Oscar Wilde fue un personaje excéntrico y transgresor, un islote en medio de una sociedad -la victoriana, que se caracterizó por su mentalidad puritana, encabezada por una burguesía fuerte en los ámbitos político y económico– incapaz de comprenderlo. Sus palabras hablaban de amor, de belleza y de muerte, elementos que están presentes en cualquier vida pero que pocos se atreven a definir.