Tête de champignons

Imagen de Anne Bonny

Reseña del cómic de Hugo Pratt protagonizado por Corto Maltés

 

He estado buscando por ahí la traducción al castellano de este cómic de Corto Maltés (lo he leído en francés), pero no ha habido suerte. Iría antes de La conga de las bananas, pero más no podría asegurar. No sé, de hecho, si han optado por otra solución para el doble sentido del título: Tête de champignon (cabezas de champiñón) como los peinados de algunas tribus indígenas sudamericanas y como las setas que se come nuestro protagonista en un sabroso arroz, cortesía de un buen amigo.

 

Últimamente, Hugo Pratt me tiene fascinado. En una primera lectura uno ve que es un buen narrador por el ritmo que es capaz de imprimir a las historias a pesar de su deliberada voluntad de no seguir los esquemas clásicos y por lo sugerentes y originales que resultan sus escenarios. Luego tiene otros cómics, como éste que nos ocupa o La Laguna de los Hermosos Sueños  que reseñaba el otro día, en los que nos permite vislumbrar algo más de sus mecanismos narrativos. Y de deja boquiabierto por la sencillez y, al mismo tiempo, fuerza de estos recursos.

 

¿Qué tienen en común estas dos historietas? Que son de aventuras sin, en realidad, serlo. En la segunda queda más claro por el mensaje que la misma porta, pero en ésta queda un poco más desdibujado en el plano contenido para reposar más sobre el continente. Obviamente están los valores que el apátrida Corto Maltés acarrea en todas sus fábulas, en ésta focalizados sobre el tema indio, pero aquí nos centramos más en lo que ocurre que en lo que quiere decir lo que ocurre, quizás amparados en la amnesia del personaje.

 

¿Y que ocurre? Que, para hacerle recuperar la memoria, un amigo le hace un guiso de setas y se lo lleva de aventuras a la jungla. Desde el principio, uno adivina por dónde van a ir los tiros... en una primera lectura. Y digo primera lectura porque en Corto Maltés la magia siempre está presente, pero se permite ser sutil.

 

Se podría pensar que la aventura de Têtes de champignon no ocurre en realidad (¿como todos los cómics, tal vez?), que es un paisaje onírico, una experiencia de sueños y viajes, pero el cierre de la historia deja una puerta abierta, como siempre, a otras interpretaciones. Tal es el dominio de Pratt de esta sutilidad que no se preocupa de recursos fáciles cuando presenta la trama: amnesia – indios – setas.

 

Es una magia relacionada con los mares que navega Corto Maltés, con las puertas por las que nos conduce, por esa gracia con la que no explota lo obvio y, por el contrario, encuentra el sabor a aventura exótica en cada puerto. Lo natural en un escenario como éste hubiera sido hacer una aventura en torno a El Dorado. Pratt lo hace, pero lo lleva más allá.

 

Sencillamente fascinante, y no únicamente por la parafernalia de junglas, exploradores, indios, cabezas reducidas, anticuarios y cazadores de tesoros, que ya de por sí nos encantan, sino porque consigue expandir el género, como decía aquel, toujours un peu plus loin...: Siempre un poco más lejos...

 

Autor

 

Hugo Pratt fue un guionista y dibujante de cómics nacido en 1927 en Rímini (Italia), y fallecido en 1995. Su padre era soldado y en 1937 su familia se trasladó a Etiopía durante la ocupación italiana. Sería el primero de sus múltiples viajes. Tras el fallecimiento de su padre en un combate contra los ingleses, Pratt fue confinado en un campo de prisioneros donde comenzó a adquirir historias de los guardias, muchas de las cuales le servirían como materia prima para sus historietas.

Tras la guerra, Pratt se unió al autodenominado Grupo Venecia con otras personalidades del mundo de la historieta como Alberto Ongaro, Dino Battaglia y Mario Faustinelli. La revista Asso di Picche comenzó a circular en 1945.

En 1949 Pratt se mudó a Buenos Aires, donde trabajó como editor para la Editorial Abril. En la revista de aventuras Misterix conoció a artistas argentinos como José Luis Salinas, José Muñoz y Francisco Solano López, y a Héctor Germán Oesterheld, con quien colaboraría dibujando para él Sargento Kirk, Ticonderoga y Ernie Pike. Volvió a Italia en 1962 y en 1967 comenzó a escribir las aventuras de Corto Maltés.

 

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