La fuerza destructiva del odio

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Dr. Ziyo
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Rubén y su madre. Su madre y Rubén. Él tiene ocho años; ella, Sonia, bastantes más. Los dos se encuentran ahora mismo en la cocina. Cada uno a lo suyo. Ella fríe unas patatas para la comida en una sartén grande que pide a gritos ser arrojada a un vertedero, o mejor, a un ecoparque. Él juega, sentado a la mesa, con un enorme pegote de plastilina policromado que ha conseguido al juntar varios bloques de diferentes colores. Le encanta crear figuras, sobre todo, animales y personajes de cómic. Tiene un don, una gracia innata para dotarlos de gran realismo.

El niño está enfrascado en sus juegos —ahora mismo moldea con sus manos un colorido Increíble Hulk—, pero levanta alerta la cabeza al percibir un leve tintineo metálico. Su madre lo imita. Ambos parecen cervatillos asustados por la presencia de un predador.

Ruido titubeante de llaves en la puerta de la entrada, que se abre tras un leve forcejeo en la cerradura. Rubén se pone en pie como un resorte. Es Augusto, su padre, que vuelve de la calle, acompañado con toda seguridad de su inseparable amigo: el señor Alcohol, de apellidos Sin Medida.

—Ya estoy en casa —anuncia. Las palabras, arrastradas, confirman su estado de embriaguez. Sus andares erráticos lo certifican como la firma de un notario que da fe.

El hombre se asoma a la cocina, se queda allí plantado en la puerta y les lanza una mirada turbia y desdeñosa. El niño se esconde detrás de Sonia. Sabe que cuando su padre llega de esa manera a casa lleva un demonio dentro de su cabeza. Y él le tiene un miedo atroz a ese demonio. Rubén se abraza con fuerza a su madre, tensa como si estuviera intentando desactivar un explosivo cuyo temporizador lleva una cuenta atrás vertiginosa, y ambos contemplan entre expectantes y temerosos al marido/padre.

—¿Qué pasa? ¿Por qué me miráis así? —pregunta. Y en esa pregunta de aparente inocencia ya asoma velada la habitual amenaza, esa burbuja de cólera subyacente que crecerá y se agrandará hasta dar forma a una inmensa esfera destructiva.

Ninguno de ellos contesta. No pueden. Sus lenguas están resecas, tan pegadas a sus paladares como lo están esos imanes que decoran la puerta de la nevera. Su única respuesta es a nivel corporal: el abrazo entre ellos se intensifica y aparecen los temblores. Las lágrimas aguardan a ser derramadas. Están listas para hacerlo en cualquier momento.

—Pregunto que a qué vienen esas miradas —. El tono ha variado; es más severo. Más amenazador. Más como siempre.

Su madre balbucea una respuesta rápida a media voz mientras se toca el ojo derecho de manera inconsciente con una mano temblorosa. Lleva todavía en el rostro el maquillaje que le aplicaron los nudillos de su marido a principios de semana. Negro sobre morado. Los colores del dolor.

Él la quiere mucho —claro que sí, guapi—, lo que ocurre es que su forma de demostrarle su amor es bastante curiosa. En lugar de ramos de flores hay ráfagas de insultos; en lugar de llevarla a una cena romántica en un buen restaurante, la invita a una sesión de golpes a puño desnudo; en lugar de besarla con ternura, abraza su cuello con ambas manos hasta que ella casi no puede respirar. Sí, todo son delicadezas hacia ella. Eso es amor y lo demás son tonterías.

La respuesta de Sonia no resulta ser del agrado de Augusto. Como si alguien hubiera pulsado un interruptor oculto en algún rincón de su cabeza, cambia de un estado de aparente tranquilidad a transformarse en segundos en un ente colérico que brama con la potencia de un millón de voces.

—¡¡¡He preguntado que por qué cojones me miráis así!!!

Ese bramido, que llena toda la casa y se expande hacia el exterior, abre las compuertas de los ojos tanto de la madre como del hijo. Las lágrimas fluyen generosas. Las alimenta el miedo. Qué gran combustible.

Llanto en silencio. Tensión que flota en el aire, densa como el humo de la leña húmeda. Miradas materno-filiales que destilan un terror que se superpone al brillo de las lágrimas. El marido y progenitor los contempla con los puños apretados y ojos en los que, si uno se atreve a asomarse, se puede ver el abismo negro de la brutalidad y la violencia a duras penas contenida.

El mutismo de ambos y su aspecto desamparado —abrazados, llorosos y trémulos—, se le antoja incomprensible, ilógico, un completo sinsentido. No hay motivo para esa reacción, piensa su alcoholizado cerebro. Y ese breve pensamiento es la chispa que prende la hoguera, la espita que libera de repente el gas atrapado a presión, el pistoletazo de salida que dispara toda la energía malrollista acumulada en su interior. La burbuja de cólera ha crecido y se ha hecho mayor de golpe. Y ahí está el resultado: la esfera destructiva.

Un velo rojizo se interpone entre los ojos del padre de Rubén y la realidad. No hay más ciego que el que no quiere ver, dicen, pero en este caso la ceguera no es algo voluntario, es producto de un acceso de ira primitiva, una oleada de pura rabia animal que lo arrastra como a un pelele, una fuerza instintiva que lo maneja a su antojo e inserta una idea radical en su mente: tengo que hacer daño.

Con dos poderosas zancadas llega hasta la pareja. Arranca al niño de un tirón de los brazos de su madre y lo arroja sin contemplaciones a un rincón. El pequeño queda sumido en el llanto, los ojos cerrados con fuerza y las manos bien prietas contra los oídos, para no ver ni escuchar aquello que no quiere volver a ver ni escuchar.

La mujer, sola, indefensa, desprotegida, recurre al único escudo que se le ocurre, el que siempre esgrime ante él: la súplica. Pero como en las anteriores ocasiones, este recurso se revela inútil. Las manazas de su marido hacen presa en ella. Sonia es alzada unos centímetros en el aire por ese hombre con el que se casó un mal día y que no tiene pinta de ir a detenerse por nada. Aun así, ella gimotea un débil «No, por favor» que los oídos de Augusto ignoran. Sin mediar palabra, la estampa contra la nevera, con la misma facilidad con la que hubiera tirado a una papelera los restos de una manzana que acabara de comerse. El golpe con la espalda, demoledor, le arranca un alarido cuando su columna se quiebra y casi consigue derribar la nevera, que se tambalea durante unos segundos como un boxeador noqueado. Sonia queda inmóvil sobre las baldosas; una alfombra con forma humana. Aunque eso no detiene a su agresor, que desgasta sus zapatos con las patadas que esparce generoso sobre ella, y su lengua con los insultos que le dirige.

Patada. Insulto. Patada. Insulto. Patada. Insulto. Insulto. Patada. Insulto. Patada. Patada. Patada...

La cara de su cónyuge es un amasijo sangriento de carne, sin embargo, eso tampoco lo detiene. Su furia es tanta que no le permite apercibirse de que lo que golpea con saña es, desde hace ya rato, un cadáver.

El hombre se gira sorprendido cuando unos puños diminutos golpean su espalda. Es Rubén, que ha roto su inmovilidad y se ha levantado en un intento tardío y desesperado de defender a su madre de la brutal agresión. Un único pero contundente manotazo en la cara y el enrabietado niño sale disparado hacia atrás como un proyectil humano. Su cabeza golpea contra el canto de la mesa donde jugaba momentos antes y una grieta escarlata florece muy cerca de su oreja izquierda. El suelo lo recibe con los brazos abiertos y lo acuna maternal en su semiinconsciencia.

