Animalito
Mientras el tendero me hablaba, su mano derecha se elevó y se introdujo en mi escote. Le miré, sobresaltada: un rostro serio recitando los precios de los cítricos. Como tampoco me desagradaba, dejé la mano estar. Al poco se dormía, enroscada a mi pecho como un armadillo.
La mano encantada, un libro de Gerard de Nerval