El cazador de sueños
El viejo aguardaba la medianoche, lazo en mano, empotrado en la butaca polvorienta. «En esta ocasión —pensó— no permitiré que te escabullas».
A la mañana siguiente, las enfermeras lo encontraron colgando de la soga, con los ojos descorchados y una sonrisa de satisfacción en el rostro.
Inofensivo
El dueño del circo de monstruos, tenaza en mano, le indicó que le daría trabajo después de unas modificaciones. El payaso Pennywise no se imaginó que terminaría sin dientes, burlado por los niños y emergiendo de un canasto, mientras se bamboleaba al ritmo de la música de la flauta.