El velo rojizo desaparece y Augusto parpadea confuso, recién salido del trance al cual lo ha arrastrado el alcohol y que lo ha llevado casi al paroxismo de la violencia. Horrorizado por lo que ve —y por lo que acaba de hacer—, su mirada alterna entre los dos cuerpos abatidos. Rubén, mirada soñolienta, brecha en la cabeza, ligero balbuceo, da la impresión de encontrarse en mejores condiciones que Sonia. Su mujer es la que presenta peor aspecto y por eso se arrodilla raudo ante su cuerpo. La abraza con desesperación al comprobar que no respira y entonces comienza a mecerla, adelante y atrás, adelante y atrás, adelante y atrás. Y aunque su voz rota, desgarrada, diga que no una y otra vez —una única sílaba repetida en un bucle que parece no tener fin—, nada se puede hacer ya. Su mujer, esa misma a la que debería haber amado y protegido, ha muerto a sus manos.

Rubén se siente extraño. Su mente se puebla de pensamientos disparatados y de ideas incoherentes. Se encuentra en un estado intermedio entre la consciencia y la inconsciencia. Un limbo que no le permite saber a ciencia cierta qué es real y qué es imaginado. Porque debe ser su imaginación la que le hace ver a su madre de pie ante él, sonriente e ilesa, resplandeciente incluso, cuando al mismo tiempo la ve tirada en el suelo, inerte, desfigurada y con el rostro bañado en sangre. El niño parpadea y su madre, la viva, la que le sonríe con ternura, desaparece. Una punzada de dolor que proviene de algún lugar de su cabeza le despeja la mente de inmediato. Por unos instantes, sus ojos se abren por completo y captan la escena con toda su dramática realidad: su madre en el suelo, despatarrada y sangrante, como un animal muerto, como aquel perro que vio un día atropellado en la carretera cuando tenía cinco años y que se quedó grabado para siempre en su inocente mente infantil. A su lado, su padre, recién estrenado como asesino, gimotea mientras la sostiene en brazos y le acaricia la destrozada cabeza, ora con una mano, ora con la otra. Esos mismos brazos y manos que tantas veces han plasmado su huella de crueldad sobre ellos dos.

Rubén se ve superado, avasallado por una incapacidad absoluta para comprender lo que acaba de contemplar; actos inconcebibles para su tierna edad.

El dolor. La pérdida. La tristeza. El miedo. Bullen en su mente como elementos de una pesada amalgama que hunde su corazón en un pozo de pesadumbre infinita.

Y por debajo de todo eso comienza a emerger un sentimiento nuevo y poderoso dirigido a su padre, el culpable de todo. Una oleada de hirviente energía que surge desde lo más profundo de su ser y que pugna por salir al exterior. El niño desconoce lo que siente, pero sabe por instinto que es algo que un crío de su edad no debería sentir. Percibe su naturaleza negativa, una fría negrura que su alma rechaza y le exige liberar.

Un nuevo vistazo a su lloroso padre y al cadáver de su madre provoca en su interior un estallido de esa malsana energía apenas contenida. Necesita librarse de inmediato de ella o de lo contrario, intuye, lo consumirá por dentro.

Esa liberación comienza a presentarse como un molesto y creciente zumbido en sus sienes. No tiene nada que ver con ese agradable cosquilleo que le recorre la nuca cuando a veces se queda mirando cualquier objeto y este se mueve solo; o cuando adivina los pensamientos de la gente; o en esos indescriptibles momentos en los que se ha sentido salir fuera de su cuerpo. Cosas que no le ha contado nunca a nadie, ni siquiera a su madre.

Esto es diferente. Mucho más peligroso. Y destructivo.

Pero el pensamiento se le nubla por momentos y la inconsciencia amenaza con volver a abatirse sobre él. Tiene que actuar. Ya.

Antes de perder el conocimiento por completo, el niño proyecta su mirada, junto a toda esa negrura indeseada de su interior, sobre el Hulk de plastilina que acababa de hacer sobre la mesa. Después, el telón baja, los focos se apagan y él se sume en la oscuridad.

Sobre los fogones, las patatas olvidadas se queman en la sartén. El olor llega hasta un ausente Augusto que, de manera mecánica, se levanta, las aparta del fuego y apaga la llama. Luego vuelve junto a Sonia y prosigue como si nada lo hubiera interrumpido. Así continúa hasta que se duerme. En ningún momento ha pensado en su hijo.

***

Augusto despierta horas más tarde, el cuerpo entumecido, las manos enguantadas con el rojo de la sangre. Tenía la esperanza de que lo ocurrido hubiera sido un mal sueño y que al despertar su mujer seguiría viva y se la encontraría allí de pie, a punto de terminar de hacer la comida. Sin embargo, la realidad es despiadada y le muestra la verdad con crudeza implacable. El uxoricida solloza, blasfema y se maldice. Nada de eso le devuelve la vida a Sonia.

Ya casi ha oscurecido del todo. El silencio se ha adueñado de la casa, que se ha llenado de sombras y también del olor de las patatas requemadas. Rubén es un bulto oscuro al otro extremo de la estancia y Sonia es un cadáver todavía fresco en las manos de su asesino, quien de pronto advierte que una de las sombras, enorme, parece cobrar vida y deslizarse por la cocina en dirección a él. Augusto lo achaca a la conmoción por lo sucedido, que provoca que su mente no perciba las cosas con claridad.

La sombra adquiere corporeidad al acercarse despacio hacia él, que por fin comprende que lo que contempla es alguien real. Alarmado, se obliga a levantarse para intentar verlo mejor. Le llaman la atención sus movimientos, que se le antojan algo titubeantes. Augusto apenas percibe otra cosa del intruso que su inmensa y oscura silueta, pero a pesar de la escasa iluminación, se le adivina un cuerpo (¿medio desnudo?) musculado de forma exagerada, con una envergadura fuera de lo normal. El ruido que producen sus pasos al andar suena como si caminara sobre cojines mojados. Augusto percibe que hay algo muy poco natural en el imponente desconocido que tiene delante y comienza a sentir miedo.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres? —pregunta tembloroso.

No hay respuesta por parte del otro, que recorta la distancia con su caminar errático, como de alguien que acaba de aprender a andar. Flota en el aire cierto olor, un efluvio químico que desprende el gigante y que posee un matiz muy peculiar que le resulta familiar a Augusto. Aunque intenta recordar qué es, no lo consigue.

La mole silenciosa se planta ante él y apresa su cintura en un abrazo férreo con sus dos manos descomunales. Pero Augusto es un hombre de recursos. Con una mano alcanza el cuchillo que ha usado Sonia para pelar las patatas y lo hunde hasta el mango en el cuello de su rival. La reacción de este es nula, como si no lo hubiera rozado siquiera. El hombre repite la operación varias veces con el mismo resultado. El gigante —o eso que parece un hombre gigantesco— no se inmuta, no se queja ni afloja su presa. El miedo que siente Augusto se ramifica y alcanza hasta la última partícula de su ser. Quiere gritar, pero el aire se niega a salir de su garganta. El cuchillo cae de sus manos y pierde toda esperanza de salvar la vida. El intruso acerca su rostro a escasos centímetros del suyo y el olfato de Augusto se satura con aquel olor conocido que desprende y que resulta esquivo a su memoria.

