Los relatos

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Bote
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Este relato lo escribí para el Sitio de Ciencia Ficción y fue presentado para concursar en el IV Premio Internacional de las Editoriales Electrónicas, en el que quedó en segundo lugar ex aequo, con otros dos relatos. El ganador del premio ese año fue Santiago Eximeno con su relato Esmegma, no sé si lo conoceréis.

Unos meses más tarde un tal Vladimir Ilyin se puso en contacto conmigo para pedirme permiso y publicarlo en la revista de ciencia ficción Esli, que significa , en ruso.

Evidentemente dije que sí, en español.

 

LA ESPERANZA DE BENI

 

—...Te quiero.

En su cabeza resonaron esas últimas palabras de Elisa, provenientes de sus aún vibrantes tímpanos, pero la realidad luminosa y familiar había cambiado abruptamente para convertirse en una extraña penumbra azulada.

—¿Qué demonios...? —Exclamó.

Estaba solo en una estancia de la nave, recostado sobre la cálida superficie del artefacto alienígena. Su mente luchaba por intentar comprender qué había ocurrido en el último segundo de su existencia. Se fijó en su desnudez al mirarse el cuerpo y también en las cinchas metálicas que le mantenían pegado al artefacto. Las soltó. Entonces le sobrevino el dolor. Era el dolor del cáncer que le mordía los intestinos cruelmente. Hasta ese momento no lo había sentido gracias a las ondas alfa inducidas y los fármacos, pero ahora se adueñaba de su persona, de su mente, de su pensamiento lógico y le arrojaba a las simas del sufrimiento más allá de la razón. Se encogió sobre sí mismo en posición fetal y le gritó a la azulada penumbra. Llamó a su amada Elisa, llamó a su querido Cesar, pero ninguno de los dos respondió.

El cerebro humano posee un sistema de seguridad que evita que los impulsos nerviosos del dolor sean demasiado fuertes, o eso había creído siempre, así que no le extrañó que poco a poco la tortura fuera remitiendo dejando en su lugar una especie de opresión fuerte en su abdomen y una palpitación insistente en las sienes. Abrió los ojos y vio unas pequeñas gotas transparentes alejándose lentamente de su cabeza. Era su propia saliva, sudor y lágrimas flotando. Se dio cuenta de que él mismo flotaba debido al impulso infligido a su cuerpo por los espasmos. El tambor rotatorio no giraba. Apenas unos minutos antes había estado tumbado sobre el artefacto alienígena con todo su peso, a la espera de que Elisa lo activase, pero ahora la gravedad brillaba por su ausencia. Esperó pacientemente a que la inercia le condujese al techo de la estancia para poder impulsarse otra vez hasta el suelo. No quería llevar a cabo los violentos movimientos de auto impulso aprendidos para estos casos porque ello podría suponer nuevos accesos de dolor intestinal. Llegó al techo y una vez allí se fijó en la menuda letra que se apretaba en finas líneas. Alguien se había dedicado a escribir sobre la superficie metálica de las paredes con algún objeto punzante. Ladeó la cabeza para que su propia sombra, generada por la luz del artefacto, no le impidiese ver bien y leyó una línea al azar.

...a la espera de que se produzca un nuevo sonido que me dé la más mínima esperanza de ser rescatado...

Intrigado buscó sobre líneas anteriores para coger el hilo de lo que quiera que fuese que significara aquello.

Estoy en la que creo que puede ser mi reencarnación numero 940.456, si hago caso del numero de equis. Sé que en anteriores reencarnaciones he debido escuchar algún tipo de sonido que he descrito como roce metálico y pasos como de insecto sobre el casco de la nave, lo que me parece, al menos, esperanzador. Podrían ser los alienígenas que vienen a recuperar sus artefactos robados. Tal vez mi persona les resulte lo suficientemente curiosa como para desear conservarme. Lo que sea. Así que permanezco a las espera de que se produzca un nuevo sonido que me dé la más mínima esperanza de ser rescatado de este absurdo infierno *.

Dejó de leer. Lo que quiera que significasen aquellas palabras escritas con su propia letra era algo tan abrumador que decidió no darle la importancia que merecía, al menos de momento. Antes que nada estaba entender que había sucedido en los últimos cinco minutos. Por qué había pasado de estar en manos de Elisa y Cesar, a punto de comenzar el experimento con el artefacto alienígena, a estar en esta habitación desconocida, en penumbra, solo.

Se impulsó por fin hacia abajo, buscando la falsa seguridad mental de verse situado de pie sobre el suelo de la habitación. Flexionó las rodillas para eliminar el efecto rebote, lo que le produjo un nuevo acceso de dolor. Esperó a que remitiera y miró a su alrededor.

La luz azulada provenía del artefacto alienígena. Esa era una de las peculiaridades del mismo, que brillaba siempre con aquella luminosidad fantasmal. No había en la estancia ninguna otra luz, así que instintivamente buscó con la vista el interruptor. Lo localizó y suavemente se impulsó contra el artefacto para llegar, contrarrestando la inercia que le desplazaba hacia arriba con el movimiento de brazos, hacia abajo, aprendido años atrás en la academia de astronautas.

El interruptor permanecía duro, resistiéndose a ser pulsado. Parecía como si llevara siglos así. Justo debajo del mismo estaba el pulsador manual de la puerta. Intentó presionarlo con el mismo éxito. Alrededor de los pulsadores se apretaba la minúscula letra. Su letra. No pudo eludir leer una de las líneas.

...evitar dejarte llevar por el odio. Lo que pasó, pasó...

De nuevo buscó el principio del párrafo para entender.

Debes aceptar que Elisa y Cesar * se han limitado a vivir una existencia soportable para ellos. No les juzgues mal, tú habrías hecho lo mismo. Ella nunca dejó de amarte y siempre cuidó de ti en todas y cada una de tus encarnaciones. Así que debes evitar dejarte llevar por el odio. Lo que pasó y tu nada puedes hacer por impedirlo. Acepta que... SUPONGO QUE ESTAS AQUÍ, INTENTANDO DAR LA LUZ. DÉJALO YA. SI QUIERES ENTENDER UN CARAJO DE LO QUE OCURRE, HAZ EL FAVOR Y VETE A LA ESQUINA SUPERIOR DERECHA DE LA HABITACIÓN. AHÍ EMPIEZA TODO.

Sobre la letra menuda alguien había escrito en mayúsculas. También era su letra. Se giró sobre sí mismo. La esquina superior derecha de la habitación estaba a un impulso, pero no lo llevó a cabo inmediatamente. Desde aquella posición podía apreciar el conjunto de la estancia. El artefacto alienígena dominaba la escena, absolutamente rectangular y luminoso, con algo de aspecto irregular pegado en una de sus esquinas superiores. Todo lo demás era una amalgama de aparatos de aspecto viejo... no, viejo no, de aspecto antiguo más bien. Había algunos ordenadores portátiles, una pequeña nevera y varios recicladores de oxígeno. Todos parecían haber dejado de funcionar por puro agotamiento de su vida útil y se amontonaban, sujetos a la pared de la izquierda con cintas magnéticas, junto a otros objetos de diversa índole. Iluminados por la tenue luz azulada del artefacto alienígena Beni creyó reconocer lo que parecían libros, o cuadernos. En un segundo decidió que antes de analizar los objetos, debía leer el principio de aquel relato escrito a cincel y que se extendía a lo largo y ancho de la habitación. Se impulsó de nuevo para encontrarse con aquello que iba a aclarar su completa ignorancia de los acontecimientos. Justo como prometía la letra mayúscula escrita irrespetuosamente sobre la letra menuda de encima del interruptor de la luz, encontró la primera respuesta.

