Batman: La broma asesina
Reseña de esta perturbadora obra de Alan Moore, Brian Bolland y John Higgins sobre el señor de la noche de Gotham City
Últimamente he estado pensando en ti y en mí. Sobre lo que va a ocurrirnos al final. Vamos a matarnos, ¿no es verdad?
Esta arrebatadora declaración es el leit motiv de Batman: La broma asesina, uno de los mejores cómics de superhéroes que jamás haya leído.
Hay que decir que partimos de dos elementos muy importantes para que un cómic así me sedujera. En primer lugar, tiene un reparto que me resulta más que interesante. Por una lado está Batman, un superhéroe que me ha fascinado desde siempre tanto por su carácter atormentado como por el peculiar detalle de no tener superpoderes (lo que nunca le ha impedido codearse con los “grandes”). Por el otro, el Joker, uno de los más enigmáticos antagonistas que se haya creado, uno que, además, tampoco tiene superpoderes.
El segundo elemento es, por supuesto, Alan Moore. De momento no he leído nada de este guionista que me haya decepcionado. En todos sus registros, más o menos cínico, más o menos descarnado, más o menos cómico, siempre ha conseguido deslumbrarme. Con esta particular “broma asesina” no ha sido menos.
El argumento nos presenta a un Batman ya entrado en años que, después de sus numerosos “éxitos” contra el crimen, entra en una especie de crisis personal, o más bien de introspección, de análisis de qué demonios hace y por qué. Así, llega a la siniestra conclusión que he expuesto al principio. ¿Cuál será el final de su historia, en particular de su relación con el Joker? Bueno, creo que si nos lo planteáramos en serio, todos llegaríamos a la conclusión.
Es así como Batman va a buscar a su archienemigo y –como no podía ser de otra forma- éste se fuga y empieza la fiesta, o, mejor dicho, “la broma asesina”. Si Batman quiere averiguar algo, el Joker quiere demostrar algo.
El resultado de este planteamiento, y de su genial ejecución, es una historia en la que los superhéroes y los supervillanos muestran su lado más humano, sumergiéndonos en un cómic que tiene más de novela negra que de relato de tipos en leotardos. Desde mi modesto punto de vista, la historia recoge algunas de las situaciones y declaraciones más impactantes de la historia del cómic del superhéroes. No es ni una parodia ni una crítica al género, sino una sublimación del mismo; es el llevar a los personajes, dentro del marco fantástico que se creó para ellos, hasta las últimas consecuencias. El Joker está loco, muy loco, -y los fantásticos diálogos de Moore nos lo plasman con maestría-, y Batman es el oscuro justiciero de siempre. Y en esta narración el impacto en el lector no pasa por accesorios de fantasía, ni por viñetas llenas de líneas cinéticas, ni por arcos argumentales excesivos; todo lo contrario: aquí tenemos a Batman y al Joker y, como se utilizan bien, no es necesario nada más.
Por supuesto, el guión de Alan Moore no funcionaría ni la mitad de bien sino fuera por el brillante trabajo de Brian Bolland y John Higgins.
El primero nos brinda unos retratos muy de cómic, con unas figuras bien proporcionadas y muy expresivas que captan a la perfección el carácter de los personajes. Los emplaza, además, en escenarios sencillos y sugerentes a la vez, sin cargar demasiado los encuadres ni optar por un excesivo minimalismo. Una labor sobria, de las que a veces pasan desapercibidas precisamente por dejar espacio a la narración. Personalmente, un estilo que aprecio mucho en determinadas historias, aunque pueda resultar menos vistoso.
El segundo juega con los colores como todo colorista debería hacer. En ellos podemos ver reflejada la locura del Joker y el mundo oscuro de Batman -que era lo mínimo que cabía esperar-, pero también la angustia, la omnipresencia de los recuerdos (peso tan grave en ambos personajes), la confusión, el dolor y todo un abanico de sensaciones y sentimientos que son los que entretejen la historia.
Finalmente, y gracias a que los tres trabajos de los respectivos artistas se complementan a la perfección, tenemos uno de los cómics más memorables del género superheroico y, seguramente, dentro del mundo del cómic en general. Ojalá todos los autores fueran capaces de dar tanta dimensión a sus personajes. Así disfrutaríamos de menos refritos.
Sinopsis
Alan Moore (Northampton, 18 de noviembre de 1953) es un escritor británico conocido por su trabajo como creador y guionista de historietas para adultos. Sus obras más conocidas son Watchmen, V de Vendetta y From Hell.
Trabajó primero para el mercado de su país en revistas como 2000AD o Warrior y, a partir de 1984, para el mercado estadounidense. En 2003 al cumplir 50 años anunció su retiro del comic mainstream para dedicarse a la producción en otros campos de su interés, aunque hasta la fecha ha continuado realizando esporádicos trabajos "alimenticios" especialmente para su compañía editorial "America's Best Comics" (ABC) y para la "Wildstorm". A mediados de 2005 entregó su último guión de "The League of Extraordinary Gentlemen", rompiendo definitivamente con la Wildstorm y su casa matriz, la DC.
Brian Bolland (Lincolnshire, 1951) es un dibujante bien conocido por su trazo seguro y por sus llamativas composiciones. Sus trabajos más destacados han sido para Juez Dredd (2000 AD), Marvel y DC Comics. Sus primeros trabajos fueron en fanzines underground como Friendz, International Times, OZ y Time Out. En 1972 conoció a Dave Gibbons, gracias al cual obtuvo su primer trabajo profesional: Powerman. De esta publicación nigeriana pasaría a 2000 AD.
A partir de 1979 empezaría a trabajar para DC Comics, donde ya se centraría principalmente en una labor de cubiertas más que de interiores. En 1988 ilustraría “Batman: La broma asesina”.
John Higgins es un colorista que ha trabajado con grandes autores del cómic. Con Alan Moore, en concreto, participó en Watchmen y La broma asesina.
- Inicie sesión para enviar comentarios