Gracias a la claridad que penetra por la ventana de la cocina, y que allí disipa parte de la penumbra, Augusto puede por fin contemplar la cara de su atacante. Y entonces advierte cierta familiaridad en sus embrutecidos rasgos. Esa cabeza cuadrada, esa frente plana, esa nariz chata y diminuta... las ha visto antes, aunque no recuerda dónde. Le desconcierta que su piel desnuda parece ser de varios colores y, sobre todo, que sus ojos no se distinguen, como si… «como si no tuviera», dice una voz en su interior, y la imposibilidad de estos hechos le hace plantearse que todo sean imaginaciones producto del miedo incrustado en su cerebro.

Dos cosas simultáneas ocurren en ese momento de confusión:

1. Se produce la conexión entre sus neuronas que le permite recordar e identificar ese peculiar olor olvidado.

2. La voz interior le susurra la identidad de su agresor.

Augusto no da crédito a la revelación; es algo inconcebible. Inimaginable. Una auténtica locura que lo desarma por completo. El horror desboca su corazón. El asesino llora, gime y suplica, igual que lloraron, gimieron y suplicaron tantas veces Sonia y Rubén, pero su verdugo —pues ahora sabe que ese es el papel del coloso— le corresponde con la misma piedad que él les ofreció a ellos.

El gigante abre la boca en un gesto que semeja un bostezo descomunal. Luego alza al aterrado hombre en el aire e introduce su cabeza en ella. La mantiene allí atrapada como un perro con un hueso entre sus fauces. Augusto gruñe y patalea desesperado cuando se ve privado del aire necesario para respirar, pero su captor no afloja la presa. Tras unos instantes de inútil forcejeo contra su formidable rival, su cuerpo queda inerte.

Cuando el hombre exhala su último suspiro, la criatura abre la boca y lo deja caer al suelo. A continuación se queda en completa inmovilidad. La fuerza que le insuflaba vida y lo mantenía en pie se desvanece y el coloso se desmorona como un castillo de arena golpeado por las olas.

Sobre las baldosas de la cocina, junto al cuerpo inerte de Augusto, no queda nada más que una masa multicolor informe de material maleable que empequeñece poco a poco hasta quedar reducida al tamaño y forma de un inocente Increíble Hulk de plastilina moldeado por las manos de un niño.

Al otro extremo de la cocina, un Rubén inconsciente parece sonreír en sueños.

 

 

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Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Un relato muy duro, pero también muy bien escrito. La temática es potente y de lamentable actualidad y el uso del gólem es original dentro de la convocatoria. Además, como digo, está muy bien escrito. La elección del vocabulario y la construcción de las frases me ha resultado muy fresca, capaz de mantener mi atención mientras avanza al filo de una historia muy conocida y espeluznante. Bravo.

Alguna pega, sin embargo, le he visto, sobre todo en cuanto a estructura. Sobre todo, creo que se revela demasiado tarde la capacidad de Rubén. Creo que hubiera funcionado mejor si se hubiera introducido, dosificada, desde el principio del relato. En lugar de decirnos solo lo hábil que es con la plastilina, añadir ya algo de la parte sobrenatural, de un modo ambiguo para no chafar la sorpresa, pero de tal forma que el lector no se quede con que es un añadido conveniente a posterior.

Luego, la parte de violencia física se me ha hecho larga. De por sí es algo duro de leer, por lo que no creo que hiciera falta tanto desarrollo para transmitir el concepto. Esto ya me parece más subjetivo y menor, en cualquier caso.

En conjunto, un relato muy potente que, además, se desmarca mucho de lo que nos sueles presentar por aquí. Gracias por compartirlo.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Relato potente, por la temática y por la historia en sí. Me parece una buena "actualización" del tema de fondo (la indefensión, el débil frente al fuerte) y, desde luego, una muy buena, buenísima, modernización del Gólem (chapó con la masa de plastilina).

La oscuridad, el terror en este caso, es doméstico. Real, digamos. No entra la fantasía en él y, quizá por eso, gana fuerza y crudeza.

Me parece bien conseguida la descripción de las interioridades de los personajes, es fácil empatizar con ellos y comprenderlos.

Lo que tiene de fuerza la historia quizá lo pierde en originalidad.

Quizá deberían haberse anticipado los "poderes" del niño.

Respecto a la forma, está muy cuidada, sobre todo en algunos pasajes. Hay veces (y esto es una mera impresión, una opinión) que hay demasiada "voluntad literaria", por así decir: se nota demasiado la forma. Igual en una historia tan descarnada, la forma debería haber pasado más desapercibida. La utilización del presente le va bien en este sentido, creo. Se me hace raro un pasaje en el que "dos acciones simultáneas" y se solucionan con una enumeración. Me parece que no le pega a un texto tan trabajado en otros pasajes. En cualquier caso todo el relato, se lee de un tirón, está claro, correcto y tiene fuerza.

Puntuación: 1 estrella por el gólem (más otra media estrella extra por su excelencia: 1,5 en total); 0,75 por su fosquería (el terror puro de las víctimas); 0,5 por la forma; 0,25 por la historia y 0,5 por los personajes. Total: 3,5 estrellas.

Buen trabajo. Además teniendo en cuenta, si no me equivoco, que normalmente sueles presentar relatos humorísticos.

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Relato muy duro y muy bien escrito. La forma de abordarlo me ha suscitado una duda al final. ¿Tiene entidad el narrador? ¿Quién es? Tal vez sea solo cosa mía, pero la posibilidad de que sea un cuarto personaje escondido es lo que más inquietante me ha resultado.Lo digo porque sabe y explica mucho y lo cuenta como si estuviera allí, viéndolo todo, con presencia física.

En cualquier caso, un gran relato, de 4,5 estrellas.

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Duro y al estómago.
Un relato que ancla sus raíces en la realidad para crecer y enlazar con el mito de forma brillante y original.
Ya puedes ver que me ha gustado mucho, de hecho creo que es lo mejor que he leído tuyo, de humor o serio (y doy fe que escribes más terror que humor)
Pegas pocas, las señalo por si te sirven en el pulido final
La primera es que a veces alargas demasiado un párrafo descriptivo, que aporta ambiente pero resta intensidad.
La segunda, algún cultismo fuera del tono general. En concreto uxoricida. Si me tengo que ir al diccionario, me pierdes como lector. Luego vuelvo y la atmósfera se ha perdido un tanto.
Tercero, la enumeración precedida de números. ¡Quítala!
Eso está bien para unos apuntes, aquí están de más.

Nada de importancia. Tienes un aspirante serio no solo a meterse en la antología, podría ganar. Enhorabuena.

Mi nota es 4'75.

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Curro
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Puntos: 1048

Buf, muy duro. Y muy buen relato.

Primero señalar la idea, que es absolutamente genial. El mito del gólem traído a nuestra época, pero la actualización, lejos de ir a lo fácil, busca darle una vuelta a los materiales de la criatura y a lo que representa, todo muy de siglo XX o XXI. Por lo demás, la analogía es clara: tenemos una criatura animada para proteger al débil del tirano.

Después, la temática. Se consigue un ambiente muy opresivo, se logra transferir al lector parte de la tortura psicológica narrada. Existe desde el principio una píldora dulce anticipada ―el gólem salvador; después de todo, la temática del relato es esa, el gólem―, pero tarda en llegar y hace que duela todavía más el destino de la madre. Yo creía que Hulk la salvaría, pero… Esto lo veo muy acertado. No se logra el final feliz que se puede intuir, en todo caso un final mucho más agrio que dulce. Sorpresivo.