Elisa y Cesar han muerto. Lo siento, estas solo...

Aunque de algún modo, viendo la situación, había imaginado aquello, no pudo evitar sentir el aguijonazo del dolor por la pérdida de sus seres más queridos. La punzada aguda y mucho más real del dolor de su cáncer metastásico subrayó el desagradable momento y le obligó a encogerse a la espera de que cediese lo suficiente. Se preguntó si en alguna de las pequeñas cajas que había visto en el montón de cacharros de la esquina quedaría algo de morfina, aunque sabía que posiblemente no quedaría ni un gramo de la misma en toda la nave. Una vez el dolor remitió lo suficiente prosiguió leyendo.

Elisa y Cesar han muerto. Lo siento, estas solo. Aparte de esto, que considero es lo más importante y lo primero que tienes que aceptar, debes entender que el artefacto alienígena es una mera máquina que hace copias de seres vivos y no sirve para curar, pero esto ya lo sabes. El experimento que Elisa realizó contigo consistía en determinar la utilidad de la máquina más allá de los vegetales y animales de las primeras pruebas. El resultado es el que ves en tu persona. En el momento que escribo esto he contabilizado 405.589 reencarnaciones desde la primera. En cada una de ellas vivirás aproximadamente una semana. Recuerda que cuando vayas a morir debes hacerlo sobre la máquina para que pueda volver a reconfigurar en ti la copia primera. Los recicladores de aire se ocupan del oxigeno, por lo menos mientras la nave produzca energía suficiente, cosa que podría no durar demasiado. De todos modos el sistema funciona al mínimo. Me he decidido a transcribir sobre la pared los resultados de las investigaciones que Elisa y Cesar han llevado a cabo durante años, en la previsión de que en algún momento los aparatos dejaran de funcionar. Ellos han vivido tres vidas juntos. En cada una de ellas han soportado tus repetidos surgimientos desde la muerte. Sé comprensivo desde ya y haz el favor de barrer ese sentimiento de cornudo que empieza a florecer en tu cabecita. No me queda mucho tiempo, así que, si cuando leas esto lo encuentras incompleto recuerda que debes transcribir sobre la pared con el cincel lo que consideres importante de los videos de las investigaciones. Los ordenadores no van a funcionar mucho tiempo más. Los cuadernos debes utilizarlos para ir sumando una equis nueva en cada encarnación. Así que ya sabes, obvia todo sentimiento de perplejidad, vete al cuaderno que tiene la equis marcada en la tapa y escribe en ella tu equis. Tus siguientes encarnaciones sabrán cuantas veces se ha repetido el proceso. He pensado que cada vez que vaya a morir y tenga que abandonar la transcripción colocaré un asterisco señalizador. Haz tú lo mismo, también servirá para que sepas cuantas encarnaciones han hecho falta para ir escribiendo esto. Esto ha sido el resumen informativo de bienvenida, a partir de aquí es cosa tuya *.

Beni comprendió esto instantáneamente. De hecho le parecía lo más lógico dada la situación y, como aconsejaba ese primer escrito en la pared, barrió todo sentimiento de odio hacia Elisa y Cesar. Después de todo hacía mucho tiempo que habían muerto, aunque para él no hacia ni media hora que habían estado a su lado dándole ánimos mientras se esforzaban por entender para qué demonios podía servir aquella estúpida máquina fotocopiadora alienígena. La decisión de usarla en su persona fue un intento desesperado que se le había ocurrido a Elisa ante su inminente muerte. Sabían que la máquina hacia copias de los seres vivos y que, una vez muertos, si se colocaba el cadáver en la misma, esta se ocupaba de devolverle la vida basándose en la primera copia. Beni recordaba que el experimento consistía en producir esa primera copia... y hasta ahí podía recordar. La esperanza de Elisa era que al morir y colocar su cuerpo sobre la máquina la resurrección consiguiente se produjese sin rastro del cáncer que le devoraba. Al parecer, la máquina no curaba el cáncer. Se limitaba a devolver a la vida el cuerpo tal y como lo había copiado, con cáncer y todo. Maldijo a los alienígenas y lo estúpido del invento. Comprendió también que el dolor, que hasta ese momento de su enfermedad no había sentido en toda su magnitud, se producía porque la máquina no reproducía los fármacos que se hallaban en su sangre al realizarse la primera copia.

Elisa y Cesar juntos, a lo largo de tres vidas...

La imagen de ambos retozando alegremente en una cama mientras él se retorcía de dolor en la habitación de al lado lo asaltó de repente. Se obligó a borrarla de su mente. Debía centrarse en seguir las primeras instrucciones que se había dejado a sí mismo para dar un cierto orden a toda aquella locura. Lo primero, poner la equis en el cuaderno.

Se impulsó hasta el montón de objetos de la esquina inferior izquierda. Lo primero que hizo fue mirar en una de las cajitas con la cruz roja impresa en su tapa para comprobar por sí mismo que no contenía nada.

—No hay morfina, jódete —le dijo al artefacto.

Vio el cuaderno con la enorme equis dibujada en la portada. Era un cuaderno de hojas de plástico polimerizado, no de papel. Casi no se usaba en el quehacer diario de la misión, pero eran unos cuadernos fabricados exclusivamente para durar. Para escribir sobre esas páginas se usaba un lápiz magnético que no encontró en un primer vistazo. Debajo de la gran equis había algo escrito.

Cada cuaderno tiene 100 hojas, que son 200 si sumas la otra cara de cada hoja. En cada hoja caben bien 1000 equis de este tamaño X Procura que en cada línea puedan haber al menos 20 equis para que la suma de todas sea 1000 en cada página.

Justo debajo de aquellas instrucciones había otras.

Se acabaron los cuadernos, 3 en total. Esto es una locura, lo he pasado muy mal echando cuentas, pero creo que debo seguir. He pensado que debemos empezar a poner una equis en los huecos que han quedado entre equis y equis, de modo que de nuevo queden 20 en cada línea ¿te parece? Tú empiezas.

Y debajo de aquellas nuevas instrucciones había otras.

Acabo de poner la última equis en el último hueco de la última página del último cuaderno de los cojones Ja, Ja, Ja. Esto no tiene ni puta la gracia, pero si te apetece puedes aprovechar los huecos de debajo de cada equis, de modo que otra vez haya 20 por línea y tal y cual... Tú mismo.

Debajo de aquellas nuevas instrucciones ponía lo siguiente.

Acabo de marcar la última equis del tercer cuaderno, ya no caben más equis. He pensado que podrías poner en la primera equis un palito vertical, de modo que cada palito en cada equis subsiguiente signifique una nueva encarnación.

Y debajo.

Se acabaron los palitos verticales. Empieza con palitos horizontales para que cada equis forme un asterisco. Recuerda que cada asterisco equivale a 3 encarnaciones.

Justo al final de la portada del cuaderno, cuando ya casi no era posible seguir escribiendo por falta de espacio, aparecía una única frase grabada con un objeto punzante.

Se jodió el lápiz, abandono.

