La espada salvaje de Conan: El pueblo del Círculo Negro
Reseña del sexto volumen de la reedición de Planeta DeAgostini
En este tomo, Roy Thomas, que continúa como guionista de todas las historias, sigue con su idea de mantener una cronología coherente de las aventuras del bárbaro (un sueño frustrado que intentó llevar adelante con su otra cabecera, Conan el bárbaro), pero siempre con la mirada puesta en el material original de Robert E. Howard.
Arrancamos con Sombras en Zamboula, que era el destino para el cimerio anunciado en el anterior volumen. Con Neil Adams a los lápices, Thomas desarrolla una historia algo enrevesada en sus giros argumentales. Las distintas piezas del interesante puzle no terminan de encajar con fluidez, tal vez por el deseo de guardarse una baza para la última mano que resulta algo artificiosa. No obstante, el conjunto funciona bastante bien, pues no se desperdicia el lado exótico y sugerente del escenario: esclavos antropófagos, ladinos posaderos, damas de alta alcurnia enredadas con las malas artes de hechiceros, rivales sobrenaturales... un cóctel quizás demasiado cargado pero que resulta de lo más entretenido y dinámico gracias al apartado gráfico.
En El demonio de hierro, adaptación de una historia original de Howard, tenemos una historia más canónica y sólida, en la que se mezclan civilizaciones perdidas, algún elemento de horror cósmico y una buena dosis de espada y brujería. Como responsables del apartado gráfico tenemos a John Buscema y Alfredo Alcalá, con quienes ya nos quedamos hasta el final del tomo y que se muestran particularmente inspirados. Las imágenes de la ciudadela sobrenatural perdida en la jungla, con su corte de soñadores, son formidables, como también los bien medidos combates y enfrentamientos varios. Una historia, en conjunto, de lo más emblemático. Es cierto que recurre bastante a eso de el cimerio pasaba por aquí, pero lo maneja tan bien dentro de la excusa que la trama funciona a la perfección.
Las dos historias que cierran el volumen en realidad son capítulos de una misma, que además no concluye todavía. El pueblo del Círculo Negro, que da nombre al volumen, nos cuenta cómo Conan se ve abocado a esta particular aventura cuando tiene que negociar, a su manera, el rescate de algunos de sus lugartenientes y acaba secuestrando a una noble vendhia que, a su vez, tiene su propia agenda e inquietudes; por su parte, Hacia el Yimsha se centra ya en las primeras confrontaciones con los hechiceros que están detrás de toda la conspiración y que sirven de vínculo a todos los personajes.
Esta historia fue adaptada hace poco por Fred Van Lente y Ariel Olivetti bajo el título Conan y el pueblo del Círculo Negro. Sin pretender desmerecerla (ya en su día señalamos que era un trabajo muy profesional), me quedo con la versión de La espada salvaje donde, a mi entender, se han medido mejor los tiempos, lo que permite saborear el escenario, implicarse con los personajes (a destacar la comunicación entre el cimerio y su cautiva, parca pero expresiva) y, por lo tanto, conectar más con las emociones que trae la historia. En el siguiente artículo os hablaremos de su resolución.
De nuevo, hay que señalar el buen rumbo de la colección. La espada salvaje de Conan se muestra más madura que otras colecciones hermanas y no por ser más explícita tanto en violencia como en sexo, que lo es sin ser excesiva tampoco, sino por el tratamiento de las tramas, donde se ve menos precipitación y menos miedo a no estar poniendo todo el rato bichos y peleas, lo que repercute en una mejor narrativa.
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