Como curiosidad, mientras escribía estas líneas me preguntaba si el gólem no sería imaginario, un sueño del niño inconsciente que desea castigar a su padre. Después de todo, qué crío maltratado no desearía que Hulk terminara con su opresor. Lo he releído y confirmo que no es así, que la criatura es real. No digo ni que sea peor o mejor final, a mí me satisface, pero sí creí interesante señalar esta inquietud.

El tono me parece el apropiado: duro y despiadado, positivamente extenuante (y sí, creo que esto es posible), muy afilado; sin embargo, por momentos diría que se dota de un exceso de personalidad al narrador, hasta el punto en que se convierte en un protagonista más que llega a eclipsar al resto del reparto. Me explico: normalmente, o el narrador tiene un tono más neutral o bien “hereda” la personalidad del protagonista bajo cuyo punto de vista se narra la escena. Sin embargo, ninguno de los personajes es tan socarrón y cínico como, con lo que la frescura del lenguaje del narrador llega a chocar, se hace extraño el humor negro con que se cuenta la agresión física. Aquí se me puede acusar de estar buscando la paja en el ojo ajeno cuando yo peco de esto mismo, pero creo conveniente señalarlo.

Otra pequeña pega: me pregunto si no será largo en exceso. Esto es muy subjetivo y algo que discuto mucho con otros lectores; puede que sea cosa de la edad, pero para mí, la máxima menos es más aplica cada vez a más cosas. Se mezclan dos temas: el maltrato familiar y el gólem. Me pregunto si, una vez planteados ambos, no se dilata demasiado la narración. No creo que el gólem debiera haber aparecido antes porque, como he dicho, ese retraso sirve para causar desasosiego en el lector, pero sí que, una vez entra en escena, quizás todo debería haber sido más rápido, menos explícito; después de todo, ya se ha desvelado el tipo de gólem y… bueno, todos sabemos qué hacen los gólems. Hulk… ¡aplasta! Se perdona por el golpe final: la escena del maltratador asfixiado dentro de una enorme boca de un ser de plastilina es magistral.

En definitiva, pese a sus pegas, es un relato efectivo, terrorífico y muy pintoresco. Le doy 4 estrellas.

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Dr. Ziyo
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Puntos: 2776

Patapalo dijo:

Un relato muy duro, pero también muy bien escrito. La temática es potente y de lamentable actualidad y el uso del gólem es original dentro de la convocatoria. Además, como digo, está muy bien escrito. La elección del vocabulario y la construcción de las frases me ha resultado muy fresca, capaz de mantener mi atención mientras avanza al filo de una historia muy conocida y espeluznante. Bravo.

Muchas gracias por esas palabras, Patapalo. Es el comentario más positivo a un relato mío serio que te he leído en el Polidori.

Patapalo dijo:

Alguna pega, sin embargo, le he visto, sobre todo en cuanto a estructura. Sobre todo, creo que se revela demasiado tarde la capacidad de Rubén. Creo que hubiera funcionado mejor si se hubiera introducido, dosificada, desde el principio del relato. En lugar de decirnos solo lo hábil que es con la plastilina, añadir ya algo de la parte sobrenatural, de un modo ambiguo para no chafar la sorpresa, pero de tal forma que el lector no se quede con que es un añadido conveniente a posterior.

Pues verás, en principio no iba a poner nada sobre sus habilidades sobrenaturales, pero lo incluí en ese punto porque me pareció más creíble eso que si el chaval hubiera dotado de vida al gólem así, por las buenas, algo que pensé que los demás me podrían recriminar como algo negativo. Tal vez se podría haber hecho de otra manera, pero yo lo hice así.

Patapalo dijo:

Luego, la parte de violencia física se me ha hecho larga. De por sí es algo duro de leer, por lo que no creo que hiciera falta tanto desarrollo para transmitir el concepto. Esto ya me parece más subjetivo y menor, en cualquier caso.

Bah, eso es porque eres un blando.no

Patapalo dijo:

En conjunto, un relato muy potente que, además, se desmarca mucho de lo que nos sueles presentar por aquí. Gracias por compartirlo.

Muchas gracias de nuevo a ti.

 

 

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Dr. Ziyo dijo:

Bah, eso es porque eres un blando.no

no

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Germinal
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Fantástica idea y muy buen acompañamiento de la prosa, encuentro aquí esa arcilla primordial digna de moldear un relato ganador. Enumero algunas impresiones personales que a mi juicio afean el resultado:

  1. El listado.
  2. Expresiones o palabras que me sacan de la atmósfera: “claro que sí, guapi”, “uxoricida”.
  3. La revelación de los poderes del chaval sin haber dejado antes alguna miguita de pan que seguir.
  4. En ocasiones redundante, insinúa poco y explicita demasiado.

Muchas gracias por compartirlo, Doc. Voy a darle 4 estrellas.

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Danduay dijo:

Relato potente, por la temática y por la historia en sí. Me parece una buena "actualización" del tema de fondo (la indefensión, el débil frente al fuerte) y, desde luego, una muy buena, buenísima, modernización del Gólem (chapó con la masa de plastilina).

La oscuridad, el terror en este caso, es doméstico. Real, digamos. No entra la fantasía en él y, quizá por eso, gana fuerza y crudeza.

Me parece bien conseguida la descripción de las interioridades de los personajes, es fácil empatizar con ellos y comprenderlos.

Lo que tiene de fuerza la historia quizá lo pierde en originalidad.

Quizá deberían haberse anticipado los "poderes" del niño.

Respecto a la forma, está muy cuidada, sobre todo en algunos pasajes. Hay veces (y esto es una mera impresión, una opinión) que hay demasiada "voluntad literaria", por así decir: se nota demasiado la forma. Igual en una historia tan descarnada, la forma debería haber pasado más desapercibida. La utilización del presente le va bien en este sentido, creo. Se me hace raro un pasaje en el que "dos acciones simultáneas" y se solucionan con una enumeración. Me parece que no le pega a un texto tan trabajado en otros pasajes. En cualquier caso todo el relato, se lee de un tirón, está claro, correcto y tiene fuerza.

Puntuación: 1 estrella por el gólem (más otra media estrella extra por su excelencia: 1,5 en total); 0,75 por su fosquería (el terror puro de las víctimas); 0,5 por la forma; 0,25 por la historia y 0,5 por los personajes. Total: 3,5 estrellas.

Buen trabajo. Además teniendo en cuenta, si no me equivoco, que normalmente sueles presentar relatos humorísticos.

Tomo nota de lo que me comentas, Danduay. Me ha llamado la atención eso de que "hay demasiada voluntad literaria", es cierto que cuidé mucho la forma, pero no me pareció que eso fuera a percibirse de manera especial.

Lo de la enumeración lo hice por dos razones: me pareció que era un toque original, algo que quedaría diferente, y además, vi algo muy parecido en una novela de género negro y quedaba muy bien en mi opinión. Al escribirlo no quise dar la sensación de que la 1 iba antes que la 2, puesto que son simultáneas, sino que era una manera cualquiera de describir la situación. Parece que la idea no ha sido muy buena, vistas vuestras opiniones.

No presento únicamente relatos humorísticos, pero por razones que se me escapan, estos relatos triunfan bastante más que los serios que he presentado y de hecho, me los han seleccionado un par de veces.

Gracias por tus comentarios y valoración.