Beni no podía creer que aquello fuera en serio. Abrió el cuaderno por la primera página y observo la miríada de asteriscos alineados apretadamente. Abrió el segundo cuaderno marcado con un enorme 2 en la portada para comprobar que estaba lleno también. El tercer cuaderno presentaba el mismo aspecto. Lo lanzó al montón de objetos notando por primera vez un terrible agobio y sobrecogimiento. No tenía ganas de hacer cuentas, pero estaba claro que si cada encarnación duraba una semana y cada año tenia cincuenta y dos semanas y cada cuaderno mostraba el paso de cientos de miles de semanas literalmente... no, cada cuaderno mostraba el paso de millones de semanas... ¿Cuánto tiempo habría tenido que pasar para conseguir desgastar y romper un lápiz de punta magnética?

—¿Pero esto qué es?

Permaneció junto a los objetos más de dos horas, flotando perezosamente, inmerso en sus pensamientos. Tal vez durmió. El caso es que decidió no pensar en el tiempo que podría llevar viviendo aquella situación una y otra vez. Lo que debía hacer era enterarse de porqué se encontraba en aquel cuarto remoto de la nave y si existía alguna posibilidad real de ser rescatado. Algo que le diese sentido a aquella locura. No podía hacer otra cosa que volver a la esquina superior derecha del cuarto y seguir leyendo.

* Vale, llevo 3 días mirando vídeos y creo que ya puedo hacer un resumen de lo que ocurre, para que tú, que no tienes la posibilidad de poder verlos, te enteres un poco. Después del accidente el motor quedó dañado. La computadora realizó una secuencia de frenado de emergencia mucho antes de llegar al siguiente punto de salto. El resultado fue que consiguieron entrar en órbita alrededor de una gigante azul. Una órbita muy abierta que se completa cada 5.987 años. No hay posibilidad de poder arreglar el motor. Lo único que puede hacerse es emitir una señal de auxilio automática con la esperanza de que sea captada por alguna nave que esté de paso dentro de un radio de pocos años luz. La colonia habitada más cercana está a 3.456 años luz según la compu, así que esperar que la señal llegue a ella es absurdo. Eso por un lado. También he descubierto en otro video un mensaje que me hice a mí mismo y que explica porqué estoy encerrado en este lugar. Bien, estoy en el habitáculo donde se guardaban los productos de limpieza. Sí, parece de coña, pero resulta que es el cuarto de la nave que se encuentra más centrado dentro de la misma. En un vídeo explico que al despertar encontré varios agujeros de meteoritos que atravesaban el casco. Es lógico, estar en el espacio tanto tiempo da como resultado una lenta degradación. Decidí llevar el artefacto a este lugar, junto con algunos aparatos de supervivencia y un traje espacial. * En un vídeo salgo explicándole a Elisa y Cesar mi decisión de parapetarme en el cuarto de la limpieza. Intento convencerles de que me acompañen para intentar sobrevivir juntos, pero ellos son unos ancianos de aspecto cansado y me dicen que no, que no quieren seguir viviendo en un habitáculo de una nave muerta, que no tienen la menor esperanza de que seamos rescatados y que no van a esperar a que la energía se agote * Son muchos miles de horas de vídeos, esto es agotador. * He visto un vídeo en el que salgo diciendo que hay que reforzar las paredes aledañas al cuarto de la limpieza. Por lo visto me dediqué a soldar placas de otros sectores de la nave hasta llenar literalmente los cuartos contiguos * Por lo visto no le queda mucho tiempo de vida a los aparatos, de hecho uno de los recicladores de aire no funciona, pero tengo una idea para cuando todos fallen. Ese musgo que crece en el laboratorio puede servir bien. Si lo dejo en el artefacto para que haga una copia y lo vaya regenerando cada vez que muera podría suministrar óxigeno suficiente para asegurar la supervivencia. El calor que produce el aparato mantendría, llegado el caso, la temperatura * No se qué número de copia soy desde el último escrito, pero ahora mismo no funciona casi nada, excepto un ordenador. En él hay una grabación en la que explico que el problema de los meteoritos es alarmante y que lo último que voy a hacer para reforzar el cuarto es colocar placas detrás de la puerta. * Estoy sellado aquí dentro, no sé qué más puedo añadir. * El musgo recicla el aire mientras vive y el calor que emite el artefacto mantiene una temperatura constante. Si no fuera por esto y por el hecho de que vivo tan poco tiempo que no necesito alimentos, no sé qué sería de mí. * Supongo que ya te habrás dado cuenta, pero hay agua condensada en las paredes, producto sin duda de este estúpido microclima. Me he pasado un par de horas lamiendo las paredes. * No funciona nada, no me explico cómo es posible no haber dejado información sobre el aparato. Lo que se supone que descubrieron Elisa y Cesar durante el transcurso de esas tres vidas. A la mierda, creo que no investigaron nada, que solo se dedicaron a follar a mis espaldas. Me pregunto si el día del accidente que mató a todos los demás y me dejó a mí el cáncer en las tripas estaban jodiendo sobre la superficie del planeta ¿tú qué piensas? Yo creo que sí, que lo suyo no empezó a raíz de este asunto. * No debo escribir estas cosas, no estoy para recibir esta clase de información *. Duele. * Dolerá, pero ¿Qué otra cosa puedo hacer aquí mientras espero palmarla? * Puedo intentar aprender por mis medios cómo funciona la puta máquina alíen ¿no? De momento sabemos una de sus funciones, la de copiar un organismo y repetirlo a partir de su cadáver, bien, algo es algo, a partir de aquí tenemos que anotar lo nuevo que descubramos. Por ahora nada * Nada * Nada * Solo sé que brilla y que la energía le dura y dura * Nada * El musgo parece llevarlo bien, quién fuera musgo. * Recuerdo el día que conocí a Elisa, en el centro de desarrollo y recuerdo también el día que conocimos a Cesar, justo antes de partir. *Que hijo de puta*Sí*Sí*Sí*Me duelen las tripas * Duelen, sí * Creo que esta vez no voy a dejarme morir sobre la máquina, esto tiene que acabar aquí y ahora*Evidentemente no lo he hecho, aquí sigo. * Procuremos escribir sobre la máquina, ¿vale? *No, casi que prefiero escribir sobre el coño de Elisa y la polla de Cesar...

Los escritos continuaban incesantes, llenando la pared a medida que se habían producido las sucesivas encarnaciones. El dolor intestinal empezó de nuevo y Beni aprovechó esta circunstancia para descansar de la delirante lectura. Se dejó flotar mientras pensaba. Pensar le aliviaba el dolor, o eso se decía a sí mismo. El caso era no centrarse en aquella maldita tortura. Pensó en lo inútil que le iba a resultar llegar a conclusiones, pues todas las encarnaciones anteriores habrían llegado a ellas millones de veces antes que él. Pensó que seguramente habrían hecho lo mismo que estaba haciendo él en ese momento, flotar doloridas mientras cavilaban, llegando a la misma jodída deducción de que no podían hacer nada, pero entonces recordó lo primero que había leído en el techo.

—Ruidos en el casco de la nave... —dijo en voz alta.

Abrió los ojos y miró hacia el lugar donde había leído aquello por primera vez. Estaba flotando lejos de cualquier punto de impulso, aunque se acercaba lentamente al suelo, así que espero paciente durante un par de minutos hasta que la ocasión de poder moverse hacia arriba con un mínimo esfuerzo se hizo posible.

Sí, allí estaba el escrito con el asunto de los ruidos. Buscó el final del párrafo para continuar leyendo.

