, pondría la mano en el fuego, tampoco lo ha hecho, y plasma esa toma de contacto con una gracia y un estilo formidables. Al mismo tiempo, no lo hace desde la óptica de un turista estándar: desde las primeras palabras somos conscientes de que los protagonistas, ese matrimonio que tras tantos años ha decidido tomarse una pausa de familia e irse unos días de enamorados a París, no son gente común.
Este es uno de los primeros grandes aciertos del libro. Los protagonistas son carismáticos de un modo inesperado. Es imposible no simpatizar con sus manías, su carácter hipocondríaco, sus rarezas, sus neuras de mediana edad, sus inquietudes, su modo de mirar las cosas... Cámara los recrea, además indirectamente, con pulso magistral. El abanico de sentimientos que despiertan, las complicidad que establecen, es algo extraordinario.
La estructura del libro también lo es. La división en capítulos, con unas entradillas por secciones que siembran la perplejidad en el lector y azuzan su hambre de ver cómo se concatenan sucesos tan, en apariencia, peregrinos e inconexos, es otro gran acierto. En él vemos que Cámara no tiene reparos en jugar con la propia presentación de la historia, saltándose los planteamientos más clásicos pero, al mismo tiempo, de un modo totalmente justificado.
La trama, como cabía suponer, tampoco tiene nada de tradicional. Es una espiral entre surrealista y onírica (modo pesadilla, claro). Esta resulta más fosca que aterradora, al menos en mi caso. Las imágenes que nos trae el autor, con sus maniquíes, sus laberintos y sus situaciones irracionales, es posible que no cale en escalofríos por el carácter de los protagonistas. Personalmente, no lo veo un defecto. En gran medida, Necróparis es una obra más grandguiñolesca o de humor macabro que de terror propiamente dicha, aunque encierra pasajes que bien valen un estremecimiento o, al menos, la congoja que debería acompañar al apocalipsis moderno.
En definitiva, la novela se revela como una lectura muy interesante. Aúna una magnífica prosa con un planteamiento tan insólito como efectivo. El cóctel del escenario, en el que encontramos numerosos elementos de la cultura de nuestra generación (¿os suena Mandrake o Mazinger Z?), termina de redondear el conjunto. De las mejores lecturas que he disfrutado este año. Y, sin duda, la más peregrina.
Estoy deseando repetir.
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