 

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Puntos: 2776

Lenteja dijo:

Relato muy duro y muy bien escrito. La forma de abordarlo me ha suscitado una duda al final. ¿Tiene entidad el narrador? ¿Quién es? Tal vez sea solo cosa mía, pero la posibilidad de que sea un cuarto personaje escondido es lo que más inquietante me ha resultado.Lo digo porque sabe y explica mucho y lo cuenta como si estuviera allí, viéndolo todo, con presencia física.

En cualquier caso, un gran relato, de 4,5 estrellas.

Hola, Lenteja. Pues tal vez lo que ocurre es que el relato está escrito con lo que se podría clasificar como  "tercera persona omnisciente", que como indica su propia denominación, es una tercera persona que conoce todos los detalles de cuanto ocurre en la historia. No es algo que buscase a propósito, me salió así y me gustó cómo quedaba. 
 

Muchas gracias por tu comentario y tu gran puntuación.

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Dr. Ziyo
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Puntos: 2776

Bio Jesus dijo:
Duro y al estómago. Un relato que ancla sus raíces en la realidad para crecer y enlazar con el mito de forma brillante y original. Ya puedes ver que me ha gustado mucho, de hecho creo que es lo mejor que he leído tuyo, de humor o serio (y doy fe que escribes más terror que humor) Pegas pocas, las señalo por si te sirven en el pulido final La primera es que a veces alargas demasiado un párrafo descriptivo, que aporta ambiente pero resta intensidad. La segunda, algún cultismo fuera del tono general. En concreto uxoricida. Si me tengo que ir al diccionario, me pierdes como lector. Luego vuelvo y la atmósfera se ha perdido un tanto. Tercero, la enumeración precedida de números. ¡Quítala! Eso está bien para unos apuntes, aquí están de más. Nada de importancia. Tienes un aspirante serio no solo a meterse en la antología, podría ganar. Enhorabuena. Mi nota es 4'75.

Bueno, pues vamos por partes. Gracias por eso de que es lo mejor que me has leído, como te puedes imaginar, es importante para mí, y supongo que para cualquiera que escriba.

Dices que a veces alargo demasiado un párrafo descriptivo. Si puede ser, me gustaría que me pusieras algún ejemplo para entender mejor lo que me comentas y ver si puedo hacer algo para cambiarlo. O no. no

Lo del cultismo... a ver, todo el mundo conoce la palabra suicida, homicida o genocida, esta no es tan conocida, pero no me pareció que fuera a causar extrañeza. Por otro lado, yo he leído algunas novelas donde me han salido bastantes palabras que desconocía y las he tenido que buscar y no me ha parecido mal porque lo he tomado como algo que enriquece mi vocabulario.

Lo de la enumeración, te emplazo a que veas lo que le he contestado a Danduay, pero parece casi unánime hasta ahora que no os gusta. Soy un incomprendido. no

Y para finalizar, no sé si es un aspirante serio para entrar en la convocatoria, ojalá, pero desde luego, dudo mucho de que sea el que gane con todo lo bueno que hay por ahí y lo que aún falta por llegar.

Muchas gracias por tus comentarios y por esa valoración tan alta. :)

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Curro dijo:

Buf, muy duro. Y muy buen relato.

Primero señalar la idea, que es absolutamente genial. El mito del gólem traído a nuestra época, pero la actualización, lejos de ir a lo fácil, busca darle una vuelta a los materiales de la criatura y a lo que representa, todo muy de siglo XX o XXI. Por lo demás, la analogía es clara: tenemos una criatura animada para proteger al débil del tirano.

Después, la temática. Se consigue un ambiente muy opresivo, se logra transferir al lector parte de la tortura psicológica narrada. Existe desde el principio una píldora dulce anticipada ―el gólem salvador; después de todo, la temática del relato es esa, el gólem―, pero tarda en llegar y hace que duela todavía más el destino de la madre. Yo creía que Hulk la salvaría, pero… Esto lo veo muy acertado. No se logra el final feliz que se puede intuir, en todo caso un final mucho más agrio que dulce. Sorpresivo.

Como curiosidad, mientras escribía estas líneas me preguntaba si el gólem no sería imaginario, un sueño del niño inconsciente que desea castigar a su padre. Después de todo, qué crío maltratado no desearía que Hulk terminara con su opresor. Lo he releído y confirmo que no es así, que la criatura es real. No digo ni que sea peor o mejor final, a mí me satisface, pero sí creí interesante señalar esta inquietud.

El tono me parece el apropiado: duro y despiadado, positivamente extenuante (y sí, creo que esto es posible), muy afilado; sin embargo, por momentos diría que se dota de un exceso de personalidad al narrador, hasta el punto en que se convierte en un protagonista más que llega a eclipsar al resto del reparto. Me explico: normalmente, o el narrador tiene un tono más neutral o bien “hereda” la personalidad del protagonista bajo cuyo punto de vista se narra la escena. Sin embargo, ninguno de los personajes es tan socarrón y cínico como, con lo que la frescura del lenguaje del narrador llega a chocar, se hace extraño el humor negro con que se cuenta la agresión física. Aquí se me puede acusar de estar buscando la paja en el ojo ajeno cuando yo peco de esto mismo, pero creo conveniente señalarlo.

Otra pequeña pega: me pregunto si no será largo en exceso. Esto es muy subjetivo y algo que discuto mucho con otros lectores; puede que sea cosa de la edad, pero para mí, la máxima menos es más aplica cada vez a más cosas. Se mezclan dos temas: el maltrato familiar y el gólem. Me pregunto si, una vez planteados ambos, no se dilata demasiado la narración. No creo que el gólem debiera haber aparecido antes porque, como he dicho, ese retraso sirve para causar desasosiego en el lector, pero sí que, una vez entra en escena, quizás todo debería haber sido más rápido, menos explícito; después de todo, ya se ha desvelado el tipo de gólem y… bueno, todos sabemos qué hacen los gólems. Hulk… ¡aplasta! Se perdona por el golpe final: la escena del maltratador asfixiado dentro de una enorme boca de un ser de plastilina es magistral.

En definitiva, pese a sus pegas, es un relato efectivo, terrorífico y muy pintoresco. Le doy 4 estrellas.

Comentario detallado y minucioso el tuyo, como siempre, Curro.

Sobre lo que comentas del final, que no es feliz, es casi una norma que tengo en mis relatos serios. No lo hago adrede, pero siempre me sale un final dramático o fatal, salvo en contadas excepciones, y aquí tuve claro desde el principio que habría dolor y muerte. Pretendía un relato donde no hubiera sitio para los buenos rollos y por eso, en efecto, el tono es duro y despiadado, como pienso que son estas personas como Augusto con sus familias y la gente que los rodea.

Confieso que me ha sorprendido lo del humor negro que aseguras ver, porque si es así, si existe ese humor negro, a mí ni me lo pareció ni lo hice a propósito.

Que sea demasiado largo... pues la verdad es que no encontré la manera de decir todo lo que quería decir con menos palabras. Me parecía que, si quitaba algo, no transmitía todo lo que yo pretendía.

Para el final, tuve clara la escena de la muerte del padre desde que me imaginé al Hulk de plastilina. Lo normal hubiera sido pensar que lo estrujaba entre sus manos hasta dejarlo hecho un cromo, pero me pareció mejor darle una muerte diferente, sin que apareciera la sangre.

Y ya está. Muchas gracias por todos esos comentarios positivos y por tu puntuación.