Así que permanezco a las espera de que se produzca un nuevo sonido que me dé la más mínima esperanza de ser rescatado de este absurdo infierno* Sí, son como patas caminando sobre el casco. Lo que llega, más que un sonido, son las vibraciones que se producen en el metal de la nave. En el vacio no puede haber sonidos, aunque no puedo estar seguro de estar en el vacío en estos momentos. * He oído un golpe fuerte, evidentemente un impacto meteórico en el casco de la nave, me temo que lo que ocurre no es más que eso*. Yo también lo he oído, golpes y patas caminando. ¿Serán alienígenas? * Propongo que cada vez que se oiga pongamos un asterisco y si no lo oyes coloques una equis. Yo lo he oído*xxx....

La consecución de equis que se producía a continuación ocupaba muchísimo espacio con algunos comentarios sarcásticos intercalados entre medias.

*Demasiadas equis, creo que ya sé lo que pueden ser los sonidos. Son trozos sueltos de la nave agitándose lentamente y rozando con el casco. Los micro meteoritos la deben estar desguazando poco a poco, aunque eso no explica los aparentes pasos de insecto que acabo de escuchar. xxx... Mierda, estoy a punto de morir y no he oído nada xxx... Nada. xxx*Creo que sí, que son trozos de la nave flotando y golpeando el casco. Seguramente no pueden escapar de la atracción gravitatoria de la nave y la están orbitando, de vez en cuando chocan con ella, pero yo no he oído pasos de insecto...

Beni se durmió, se encontraba muy débil. Cuando despertó no era consciente del tiempo que había pasado. El dolor era un latido en sus tripas y no le quedaban fuerzas ni ganas de seguir leyendo. Pensó en intentar hacer funcionar algún ordenador para poder ver, aunque fuese, un vídeo, pero olvidó pronto el tema, a saber los miles de años que llevarían sin funcionar los malditos cacharros. Allí solo marchaba el jodido artefacto alienígena, insistente, extrayendo la energía de algún lugar inaccesible a su entendimiento o simplemente agotando una batería que podría perfectamente durar mil millones de años más. Lo jodido de todo aquello era que, a pesar de haber vivido aquella situación tantísima veces, no se había vuelto loco. El artefacto se ocupaba de dejar sus neuronas y procesos químicos exactamente igual que cuando se tumbó por primera vez en su luminosa superficie. No había remedio para aquello.

¿O sí?

¿Y si esta vez sencillamente no se tumbaba sobre el aparato? ¿Y si terminaba con todo de una maldita vez negándose a proseguir aquella pesadilla?

Pensó en el futuro. En algún momento un meteorito acabaría atravesando las placas protectoras por un punto débil y el óxigeno escaparía del habitáculo. Eso tenía que pasar, iba a pasar seguro. Si ese momento fatal ocurría mientras se encontraba despierto, sencillamente el infierno acabaría, moriría fuera del influjo de la maquina y todo habría sido en balde. ¿Pero... y si ocurría mientras esperaba tumbado? Entonces moriría y despertaría una y otra vez, sin saber por qué demonios estaba ocurriendo aquello. Despertaría, moriría de asfixia y volvería a despertar para morir de nuevo en la más absoluta perplejidad. No, su cuerpo acabaría congelándose. ¿Hasta qué punto la maquina podía solucionar ese detalle? ¿Descongelaría su cuerpo una y otra vez? Se imaginó flotando libremente sobre el artefacto, sujeto con las cinchas al mismo, en el espacio abierto, rodeado tal vez de los pedazos de la nave, orbitando eternamente la gigante azul, muriendo y despertando sin tiempo siquiera para hacerse aquella primera pregunta “¿Qué demonios...?”  Pensó también que, incluso llegando a esa situación delirante de existencia, cualquier meteorito pondría fin a todo en un momento dado, aunque tal vez el artefacto podía soportar los impactos ¿Por qué no? Y tal vez podría también regenerar cualquier parte de su cuerpo que fuese cercenada en alguna colisión meteórica...

Se iba a tumbar sobre el artefacto una vez más, después de todo la esperanza de ser rescatado por alguna raza alienígena existía. El factor tiempo contaba a su favor, tenía todo el del Universo. Contar con un rescate humano estaba descartado. A saber si seguía habiendo humanidad en algún sitio, o si no se habrían convertido en otra cosa... menos afín a su sufrimiento. No, si había rescate sería llevado a cabo por alguna raza primeriza en los viajes espaciales, llenas de curiosidad por el misterioso hallazgo. Tal vez se encontrarían estudiando la gigante azul y en sus pantallas de radar aparecería un pequeño punto palpitante, o la energía del artefacto seria detectada por alguno de sus sensores. Su atmósfera no sería respirable para él, probablemente, pero en cada resurrección tendrían la posibilidad de probar distintos gases y mezclas de los mismos hasta que dieran con el óxigeno y el nitrógeno. Después, tal vez, cuando fueran consciente de su enfermedad, podrían aplicarle algún remedio alienígena... y viviría. Viviría sin saber porque unos minutos antes Elisa le ayudaba a tumbarse en el artefacto mientras le decía que le quería dulcemente, para encontrarse un segundo después siendo observado por aquellos extraños ojos alienígenas, que tal vez se alegrarían de ser capaces de mantener con vida por fin a aquel ser encontrado varios cientos de años antes. Esperarían respuestas a sus innumerables preguntas. Aprendería su idioma, con el tiempo, y viviría. ¡Viviría maldita sea!

Sí, se iba a tumbar de nuevo, pero antes sintió la necesidad de dejar constancia de su paso por la eternidad, algo que ayudase a una futura encarnación a comprender lo que ocurría. Buscó a la luz del artefacto el punzón que había utilizado tantas veces para escribir. Tenía que estar en algún lugar visible para que fuera fácil encontrarlo. Lo localizó en el suelo, contra la pared, debajo de lo que parecía un espacio vacío de escritura. Aquello le extrañó. ¿Cómo podía quedar un espacio libre para escribir?

El espacio era un pequeño rectángulo, entre miríadas de pequeñas letras, equis y asteriscos contabilizadores de alguna cosa. Era un espacio vacío y maravilloso que se había preocupado de no rellenar. Algo para que una de las encarnaciones pudiera exponer lo extraño de un posible suceso que no hubiera ocurrido anteriormente. Eso pensó, y se dispuso a escribir sobre la superficie metálica, pero no sabía que poner. Pensó en transcribir los pensamientos sobre el futuro que acaba de visualizar en su mente, colocar un poquito de esperanza en toda aquella demencia. Había un pequeño punto marcado sobre el lateral superior izquierdo del rectángulo. Apoyó allí el cincel, y entendió que muchas de sus antiguas encarnaciones habían hecho lo mismo. Habían hincado la punta ahí para empezar a escribir, seguramente los mismos pensamientos que él acababa de tener. ¿Por qué no escribieron nada?

Apartó el cincel y lo dejó en el lugar donde lo había encontrado.

—No seré yo el que rompa las tradiciones —se dijo.

Sin saber exactamente por qué, se impulsó hasta el artefacto. Se sujetó las cinchas que lo mantendrían sujeto y esperó la muerte. Le había quedado mucho por leer, pero ya no le importaba.

Pasó mucho tiempo antes de morir en el que gritó de dolor hasta romperse las cuerdas vocales. Por suerte perdió el conocimiento en varias ocasiones y hasta tuvo un sueño.

