Crítica sobre uno de los clásicos más angustiosos de la historia del cine, ¿Qué fue de Baby Jane?
¿Qué fue de Baby Jane? es una de esas películas clásicas de las que siempre he oído hablar, pero que nunca había tenido oportunidad de ver. Finalmente me decidí a verla y me pasó tres cuartos de lo mismo que con Un tranvía llamado deseo: cuando por fin la vi, me pareció un peliculón, pero lo pasé realmente mal viéndola.
Este drama del año 1962, que tuvo cinco nominaciones a los Óscar, fue dirigido por Robert Aldrich, conocido también por Doce del patíbulo, Sodoma y Gomorra y Veracruz, entre otras. El film tiene mucha leyenda negra detrás, lo cual viene a mitificar más aún una obra muy personal y de gran calidad, que originó, según me ha dicho un amigo cinéfilo, muchas películas imitadoras de su argumento y estilo.
Las estrellas en decadencia Bette Davis y Joan Crawford coprotagonizaron esta historia de dos hermanas marcadas por sus viejos triunfos, que son incapaces de entenderse. Davis es Baby Jane, una vieja estrella infantil que no ha superado su precoz etapa de éxito. Vive anclada en el recuerdo de esa etapa dorada en la que era el centro de atención, el ojo derecho de su padre y hasta el modelo de un muñeca que se comercializaba.
Crawford interpreta a su hermana Blanche, que vivió su infancia siempre a la sombra de Jane, esperando que llegue su momento. Al hacerse mayores, es Blanche la que triunfa como actriz, mientras que la antigua niña prodigio es despreciada por productores y directores por su falta de talento, y sobrevive gracias a su hermana.
Un extraño y trágico suceso deja a Blanche en silla de ruedas y al cuidado de Jane, que sólo siente odio por su hermana. Recluidas en una sombría mansión, las hermanas malviven con una extraña dinámica entre ambas: Jane se muestra desequilibrada, mientras que Blanche parece incapaz de desentenderse de ella. Desencuentros entre ambas van teniendo lugar, con una crueldad que va in crescendo y que deja a la historia del cine algunas de las mejores escenas de terror psicológico.
Al parecer, Davis y Crawford se odiaban en la vida real y se dedicaron a fastidiar a la otra durante el rodaje, lo cual hace que sea más meritoria su interpretación: los personajes no son buenos o malos sin más, sino que están llenos de matices. La interpretación de Davis, en particular, me parece de quitarse el sombrero, en tanto en cuanto su papel de hermana malvada es, a priori, más desagradecido. Consigue esta actriz, sin embargo, despertar distintos sentimientos en el espectador, desde la compasión hasta la simpatía, pasando por el desprecio.
La ambientación opresiva de la película y la trama angustiosa merecen la pena, aunque el desagradable argumento -una reflexión sobre la soledad, el fracaso personal, el egoísmo…- disuadirá a más de uno.
Se me ha puesto mal cuerpo sólo de leer el artículo y ver los fotogramas. A ver si me hago con la película y paso otro peor rato viéndola...
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.