El arte más íntimo

Reseña de la novela de Poppy Z. Brite publicada por La Factoría de Ideas

Andrew Compton es uno de los asesinos en serie más famosos de Inglaterra. Tras cinco años en la cárcel idea un plan para huir. Conocedor de los entresijos de la muerte, consigue engañar al médico de la prisión fingiendo su propio fallecimiento. Dejando un reguero de sangre a su paso, conseguirá llegar hasta los EEUU, donde encontrará un compañero ideal para dar rienda suelta a su íntima forma de arte, y un objetivo común.

La visceralidad en la literatura es una de las señas de identidad más características de los autores de terror hispanos. Casi siempre encaramos los pasajes más escabrosos de frente, sin escatimarle al lector los detalles más sórdidos o truculentos.

Poppy Z. Brite sabe mucho de esto, y su estilo es más cercano al de los creadores hispanos que al de los autores anglosajones.

Es complicado analizar un libro como El arte más íntimo. Por un lado, si se ensalza demasiado puede parecer que el que suscribe es algo morboso (es así y no), y por otra parte, sería injusto obviar la calidad de esta novela porque pueda remover algunas conciencias.

No resulta sencillo admitir que uno pueda disfrutar con pasajes demasiado escabrosos, y el nivel de detalle con el que nos transmite Poppy Z. Brite los asesinatos y torturas es brutal, obligando al lector a adquirir un rictus de desagrado una página tras otra. Esto hace que sea su mayor virtud y también lo que echará atrás a los lectores de estómago más delicado.

Pero no nos llevemos a engaño, porque no estamos ante una obra de gore gratuito. Hasta en los momentos más peliagudos, la autora se destapa como una narradora excepcional, que maneja una amplitud de registros asombrosa. Especialmente llamativo es que consiga realizar una crítica social desde el prisma de un asesino en serie, que no sólo no se arrepiente de sus actos, sino que menosprecia el mundo en el que le ha tocado vivir, por no compartir su visión “privilegiada”.

La narración intercala la primera y tercera persona, en un acierto total, ya que esto hace que (asombrosamente) uno pueda llegar a empatizar con el detestable personaje de Andrew Compton. Se nos sitúa bajo su perspectiva con tanta precisión, que uno se sorprende deseando que su descabellado plan de huida salga bien, e incluso que alcance sus objetivos, aun cuando estos impliquen dejar unos cuantos cadáveres por el camino.

La sociedad de principios de los 90, y los temas de actualidad de la época, son retratados con maestría, y se antojan claves de la trama. Quizás esto acerque la novela al American Psycho, de Brett Easton Ellis, con la que tanto se le compara. Pero, en mi opinión, las similitudes son exclusivamente que ambos son libros sobre psicópatas despiadados en los que no se intenta edulcorar ningún pasaje, y que han sabido transmitir la incertidumbre de las épocas en que fueron escritas. Por lo demás, incluso me atrevería a decir que la novela de Poppy Z. Brite es más completa y certera que la del autor norteamericano.

Mención aparte merece el dibujo de los personajes. En ese aspecto es impecable, y se enfocan de una manera muy apropiada, para jugar con los sentimientos del lector, que se planteará su propia moralidad varias veces a lo largo de la narración.

En resumen, una novela dura, pero también con momentos de gran belleza (en un estilo de belleza plástica similar al cine de Takashi Miike), que se puede disfrutar mucho siempre que uno tenga claro lo que va a encontrar, y sepa vislumbrar la gran calidad literaria que atesora tras el festival de vísceras que retrata.

LO MEJOR: Que, independientemente del género que aborda, es una gran novela, de narración impecable, rica en matices, y que realiza un preciso retrato social.

LO PEOR: Que tal vez la forma no deje vislumbrar el fondo, o que algunos lectores no resistan en el envite y prefieran ni verlo.

 

Darío Vilas

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