Soñó con la ocasión en la que estaba con Elisa en aquel restaurante bendesiano, el que regentaba un tipo gordo muy simpático. Reconoció el momento. Fue la vez que comían un potaje de garbanzos de Bendesia y él le confesaba que aquello ni eran garbanzos realmente, ni eran vegetales siquiera, si no huevos de una criatura nativa de ese mundo. Ella había dejado de masticar un momento, como espantada, para a continuación mostrarle sonriente el contenido de su boca, demostrándole que estaba dispuesta a todo con tal de ser astronauta. Pero en el sueño no ocurría esto. En el sueño estaba Cesar también, sentado al lado de Elisa, y él no le confesaba nada sobre los garbanzos. Tan solo se echaba a llorar diciendo que se alegraba mucho de estar con ellos en Bendesia y no encerrado en el cuarto de la limpieza con el musgo. Entonces Cesar, sin darle la menor importancia, empezaba a besar a Elisa que tenia la boca llena de huevos... Despertó un momento, se aseguró de estar sobre el artefacto alienígena, a años luz de Bendesia, y volvió a dormirse agotado. Ya no despertó.

Mientras permanecía muerto no pudo apreciar que la luz azulada del artefacto se intensificaba levemente mientras recomponía sus tejidos a partir de la primera impresión que, de algún modo, mantenía en su memoria mecánica. Tampoco pudo escuchar los sonidos sordos que se produjeron, un golpe y un precipitado pataleo, como de insecto, en el silencio sepulcral de la estancia.

De todos modos, probablemente, no se tratara de alienígenas.

© Eduardo Delgado Zahino

Mírame a los ojos...

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Bestia insana
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Bote, lo estoy leyendo, pinta muy bien. Comentamos en este hilo, ¿no? Lo haré hoy o, más probablemente, mañana, que soy muy liento, como decía uno

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Bestia insana dijo:

Bote, lo estoy leyendo, pinta muy bien. Comentamos en este hilo, ¿no? Lo haré hoy o, más probablemente, mañana, que soy muy liento, como decía uno

En este hilo, sí. Tú sin prisas, que no la hay, pero recuerda colgar un relato tuyo para que yo tenga algo que hacer. Sonrisa

Mírame a los ojos...

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Bestia insana
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Bote, me he dado cuenta de que el relato del Visiones que pensaba poner debe de tener aún los derechos comprometidos y eso; aunque por aquí no pase nadie, creo que no debo colgarlo, pero si quieres puedo enviarte un ejemplar del libro, con la condición de que no me pidas que te lo dedique, se me dan muy mal las dedicatorias y tengo letra de subnormal. Bueno, pues aparte de eso, no te creas que tengo mucho más publicado, de cierta extensión digo, así que al final voy a subir el relato ese que unos amables estudiantes de traducción vertieron al francés, en una versión al parecer muy buena, según me han dicho. Nunca he sabido muy bien qué hacer con él, si enviar el original a otro sitio o no, porque no sé si sigue siendo rigurosamente inédito o bien ya completamente édito. Y ahora, a ver si puedo seguir leyendo tu relato

 

 

 

La plaza

 

 

Ruth apuntó el arma, centró la mira telescópica y disparó. A un kilómetro de distancia un pequeño hombre peludo cayó, rodó por la duna y se levantó. Ruth resopló y volvió a disparar. La bestezuela cayó y quedó quieta. “Maldito Trog”, pensó, “se hace el muerto”.

Ruth se levantó, observó el arma un momento y rió de buena gana. “Menuda antigualla”. El rifle voló y aterrizó en la arena del desierto. Ruth volvió a montar y guió al Iguanodón  hacia poniente presionando levemente las rodillas contra los flancos de la bestia. El doble sol incidía  en  su ligera  armadura metálica arrancando reflejos de oro puro.

Por mera  diversión, Ruth alzó el dedo meñique, en realidad un arma miniaturizada, y lo flexionó. En la distancia una duna saltó  por los aires y una cuadrilla de trogs se dispersó corriendo. Conociendo el camino, el iguanodón  dirigía  sus pesados pasos hacia la ciudad de cristal y hormigón.

 

Luisete interrumpió la escritura. Se hacía tarde. Aún tenía que entregarle a Crescencio la bolsa de provisiones. Crescencio se enfadaría si volvía a retrasarse. Últimamente estaba de mal humor. Luisete pensaba que empezaba a hacérsele pesado pasar tantas horas en el coche.

En un momento se vistió y salió de casa. De camino, Luisete recordó la pistola que Crescencio le había mostrado una vez. Si acudía a llevarle víveres una vez al día, era desde luego porque Crescencio le pagaba (Luisete siempre andaba escaso de fondos) pero también porque esperaba volver a ver esa hermosa pistola reglamentaria que Crescencio guardaba en la guantera del coche.

 

Luisete pensó que Crescencio tenía el rostro tenso hasta cuando dormía. Siempre crispado. Recorrió con la vista los asientos de atrás aunque sabía que Helena, la vagabunda a la que Crescencio alquilaba como dormitorio la parte posterior del coche, no estaría a esa hora. Helena siempre le regalaba una sonrisa amable y desdentada. Un día le había regalado también un libro: 2001, una odisea en el espacio, un libro de tapa dura que aún conservaba el tufo del basurero.

-Trae acá-, dijo Crescencio quitándole de las manos la bolsa de comestibles. –Llegas tarde.

-Cinco minutos.

-Cinco minutos son aquí una eternidad, ya lo sabes. ¿Qué me has traído?- dijo echando una ojeada a la bolsa.

-Lo que me pediste.

-¿Fiambre?

-Sí, y vino también- añadió Luisete conociendo la pregunta que venía a continuación.

-Ya-. De alguna manera Crescencio parecía decepcionado. - Ahora vete, tengo que pensar. Si te portas bien, la próxima vez te enseñaré la pistola.

-Siempre dices lo mismo-, dijo Luisete disgustado.

Después de vagar un poco por ahí, Luisete decidió volver a casa. Le esperaban Ruth y los trogs, que estaban a punto de rebelarse contra los señores de la ciudad de cristal y hormigón. Sin embargo antes daría un rodeo para volver a ver a la mujer desnuda que se había encadenado a un árbol. Decían, aunque Luisete no lo creía, que era el árbol más viejo de la ciudad. Crescencio le había confiado en secreto que el árbol, que tenía un tronco tan grueso como la pata de un iguanodón, estaba seco, vaciado por dentro.

 

Pegado al cristal, haciendo pantalla con las manos, Luisete espió otra vez el interior de la furgoneta Volkswagen, siempre estacionada ahí bajo su eterno cobertor de polvo. Apenas se veía nada más que un revoltijo de cosas pero Luisete no podía evitar mirar, influido tal vez por el ocioso vejete que desde hacía un tiempo sometía a la furgoneta a una descuidada vigilancia, convencido de que en su interior se ocultaba el rehén maniatado de un sensacional secuestro. Más adelante estaba el Peugeot modelo Indiana, otro huésped permanente, del que Crescencio decía que era el coche más sucio del país. Más allá, un coche reluciente último modelo que Luisete no conocía y al que evidentemente habían roto durante la pasada noche la ventanilla. Viendo los trocitos de cristal caídos sobre la funda negra del asiento (un puñado de diamantes), Luisete recordó el recado que Crescencio le había dado para Juaco. No se imaginaba cómo era posible que Crescencio, sin salir jamás del coche, estuviera siempre al tanto de todo.

 

-Dice Crescencio que tengas cuidado.

Dando sonoras palmadas, Juaco corría detrás de los viejos verdes de la plaza, espantándolos como si fueran palomas.

