La casa embrujada
Análisis de The Haunting House, el juego de estrategia de Twilight Creations
La casa embrujada (The Hauting House en el original) es un juego de estrategia que se puede jugar, sin problemas, desde dos hasta seis jugadores. Está indicado a partir de 10 años, pero si se explican las reglas, hemos llegado a jugar hasta con niños de seis (siempre y cuando tengan buena memoria y cierta facilidad: el juego no depende gran cosa de la lectura).
El argumento es justo el que cabía imaginar: los jugadores se introducen en una casa abandonada, y por supuesto embrujada, y tienen que llegar hasta el otro extremo. El que sale el primero, gana. La tarea no es banal, en cualquier caso, pues los pasillos y las estancias se mueven y hay trampillas secretas y pasajes inesperados que la convierten en todo un laberinto.
El sistema de juego es sencillo y se aprende en menos de cinco minutos. Está basado en mazos de 10 cartas (cada jugador tiene el suyo, con cartas idénticas) que se aplican en dos turnos alternados, uno sujeto casi por completo al azar y otro en el que se puede desarrollar más estrategia. Ambos tienen la misma mecánica: colocar cuatro cartas boca abajo frente al jugador e ir jugándolas una a una, intercalando jugadores. En el turno “azaroso”, estas cartas no se eligen, ni tampoco el orden; en el turno “estratégico”, sí, pero hay tres que no son accesibles, como si fueran propias y exclusivas de la casa.
Las cartas permiten desplazarse por un tablero realizado a base de losetas que representan pasillos (cruces, estancias, ángulos, etc.). Unas, brindan movimiento, bien por los pasillos, bien a través de pasajes secretos. Otras, sirven para cambiar la posición o la localización de las losetas, lo que hace que la casa cambie su interior de un modo caprichoso.
Como se ve, el sistema es muy sencillo, pero, al mismo tiempo, funciona muy bien con la ambientación: resulta desesperante avanzar por la casa porque los personajes se comportan como si estuvieran desorientados. Hay que tener en cuenta que las cartas obligan a determinadas acciones, por lo que en ocasiones los peones se echan a correr hacia donde no deben. Si a esto se suma que tanto la salida como las habitaciones intermedias pueden cambiar de lugar, el caos está garantizado. A la sensación de estar perdido en una mansión encantada ayudan también los peones, que representan personajillos lamentándose de su mala cabeza. El apartado gráfico está muy cuidado.
Como aspecto negativo, se podría señalar que La casa embrujada puede llegar a ser frustrante en el apartado estratégico. Se depende mucho del azar no ya solo en el turno “azaroso”, donde conseguir hacer algo útil es una epopeya, sino incluso en el turno estratégico porque hay muchos factores que hacen difícil adivinar cuáles van a ser las acciones de tus adversarios (y, por lo tanto, avanzar). Si eres de los jugadores que consideran injusto perder por culpa del azar, es posible que te lleves uno o dos cabreos, pero ¿quién dijo que salir de una casa encantada era cuestión de mera táctica?
Personalmente, este enfoque es algo que no nos disgustó en absoluto, porque permite también jugar gente de edades y habilidades muy distintas sin que se reduzca la diversión. La sensación de claustrofobia e impotencia está muy bien conseguida y resulta muy divertido verse mareado por la casa sin piedad. En algunos momentos recuerda al clásico juego de La escalera, donde podías acabar en un abrir y cerrar de ojos lejos de la salida que ya tocabas con los dedos.
En definitiva, La casa embrujada es un buen juego, fácil de aprender y de poner en marcha, divertido y con una buena sintonía entre mecánica y ambientación que, por otra parte, tampoco está llamado a convertirse en un gran clásico por ser, tal vez, demasiado caótico.
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