"Todos llevamos un fascista dentro". La cuestión es hasta donde dejas que salga. Todo control cotidiano, toda lucha de poder cotidiana, los padres, el maestro, el vigilante de seguridad, el capo del curro, el poli de barrio, son pequeños poderes que van socavando y entrando en ti mismo. La estructura del panóptico es la metáfora y la realidad de un poder que mientras habla de libertad (surge en época de revoluciones liberales) genera todo un sistema de disciplina. No hace falta la represión más brutal. Al final, ahí presente, la prisión, el psiquiátrico. No buscan reeducar. Sus métodos llevan más de siglo y medio fracasados. Pero siguen siendo útiles.
La revuelta de esos payasos carece de sentido, no la defiendo. Pero conozco a la policía. No hace falta mucho para que impongan al pequeño fascista que habita en todos. Una patada en la barriga a un moro esposado porque huyó de ellos, etc. El pan de cada día. Y no defiendo la imposición de condenas más graves sobre la delincuencia común, anualmente menos importante en el impacto social (capital que se nos va) que el fraude fiscal o la corrupción. Delincuencia común que se nutre de los elementos más marginales del proletariado. Estos chavales no son 'delincuentes' etiquetados como tales. Tal vez lo habrían sido en el País Vasco, donde se mide por otros modos represivos.
Ah, y te recuerdo que la juventud de hoy en día está educada principalmente con valores liberales (del liberalismo de hoy, no del decimónico), inculcados principalmente a través de los mensajes que publicita el mercado. "Sé tú mismo comprando la misma marca que tus amigas". "Rebélate comprando nuestros productos aunque no les guste a tus padres". "Defiende tu derecho a consumir tu refresco favorito". Hedonismo y consumismo, todo muy liberal. El niño aprende liberalismo desde pequeñito, cuando le monta una buena a su madre si no le compra el bollicao.
Esos liberales de los que hablas son católicos que se creen que si el niño da clase de religión con eso basta para contrarrestar los mensajes subliminales que recibe permanentemente y que poco tienen que ver con el respeto al orden y el sacrificio por algo que no sea él mismo.
Si no te parece contradicción defender una economía de mercado basada en la falta de valores y defender los valores cristianos al mismo tiempo, pues ya me dirás.