-¡Venga! ¡Aire!

Luisete insitió:

-Me ha dicho que te diga que tengas cuidado.

Juaco se volvió hacia la mujer del árbol de cuya vigilancia y protección parecía haber decidido encargarse personalmente.

-¿Yo, por qué? ¿Qué he hecho yo?- dijo volviéndose hacia Luisete convertido en la inocencia en persona. Luego añadió: -El coche no era de aquí.

-Pero estaba a un tiro de piedra del de Crescencio. Ya sabes que no le gusta que te acerques demasiado-. Crescencio era como un pequeño comisario: en su pequeño territorio no toleraba desmanes. –Si no me dará otro recado, esta vez para el ruso.

También ahora Luisete sabía lo que vendría. Juaco se haría el tonto, fingiría no conocer de quién le estaba hablando y se iría haciendo grandes ademanes.

-¿Quién coños es el ruso? ¡Joder!

 

La plaza quedó desierta. Luisete pensó que la mujer estaba tan pegada al árbol que parecía que quisiera fundirse con él, desaparecer en su interior de la vista de todos, que él árbol la admitiera en su grueso tronco con su abrazo de oso. Pero por el momento sólo parecía un extraño fruto que le hubiera salido al árbol en la piel, una vaina blanca y con dorada pelusa con la brillante cadena ciñéndola como una serpiente de plata. ¿Se había encadenado ella sola al árbol y se había tragado después la llave del candado? Mientras la recorría con la mirada, deteniéndose una vez más como hechizado en la clara raspa de su sexo, Luisete comprobó que la mujer tenía sangre en la frente, su pelo rubio estaba teñido de rojo. Luisete pensó que tal vez  la habían apedreado.

 

Luisete continuó hacia su casa. Recorriendo la fila de coches parados en el semáforo, Helena maldecía en su extraño idioma a los conductores blindados. Un larguirucho de barba rubia limpiaba con un trapo los faros de los coches. Luisete admiraba sus manos eficientes, y le temía porque jamás le había oído decir una palabra.

 

Al día siguiente Luisete volvió a pasar por la plaza pero la mujer ya no estaba, sólo la cadena. Luisete supuso que el árbol había finalmente absorbido a la mujer y escupido después los indigestos eslabones. Cuando fueron a talar el árbol, Luisete temió por la mujer que se encontraba dentro, medio digerida pero seguramente consciente, y que debía de estar muy asustada por la terrible hoja de sierra que se estaba hundiendo en su carne cortándola por la mitad.

 

–Llegas tarde- dijo Crescencio.

-Cinco minutos.

-Cinco minutos son aquí una eternidad, ya lo sabes.

Era el ritual, su santo y seña. No tenía mucho que ver con la puntualidad (en realidad no había ninguna hora acordada) ni dependía del humor de Crescencio, que hoy parecía muy bueno. Luisete no había ido hasta que no se llevaron el árbol troceado, que ahora de algún modo se imaginaba colgado de un gancho en una carnicería formando riachuelos rojos en el suelo de baldosa.

Luisete esperó mientras examinaba el cierre de la guantera del coche y buscaba a Helena en el asiento de atrás, ávido de su mellada sonrisa.

-¿Has decidido ya lo que vas a hacer?- preguntó Crescencio después de poner en el asiento a su lado la bolsa de provisiones.

-Todavía no.

-Bueno, aún tienes tiempo, supongo. Piénsalo bien pero cuando lo decidas, hazlo y no te eches atrás. Mantén tu decisión. Mantenla contra todo y contra todos, incluso contra ti mismo. Entonces tendrás derecho a exigir que te llamen Luis, como tu padre.

-Mi padre es un pobre diablo.

-¿Quién lo ha dicho?

-Tú mismo.

-Bueno, no más preguntas-. Luisete no recordaba haber preguntado nada. -Toma, esto es para el ruso-, agregó entregándole un sobre. –Ahora vete, tengo que pensar.

Luisete vaciló.

-El ruso me da miedo.

-No te va a comer.

-No habla.

-Claro, es mudo, es un buen profesional. Tranquilo, no va a pasar nada. Juaco es un tipo insignificante, no me preocupa lo más mínimo. Se le asusta un poco y se acabó. El ruso hace otra clase de trabajos.

La admiración de Luisete por el ruso aumentó en unos cuantos puntos. Estuvo tentado de convertirlo en el cabecilla de los trogs. Por otra parte se sintió más tranquilo respecto a Juaco. No le gustaba que las personas que conocía empezaran a faltar. Aparte de tenerle cierta simpatía, Juaco era un referente, tan inevitable en la vecindad con su ropa de marca y su corte de peluquería, a pesar de que siempre estaba sin blanca, como el propio Crescencio, y los referentes estaban para quedarse que para eso eran referentes. Finalmente se preguntó hasta dónde llegaban los tentáculos de ese pulpo crispado que era Crescencio. ¿Llegaría a dominar desde su coche cerrado el gobierno en la sombra de la ciudad?

 

Luisete dio comienzo a un nuevo capítulo:

 

Russ yacía inconsciente entre los restos de su avioneta, un modelo de avión tan ligero como obsoleto. Después de contemplar un momento las extrañas facciones del extranjero, Ruth desmontó dejándose resbalar expertamente por el resbaladizo flanco de la bestia y fue hacia el hombre dispuesta a darle muerte en el acto. En ese momento una piedra chocó contra la cola partida del avión haciendo un ruido que el silencio del desierto amplificó. Ruth alcanzó a ver, desapareciendo tras un montículo de arena, la cabeza peluda del entrometido trog. El extranjero despertó y miró a su alrededor desde detrás de sus gafas de aviador. Sus ojos se posaron en Ruth, que estaba pensándose si pulverizarlo con el rayo láser o dejarle que hablara y matarlo después, y se encontraron después con los ojillos del trog, que sin poderlo evitar había abandonado su movedizo parapeto de arena y se había aproximado para ocultarse detrás de un ala de metal. Desde luego para el trog el extranjero era un ser absolutamente extraño caído del cielo en un aparato y en un traje estrafalarios. Estos recolectores de la chatarra del desierto estaban dispuestos a adorar cualquier cosa que viniera de arriba, pensó Ruth. Lo mismo que estaban dispuestos a aborrecer cualquier cosa que viniera de abajo, los ciegos y reptantes Creks, por ejemplo, las lombrices gigantes que infestaban las tripas del desierto. El extranjero habló entonces. Su voz les habló como una áspera brisa venida del confín del mundo. El trog avanzó y se postró en la arena. Ruth, dando al bárbaro la espalda, volvió a montar y se alejó. Tiempo después tendría ocasión de lamentar no haberlo matado a tiempo como a un perro.

El iguanodón enfiló hacia la ciudad. En el atónito azul la guardia pasó haciendo la ronda en sus monturas aladas, los soldados muy erguidos en sus vestidos de luz y cristal blindado. Los graznidos de estas lentas moles que surcaban el cielo siempre daban a Ruth la bienvenida.