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Germinal dijo:

Fantástica idea y muy buen acompañamiento de la prosa, encuentro aquí esa arcilla primordial digna de moldear un relato ganador. Enumero algunas impresiones personales que a mi juicio afean el resultado:

  1. El listado.
  2. Expresiones o palabras que me sacan de la atmósfera: “claro que sí, guapi”, “uxoricida”.
  3. La revelación de los poderes del chaval sin haber dejado antes alguna miguita de pan que seguir.
  4. En ocasiones redundante, insinúa poco y explicita demasiado.

Muchas gracias por compartirlo, Doc. Voy a darle 4 estrellas.

Pues vaya, resulta que todo lo que puse para darle un toque diferente e impactar en la lectura es lo que me estáis señalando como que sobra. heart Que conste que a mí me sigue gustando.

El punto cuatro me duele especialmente porque me puse como objetivo insinuar y no darlo todo mascado. ¿Puedes ponerme un ejemplo para que vea lo que hago mal?

Muchas gracias por tus comentarios y puntuación.

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Dr. Ziyo dijo:

Germinal dijo:

Fantástica idea y muy buen acompañamiento de la prosa, encuentro aquí esa arcilla primordial digna de moldear un relato ganador. Enumero algunas impresiones personales que a mi juicio afean el resultado:

  1. El listado.
  2. Expresiones o palabras que me sacan de la atmósfera: “claro que sí, guapi”, “uxoricida”.
  3. La revelación de los poderes del chaval sin haber dejado antes alguna miguita de pan que seguir.
  4. En ocasiones redundante, insinúa poco y explicita demasiado.

Muchas gracias por compartirlo, Doc. Voy a darle 4 estrellas.

Pues vaya, resulta que todo lo que puse para darle un toque diferente e impactar en la lectura es lo que me estáis señalando como que sobra. heart Que conste que a mí me sigue gustando.

El punto cuatro me duele especialmente porque me puse como objetivo insinuar y no darlo todo mascado. ¿Puedes ponerme un ejemplo para que vea lo que hago mal?

Muchas gracias por tus comentarios y puntuación.

Que quede claro que me ha gustado mucho, si no lo hubiese dado esa puntuación. Si bien intento señalar esas aristas que me parecen que podrían pulirse o que en algún momento me han sobrado un poco, pero esto también es una cuestión subjetiva.

Pongo un par de ejemplos:

"Rubén y su madre. Su madre y Rubén. Él tiene ocho años; ella, Sonia, bastantes más. Los dos se encuentran ahora mismo en la cocina."

"ella, Sonia, bastantes más". Sonia es ella, obviamente, y obviamente tiene bastantes años más que su hijo, es una información que encuentro explícita y redundante. ¿Quizás apuntar que algunas canas despuntan en su cabello para insinuar la edad?

"Es Augusto, su padre, que vuelve de la calle, acompañado con toda seguridad de su inseparable amigo: el señor Alcohol, de apellidos Sin Medida.

—Ya estoy en casa —anuncia. Las palabras, arrastradas, confirman su estado de embriaguez. Sus andares erráticos lo certifican como la firma de un notario que da fe."

En esta ocasión encuentro acertado describir los andares o las palabras arrastradas, pero su estado de embriaguez ya se ha anunciado con anterioridad y se vuelve a confirmar, por lo que en conjunto se me hace reiterativo.

"Es Augusto, su padre, que vuelve de la calle". Podría deducirse que es el padre y resulta obvio que vuelve de la calle porque no ha bajado de un helicóptero. Ahora imaginemos que dijese que vuelve del bar: insinuaría sin necesidad de que el narrador lo diera tan masticado, y poco a poco se fuesen descubriendo los andares, el arrastrar de las palabras.

Ya digo que esto puede ser algo subjetivo, espero que se entienda la idea.

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torpeyvago
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La última cena.

Desde luego remarcable, el empleo de Hulk como personaje absolutamente serio en esta tragedia.

Lo +

Lo dicho de Hulk. La limpieza del texto. Lo original del —literalmente— «vengador». La crudeza y rudeza de lo narrado. Título llamativo, que aporta a la historia y que la diferencia, mejorando el desenlace final con esa ambigüedad sobre la fuente del odio, que pasa del padre al hijo.

Lo -

[Tras leer comentarios, veo que hay acuerdo en estas opiniones.]

El cominezo se me hace algo largo, reiterativo en algunos momentos. El desenlace se adivina desde el tercer párrafo. Ojo, esto tampoco impide disfrutar del relato paso a paso. El gólem llega, me parece, de manera muy, muy tangencial. El poder del crío creo que debería detallarse más que lo que se hace con lo dicho en el segundo párrafo. Reconozco que todo esto es bastante subjetivo y, sobre todo, peccata minuta en un grandísimo relato. Vayan para este relato:

★★★★½

Estadísticas:

Palabras : 2975
Matrices : 16.777
Caracteres : 13.847
Letras : 13.430
Párrafos : 50
Sílabas : 5869
Frases : 195
Szigriszt1993: 69
Perspicuidad : Bastante fácil

___________________________________________________________

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

https://historiasmalditas.wordpress.com/

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Germinal dijo:

Dr. Ziyo dijo:

Germinal dijo:

Fantástica idea y muy buen acompañamiento de la prosa, encuentro aquí esa arcilla primordial digna de moldear un relato ganador. Enumero algunas impresiones personales que a mi juicio afean el resultado:

  1. El listado.
  2. Expresiones o palabras que me sacan de la atmósfera: “claro que sí, guapi”, “uxoricida”.
  3. La revelación de los poderes del chaval sin haber dejado antes alguna miguita de pan que seguir.
  4. En ocasiones redundante, insinúa poco y explicita demasiado.

Muchas gracias por compartirlo, Doc. Voy a darle 4 estrellas.

Pues vaya, resulta que todo lo que puse para darle un toque diferente e impactar en la lectura es lo que me estáis señalando como que sobra. heart Que conste que a mí me sigue gustando.

El punto cuatro me duele especialmente porque me puse como objetivo insinuar y no darlo todo mascado. ¿Puedes ponerme un ejemplo para que vea lo que hago mal?

Muchas gracias por tus comentarios y puntuación.

Que quede claro que me ha gustado mucho, si no lo hubiese dado esa puntuación. Si bien intento señalar esas aristas que me parecen que podrían pulirse o que en algún momento me han sobrado un poco, pero esto también es una cuestión subjetiva.

Pongo un par de ejemplos:

"Rubén y su madre. Su madre y Rubén. Él tiene ocho años; ella, Sonia, bastantes más. Los dos se encuentran ahora mismo en la cocina."

"ella, Sonia, bastantes más". Sonia es ella, obviamente, y obviamente tiene bastantes años más que su hijo, es una información que encuentro explícita y redundante. ¿Quizás apuntar que algunas canas despuntan en su cabello para insinuar la edad?

"Es Augusto, su padre, que vuelve de la calle, acompañado con toda seguridad de su inseparable amigo: el señor Alcohol, de apellidos Sin Medida.

—Ya estoy en casa —anuncia. Las palabras, arrastradas, confirman su estado de embriaguez. Sus andares erráticos lo certifican como la firma de un notario que da fe."

En esta ocasión encuentro acertado describir los andares o las palabras arrastradas, pero su estado de embriaguez ya se ha anunciado con anterioridad y se vuelve a confirmar, por lo que en conjunto se me hace reiterativo.

"Es Augusto, su padre, que vuelve de la calle". Podría deducirse que es el padre y resulta obvio que vuelve de la calle porque no ha bajado de un helicóptero. Ahora imaginemos que dijese que vuelve del bar: insinuaría sin necesidad de que el narrador lo diera tan masticado, y poco a poco se fuesen descubriendo los andares, el arrastrar de las palabras.

