La máquina perforadora avanzaba lentamente, atravesando la dura roca, siempre hacia abajo. El complejo artefacto había abandonado la seguridad de la ciudad hacía ya ocho meses, y ahora estaba donde hacía calor, cerca del núcleo. Tenía una única misión: almacenar el magma en su depósito trasero y utilizarlo en la ciudad como fuente de energía.