 

Mientras escuchaba los chirridos de las cuerdas de tender en el patio, con eso que tenían de chillidos de aves del cretácico, Luisete concluyó su relato de esta manera:

 

Convertido en semidios rubio en un reino de cavernas, donde su barba lucía como pulsátil antorcha, Russ enseñó a los trogs canciones extrañas y refinadas formas de matar, ingenios inauditos y rudimentos de táctica de guerra. Ellos le entronaron en el desmesurado cráneo de una especie extinta, en cuyas negras cuencas aún se veía la noche del pleistoceno. Pasó el tiempo con la lentitud de un lagarto gigante. El mundo orbitó las estrellas gemelas una vez y dos. 1000 veces salió el sol y se puso friéndose en la arena como un huevo de dos yemas. Por fin un día una avanzadilla de trogs se introdujo en la ciudad y redujo a los aéreos centinelas ciñéndoles las alas al cuerpo con tiras de tripa de Crek. Bolas de mortero castigaron las traslúcidas fachadas, que cayeron con un derrumbe de naipes. Fieles a una larga tradición, los señores montaron grupas y volaron. Por primera vez en 10.000 años un extraño cruzó las puertas de cristal de la ciudad saludando desde la torreta de un vetusto carro de combate.

 

 

Fin (09-2012)

 

 

 

 

 

 

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Bote
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Pues qué quieres que te diga, Bestia. Me parece un relato espectacular. Sugerente, muy sugerente. No necesita explicar la situación para que aparezca clara en la mente mientras lees, aunque llegues a intuir la verdadera naturaleza de la misma filtrada a través de la imaginación del chaval. Muy bueno. Me encanta.

Otra cosa que me ha pasado... Hacía un par de años que no leía mi relato y he flipado con lo mal que está escrito. Las tildes, las frases forzadas... Es increíble lo mucho que he aprendido escribiendo en Ociozero. Ahora soy capaz de detectar ciertas cosas que antes, simplemente, no veía.

Voy a aprovechar para corregirlo.

Mírame a los ojos...

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Bestia insana
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Sonrisacreo que esta cara ya no me la quita nadie, por lo menos por lo menos hasta mañana (que ya sabemos cuánto suele durarnos la euforia). Me alegro mucho de que te guste, la verdad es que le tengo cariño a este relato.

En cuanto a lo que comentas de las faltas del tuyo, ya me di cuenta, eso pasa porque escribes muy rápido y relees más rápido todavía, frases forzadas no he visto, pero sí, aparte de las tildes, algún “porque” junto cuando debía ir separado y un “si no” separado cuando debía ir junto, que recuerde ahora. Conviene corregirlo, sí, para que la presentación sea tan impecable como el cuento mismo, que me ha encantado, como te imaginas, hay que ver el partido que le sacas a los pocos elementos con que contabas, me gusta el derrotero demencial que va tomando, esos diálogos entre los Benis sucesivos, todo eso que se te da tan bien y me chifla.

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Venga, yo os dejo un relatín por aquí. Creo que he escrito relatos mejores, pero con este quedé ganador del mes de agosto del 2012 del concurso de relatos que organiza la web Esta Noche Te Cuento. Fue la primera vez que quedé ganador en algo, después de quedar tropecientas veces finalista en tantos otros, así que le tengo un cariño muy especial.

A ver si esta noche tengo un momentejo y os leo.

 

Reencuentro

Los días que el anciano pescador pasaba en el asilo lo erosionaban como olas a una vieja roca. Sentado al lado del ventanal, escudriñaba durante horas enormes trozos de infinito mientras abrazaba con firmeza su cuaderno.

Cuando el viento le trajo al fin aquella melodía, un brillo apareció en sus ojos. Abrió el cuaderno, pintó de azul hasta el último centímetro del folio y se zambulló en él. Apareció al otro lado del mundo, robusto como Poseidón. Volvió a disfrutar de su barco, volvió a luchar con titánicos peces, volvió a naufragar, y volvió a creer enloquecer cuando ella lo rescató.

Era hermosa como el reflejo de la luna y su canto nacía del mismo Paraíso. Su mitad animal no impidió que se amaran con pasión y, pese a separarse obligados por la diferencia de sus mundos, prometieron reencontrarse allá donde no existe el tiempo. Cuando llegase el momento, ella le avisaría.

Fue tal la fuerza con la que se introdujo su voz en él, que los gritos de las enfermeras se perdieron en el vacío, incapaces de evitar que aquel viejo pescador abandonase la vida con una sonrisa en la boca y un cuaderno extrañamente húmedo entre los dedos.

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Bestia insana dijo:

Bote, me he dado cuenta de que el relato del Visiones que pensaba poner debe de tener aún los derechos comprometidos y eso; aunque por aquí no pase nadie, creo que no debo colgarlo, pero si quieres puedo enviarte un ejemplar del libro, con la condición de que no me pidas que te lo dedique, se me dan muy mal las dedicatorias y tengo letra de subnormal.

Madre mía, Bestia, que espesez dispersiva tan enorme padeceré, que no respondo a lo que se me dice. Perdona.

Vale, muy agradecido, de verdad. Eso sí, lo siento en alma, me lo vas a tener que dedicar.Demonio

Mírame a los ojos...

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Bestia insana dijo:

Sonrisacreo que esta cara ya no me la quita nadie, por lo menos por lo menos hasta mañana (que ya sabemos cuánto suele durarnos la euforia). Me alegro mucho de que te guste, la verdad es que le tengo cariño a este relato.

Lo que es excelente, es excelente. De otro modo solo estaría bien, pero no es el caso.

Mírame a los ojos...

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Bestia insana dijo:

En cuanto a lo que comentas de las faltas del tuyo, ya me di cuenta, eso pasa porque escribes muy rápido y relees más rápido todavía, frases forzadas no he visto, pero sí, aparte de las tildes, algún “porque” junto cuando debía ir separado y un “si no” separado cuando debía ir junto, que recuerde ahora. Conviene corregirlo, sí, para que la presentación sea tan impecable como el cuento mismo, que me ha encantado, como te imaginas, hay que ver el partido que le sacas a los pocos elementos con que contabas, me gusta el derrotero demencial que va tomando, esos diálogos entre los Benis sucesivos, todo eso que se te da tan bien y me chifla.

No, lo que ocurre es que hasta hace poco no distinguía entre un "sí" de afirmación de la conjunción "si". Máquina, por ejemplo, no te la señala el Word, la toma como maquina, de maquinar. Es eso, empecé a escribir relatos que eran publicados y estaban llenos de faltas. Al no volver a leerlos después de tanto tiempo ni siquiera soy consciente de lo mal que están. Ya dije que escribir en Oz me ha obligado a aprender ciertas cosas, y por eso he alucinado cuando he leído mi propio relato. Pero sí, pienso corregirlo este fin de semana y le voy a pedir al jefe del Sitio que lo vuelva a colgar.

De todas formas, gracias. Me alegra que te guste.

Mírame a los ojos...

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Bote
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Rapso dijo:

Venga, yo os dejo un relatín por aquí. Creo que he escrito relatos mejores, pero con este quedé ganador del mes de agosto del 2012 del concurso de relatos que organiza la web Esta Noche Te Cuento. Fue la primera vez que quedé ganador en algo, después de quedar tropecientas veces finalista en tantos otros, así que le tengo un cariño muy especial.

Ese Rapso. Risa

El tuyo es cortito, en cuanto termine de postear lo leo.

Mírame a los ojos...

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Venga, dejo un relatillo yo también.