Ya digo que esto puede ser algo subjetivo, espero que se entienda la idea.

Entiendo la idea, pero me da la impresión de que no se capta lo que yo he pretendido mostrar y es el hecho de querer presentaros algo diferente. Por ejemplo, las frases iniciales, donde digo lo que digo, son una declaración de intenciones, es decir, te voy a decir lo mismo que puedes leer en cualquier historia, pero visto de otra manera. O sea, yo podría haber dicho perfectamente: «Rubén se halla con su madre en la cocina. Es un niño pequeño de ocho años, ella tiene cuarenta y dos, se llama Sonia y blablabla", pero quise contarlo de manera innovadora o no tan vista. Repito una vez más que me movió en este relato la idea de hacer algo diferente, de ahí el comienzo, o esa enumeración tan criticada, y todo eso que me habéis señalado y que yo tanto aprecio cuando lo he visto escrito en ciertos libros (sobre todo de novela negra) donde el autor se muestra atrevido, o esa es mi impresión, y queriendo romper con lo establecido.

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Por meter baza, a mí es uno de los aspectos que más me han gustado del relato, que el narrador no se limite a ser relator de los hechos, sino que intervenga con una voz propia no canónica.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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No, si la intencionalidad está clara, la cuestión es que es un recurso que en ocasiones me resulta atractivo y en otras me mata.

 

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Quote:

Dices que a veces alargo demasiado un párrafo descriptivo. Si puede ser, me gustaría que me pusieras algún ejemplo para entender mejor lo que me comentas y ver si puedo hacer algo para cambiarlo. O no.

Si, claro.

Quote:

Ya casi ha oscurecido del todo. El silencio se ha adueñado de la casa, que se ha llenado de sombras y también del olor de las patatas requemadas. Rubén es un bulto oscuro al otro extremo de la estancia y Sonia es un cadáver todavía fresco en las manos de su asesino, quien de pronto advierte que una de las sombras, enorme, parece cobrar vida y deslizarse por la cocina en dirección a él. Augusto lo achaca a la conmoción por lo sucedido, que provoca que su mente no perciba las cosas con claridad.

La sombra adquiere corporeidad al acercarse despacio hacia él, que por fin comprende que lo que contempla es alguien real. Alarmado, se obliga a levantarse para intentar verlo mejor. Le llaman la atención sus movimientos, que se le antojan algo titubeantes. Augusto apenas percibe otra cosa del intruso que su inmensa y oscura silueta, pero a pesar de la escasa iluminación, se le adivina un cuerpo (¿medio desnudo?) musculado de forma exagerada, con una envergadura fuera de lo normal. El ruido que producen sus pasos al andar suena como si caminara sobre cojines mojados. Augusto percibe que hay algo muy poco natural en el imponente desconocido que tiene delante y comienza a sentir miedo

Aquí, en mi opinión, la ultima frase sobra. Por lo dicho en este parrafo y el anterior ya sabemos que algo antinatural está pasando, que el "bicho" es enorme y que Augusto tiene miedo.

No aporta nada nuevo y frena el ritmo del final. Crea atmósfera, si, pero ya la has creado anteriormente, no hace falta.

Tampoco aporta mucho el "Sonia, un cadaver todavía fresco en manos de su asesino", si cortas en fresco (e incluso en cadaver) la frase no pierde fuerza y el texto gana en ritmo.

Eso sí, es solo mi opinión y por ello 100% prescindible.

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Dr. Ziyo
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Bio Jesus dijo:

Quote:

Dices que a veces alargo demasiado un párrafo descriptivo. Si puede ser, me gustaría que me pusieras algún ejemplo para entender mejor lo que me comentas y ver si puedo hacer algo para cambiarlo. O no.

Si, claro.

Quote:

Ya casi ha oscurecido del todo. El silencio se ha adueñado de la casa, que se ha llenado de sombras y también del olor de las patatas requemadas. Rubén es un bulto oscuro al otro extremo de la estancia y Sonia es un cadáver todavía fresco en las manos de su asesino, quien de pronto advierte que una de las sombras, enorme, parece cobrar vida y deslizarse por la cocina en dirección a él. Augusto lo achaca a la conmoción por lo sucedido, que provoca que su mente no perciba las cosas con claridad.

La sombra adquiere corporeidad al acercarse despacio hacia él, que por fin comprende que lo que contempla es alguien real. Alarmado, se obliga a levantarse para intentar verlo mejor. Le llaman la atención sus movimientos, que se le antojan algo titubeantes. Augusto apenas percibe otra cosa del intruso que su inmensa y oscura silueta, pero a pesar de la escasa iluminación, se le adivina un cuerpo (¿medio desnudo?) musculado de forma exagerada, con una envergadura fuera de lo normal. El ruido que producen sus pasos al andar suena como si caminara sobre cojines mojados. Augusto percibe que hay algo muy poco natural en el imponente desconocido que tiene delante y comienza a sentir miedo

Aquí, en mi opinión, la ultima frase sobra. Por lo dicho en este parrafo y el anterior ya sabemos que algo antinatural está pasando, que el "bicho" es enorme y que Augusto tiene miedo.

No aporta nada nuevo y frena el ritmo del final. Crea atmósfera, si, pero ya la has creado anteriormente, no hace falta.

Tampoco aporta mucho el "Sonia, un cadaver todavía fresco en manos de su asesino", si cortas en fresco (e incluso en cadaver) la frase no pierde fuerza y el texto gana en ritmo.

Eso sí, es solo mi opinión y por ello 100% prescindible.

Pues no te niego que tengas razón, lo que ocurre es que yo repaso lo que has señalado, lo vuelvo a repasar y pienso que no, que no sobra nada, que es justo lo que quería decir. Y esto es algo que me pasa con muchos comentarios que me hacéis, que me señaláis cosas que no veis bien y yo sin embargo lo veo correcto, no porque sea mi obra, sino porque lo vería correcto siendo la obra de cualquier otro. Entonces me pregunto ¿debo cambiar algo porque a la gente no le parezca bien o debo ser fiel a mí mismo y escribirlo como yo creo que debería ser escrito y aguantar después las críticas?

Por ejemplo, hay escritores que pueden estar dos o tres páginas de un libro describiendo una habitación. Si lo piensas bien, y seguro que el escritor lo ha hecho, no aporta nada a la historia que la habitación tenga las cortinas blancas o azules o que la cenefa sea dorada, pero es su forma de escribir, le gusta recrearse con eso y así lo plasma en su libro. Hay gente que se salta estas páginas directamente (tengo un hermano que lo hace siempre) y a otros les encanta esa minuciosidad en la descripción. Yo me lo leo todo, no porque me entusiasme leer ese tipo de escenas, sino porque todo forma parte de la historia y no quiero saltarme nada.

La cuestión es, creo, que hay ciertas normas literarias con las que uno puede no estar de acuerdo, por mucho que sea lo "correcto". Y pongo otro ejemplo: los gerundios están mal vistos. Lo sé, lo acepto y así intento utilizarlos ahora lo menos posible. ¿Estoy de acuerdo en que quedan "mal"? Pues no, me da lo mismo ver cien gerundios que cien participios, no veo cómo afecta eso a la lectura de un texto, para mí no tiene sentido.

O por ejemplo, la norma de la acentuación de "sólo" cuando equivale a solamente. No estoy de acuerdo en suprimir la tilde y de hecho, creo que la pongo siempre, pero a veces he tenido que suprimirla en textos que he enviado a concursos por si me penalizaba de alguna forma.

Pues nada, ya te he soltado el rollo. no

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Patapalo dijo:

Por meter baza, a mí es uno de los aspectos que más me han gustado del relato, que el narrador no se limite a ser relator de los hechos, sino que intervenga con una voz propia no canónica.

yes

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Participo sin haber leído el relato todavía, solo los comentarios.

 

Dr. Ziyo dijo:

Entonces me pregunto ¿debo cambiar algo porque a la gente no le parezca bien o debo ser fiel a mí mismo y escribirlo como yo creo que debería ser escrito y aguantar después las críticas?

Nunca cambiar porque a la gente no le parezca bien. El objetivo de todo esto, y del Polidori, es entender porqué a la gente le parece bien, mal o regular lo que uno ha escrito, pensar en ello y tomar decisiones no porque la mayoría opine de una forma, sino de acuerdo a uno mismo. 

Cambiar la forma de escribir solo para agradar a los demás es un fracaso garantizado que solo conseguirá que des vueltas y más vueltas.

También hay que ser consecuente y ajustar las expectativas; hace poco leí a Salomé Guadalupe Ingelmo, una habitual de los Calabazas, decir que cómo no va a haber gente a la que no le guste como ella escribe, si hay gente a la que no le gustan las descripciones de El señor de los anillos. Ella tiene un estilo de adjetivación y descripción que hoy en día es considerado farragoso, pero es consciente de ello y asume que no es del agrado de todos, o incluso la mayoría. 

 

 

Dr. Ziyo dijo:
Si lo piensas bien, y seguro que el escritor lo ha hecho, no aporta nada a la historia que la habitación tenga las cortinas blancas o azules o que la cenefa sea dorada, pero es su forma de escribir, le gusta recrearse con eso y así lo plasma en su libro.

En eso no estoy de acuerdo. Habrá escritores que tomen decisiones sin pensar, pero la gran mayoría toma decisiones al escribir con un objetivo en mente. A veces no podemos entenderlo, a veces lo entenderemos pero nos parecerá una decisión errónea... Me viene a la cabeza 14, de Jean Echenoz, que me gustó muchísimo y me pareció escrito terriblemente bien. Tiene una escena en la que se detiene todo y enumera, con pelos y señales, los atavíos de un soldado de la primera guerra mundial. Puedo hablar de una página entera describiendo cada objeto y su uso, sin comentarios sobre personajes y con la acción de la novela detenida por completo. Me chocó por completo, porque el estilo de la novela no es así, nada de larguísimas pausas descriptivas. Pero a esas alturas del libro ya pensaba que Echenoz lo estaba bordando, así que puedo no comprenderlo del todo, pero estoy seguro de que tomó esa decisión con algo en mente que se me escapa.

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Hedrigall dijo:
...estoy seguro de que tomó esa decisión con algo en mente...

Hedrigall dijo:
Participo sin haber leído el relato todavía, solo los comentarios.

¡Cómo? —algo nuevo que he aprendido en este Polidori—. Yo lo hago justo al revés para evitar prejuicios. Primero me leo el relato y lo comento. Antes de enviar el comentario, leo los otros por si tengo que «recomentar» comentarios. Pero bueno, esto es una opinión personal y discutible; por tanto, no la piesno discutir, angry

___________________________________________________________

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

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Dr. Ziyo dijo:

Pues nada, ya te he soltado el rollo. no

No digo que esté mal,cm pero creo que historias de este tipo agradecen un cambio de ritmo al final.
Por supuesto, es mi visión y tú tienes otra. Es lo bueno del Polidori, las lecturas que genera una obra y que el autor, en algún caso, ni sospechaba. A veces ayudan y otras no.

En cualquier caso, un gran relato.

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torpeyvago dijo:

Hedrigall dijo:
Participo sin haber leído el relato todavía, solo los comentarios.

¡Cómo? —algo nuevo que he aprendido en este Polidori—. Yo lo hago justo al revés para evitar prejuicios. Primero me leo el relato y lo comento. Antes de enviar el comentario, leo los otros por si tengo que «recomentar» comentarios. Pero bueno, esto es una opinión personal y discutible; por tanto, no la piesno discutir, angry

 

No lo hago siempre, pero me resulta muy curioso hacer el proceso a la inversa, me he llevado varias sorpresas de esta forma. En cuanto a los prejuicios, no es necesario atender a los de los demás, ya llevo los míos encima. :P

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Pienso como Germinal y sus puntos 1, 2 y 3.

Tres estrellas y media: *** '

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Ligeia dijo:

Pienso como Germinal y sus puntos 1, 2 y 3.

Tres estrellas y media: *** '

No tenías que haber leído a Germinal, jajajajjaa.

Gracias por tus estrellas.

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Hedrigall
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La voz empleada en este relato, un narrador externo con absoluta omnisciencia que se pasea por las mentes y sensaciones de los personajes sin límite y que, además, opina y mete baza, es muy atractiva. Hay muchos momentos brillantes y metáforas efectivas el maquillaje que le aplicaron los nudillos de su marido. Negro sobre morado. Los colores del dolor.» « Tensión que flota en el aire, densa como el humo de la leña húmeda» « una alfombra con forma humana» « Sobre los fogones, las patatas olvidadas se queman en la sartén.»). Pero este estilo, esta voz, requiere una atención constante sobre ella, y hay varios momentos en que a mí me parece que flaquea («claro que sí, guapi» «energía malrollista») en el sentido de que la voz cambia el tono frío, documental e implacable. Casi cruel.

La revelación sobre el niño me ha parecido bien plantada, y además  insinuada con anterioridad casi sin darnos cuenta («Tiene un don, una gracia innata para dotarlos de gran realismo.»)

El cierre del relato flaquea, en mi opinión. La voz narrativa mantiene su lucidez en general, pero a diferencia del inicio, ya sabemos qué va a suceder y, al terminarlo, efectivamente ha sucedido lo que nos pensábamos. No hay intriga, y la voz sigue desmenuzando con ese estilo magnético, paso por paso, instante a instante, todo lo que sucede, haciendo hincapié en detalles que el lector ya conoce. Se señala dos veces el desconcertante olor que percibe Augusto y se detalla el momento en que se da cuenta de qué es ese olor y quién es su asesino. El narrador enfoca su atención en esos detalles, tratándolos como si fueran una revelación, un giro desconocido, como si el lector no supiera desde mucho antes de qué está hablando. Creo que la tensión está mal enfocada y hace que se pierda interés.

En lo formal, el listado numérico (1. 2.) saca de la narración.

También creo que se subraya y explica en demasiadas ocasiones sensaciones y sentimientos que ya han quedado sobradamente claros con anterioridad. Sé que el autor opina diferente y de hecho los considera necesarios para transmitir lo que pretende, pero en mi opinión se trata al lector como si no prestara atención. En todo caso, gustos distintos y que me perdone por ser tan pesado con el tema.

Es un buen relato. Como dijo alguien de este certamen hace años, el autor sabe lo que quiere contar y cómo contarlo, y es un buen ejemplo de cómo un argumento sencillo puede enriquecerse con mano narrativa.

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Dr. Ziyo dijo:

Ligeia dijo:

Pienso como Germinal y sus puntos 1, 2 y 3.

Tres estrellas y media: *** '

No tenías que haber leído a Germinal, jajajajjaa.

Gracias por tus estrellas.

Completamente de acuerdo, y no solo referido a las cutre-críticas que hago de los relatos 

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