 

La LLuvia

Las luces de colores daban vueltas a su alrededor, las sirenas desgarraban el silencio de la noche y las silenciosas miradas de la gente se amontonaban a su alrededor, pero el solo sentía la lluvia. Un espeso manto que lo cubría todo, que lo ocultaba todo. El agua comenzaba a formar pequeños charcos y riachuelos que reflejaban la luz de una luna que parecía temblar, asustada, como si quisiera huir y desaparecer tras una nube. Su brillo amarillento, casi enfermizo, arrancaba destellos carmesí de la enorme mancha negruzca que cubría el asfalto bajo la espesa melena rubia de Lucía. El forense estaba dando su visto bueno para el levantamiento del cadáver y un agente de policía se dirigía a él con una serie de preguntas a las que contestaba sistemáticamente con monosílabos y movimientos de cabeza. Ni siquiera le oía; el solo escuchaba la lluvia, solo sentía la lluvia, solo veía la lluvia. Ella había saltado, sin más. No había dicho nada, solo le había mirado con aquellos ojos tristes y enormes que siempre parecían pasar a través de ti y fijarse en un punto mucho más lejano, en una realidad diferente, siempre melancólicos. Pero aquella vez le miraban a él, solamente a él y un instante antes de dejarse caer parecieron, por primera vez, brillar alegres. Y después la lluvia. Horas más tarde se preguntaría porqué, cómo no se había dado cuenta, qué podría haber hecho y un sinfín de cosas más, pero en ese momento la lluvia lo era todo. Era su sonrisa, su fragancia, su calor. Era el mundo, la vida y la muerte.
 
Recordaba cómo se habían conocido: aquel lago oculto en mitad de las montañas, aquella tarde de otoño en la que el sauce lloraba lágrimas marrones sobre las oscuras aguas, aquel almendro en flor que aún sobrevivía a las primeras nieves del año. Recordaba cómo le había dedicado miradas furtivas y cómo ella se había acercado a él y sin decir una palabra le había besado. Recordaba la calidez de su piel desnuda a pesar del frío, el sabor afrutado de sus labios y el misterio de su voz, que parecía decirlo todo en un susurro. Aquel día también había llovido. Había pasado casi un año de aquello y sin embargo apenas sabía nada de ella, apenas la conocía. Siempre que le preguntaba algo ella le callaba con un beso, como si quisiera huir de su propia realidad. Sin embargo, todo había estado siempre ahí, esperando a que él lo viera. Y ahora la lluvia, aquella lluvia que retumbaba en sus oídos, que le abrasaba la piel y le ahogaba el aliento, aquella lluvia que ocultaba sus lágrimas…aquella lluvia era todo lo que le quedaba en el mundo.

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Se me ha borrado un post muy largo divertido y original que se resume en que muy bonito rapso y los otros no los he leído por ser muy largos. Enfado

Es probable emitió su esperma de una forma muy descuidada.

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Muy tierno tu relato, RapsoSonrisa. El tuyo lo leo luego, Fly. Bote, necesito una dirección de correo a la que mandarte el libro (con, mira que lo sabíaDemonio, una dedicatoria a lápiz, soy incapaz de tocar un libro con un bolígrafo). Fly y Rapso, dispongo de otros dos ejemplares, así que si queréis uno también, no tenéis más que pedírlo

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Por cierto, me la puedes (podéis) mandar al correo electrónico de la librería (no tengo otro), si no queréis difundir vuestro datos por aquí

ellibroquevuela@yahoo.es

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Fly, el cuento La Lluvia me suena, ¿es posible que lo haya leído en otro sitio? No es el tono al que nos tienes acostumbrado. ¿Esto es para ti escribir algo decente? Pues déjame que prefiera tus escritos indecentes Guiño. No es que esté mal, no lo está, pero es otra cosa, ¿tiene muchos años?

Bote, he leído el primer cuento que enviaste al sitio de ciencia ficción, de 2007 creo, y tu progresión en estos años ha sido impresionante.

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Bestia insana dijo:

Fly, el cuento La Lluvia me suena, ¿es posible que lo haya leído en otro sitio? No es el tono al que nos tienes acostumbrado. ¿Esto es para ti escribir algo decente? Pues déjame que prefiera tus escritos indecentes Guiño. No es que esté mal, no lo está, pero es otra cosa, ¿tiene muchos años?

Bote, he leído el primer cuento que enviaste al sitio de ciencia ficción, de 2007 creo, y tu progresión en estos años ha sido impresionante.

Claro, Bestia, porque La Lluvia no es de Fly, es de un servidor. Algo vamos a tener que hacer, ponernos un avatar o algo que no nos confundáis. 

Y el texto debe tener...7-8 años. 

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Bestia insana dijo:

Bote, he leído el primer cuento que enviaste al sitio de ciencia ficción, de 2007 creo, y tu progresión en estos años ha sido impresionante.

Por cierto, Bote, que no pude evitar leer al final de tu relato un comentario de tu mujer que me enterneció. Ay, cómo somos, siempre necesitados de que nos animen. Al menos yo. Entretanto ya me ha dado tiempo a deprimirme. El presidente de la AECFFT nos había comentado que seguramente algunos relatos del Visiones 2012 iban a ser candidatos al Ignotus, y así ha sido, dos relatos, pero no el mío Llorar. Tonto de mí, me había hecho ilusiones. Leí por ahí que en su momento hablaban de La esperanza de Beni como firme candidata al Ignotus, en qué resultó eso. Por cierto que he enviado un relato al Sitio de Ciencia ficción, no me han contestado, el sitio sigue abierto ¿no?

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Coon dijo:

Bestia insana dijo:

Fly, el cuento La Lluvia me suena, ¿es posible que lo haya leído en otro sitio? No es el tono al que nos tienes acostumbrado. ¿Esto es para ti escribir algo decente? Pues déjame que prefiera tus escritos indecentes Guiño. No es que esté mal, no lo está, pero es otra cosa, ¿tiene muchos años?

Bote, he leído el primer cuento que enviaste al sitio de ciencia ficción, de 2007 creo, y tu progresión en estos años ha sido impresionante.

Claro, Bestia, porque La Lluvia no es de Fly, es de un servidor. Algo vamos a tener que hacer, ponernos un avatar o algo que no nos confundáis. 

Y el texto debe tener...7-8 años. 

OooohDios, pero qué he hecho. Lo siento, Coon

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Bestia insana dijo:

Coon dijo:

Bestia insana dijo:

Fly, el cuento La Lluvia me suena, ¿es posible que lo haya leído en otro sitio? No es el tono al que nos tienes acostumbrado. ¿Esto es para ti escribir algo decente? Pues déjame que prefiera tus escritos indecentes Guiño. No es que esté mal, no lo está, pero es otra cosa, ¿tiene muchos años?

Bote, he leído el primer cuento que enviaste al sitio de ciencia ficción, de 2007 creo, y tu progresión en estos años ha sido impresionante.

Claro, Bestia, porque La Lluvia no es de Fly, es de un servidor. Algo vamos a tener que hacer, ponernos un avatar o algo que no nos confundáis. 

Y el texto debe tener...7-8 años. 

OooohDios, pero qué he hecho. Lo siento, Coon

Morirás entre terribles sufrimientos!!!!

O no, igual solo nos reímos un rato XD

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Hoy no me escapo. Perdonad que tarde tanto en contestar, estos días son así.

Rapso, tu relato... cómo decirlo... es muy tuyo. Por supuesto, me ha encantado. Tienes una forma de describir las situaciones fantásticas que, sinceramente, envidio. A mí no me salen cosas tan bonitas. Si ese relato fuera mío, inventado y escrito por mí, sería más aséptico, menos bello. Tampoco es un tema del que yo escribiría, al menos libremente. Por iniciativa propia, quiero decir. Lo mío es más la ciencia ficción, pero eso no quita para que aprecie una historia tierna entre un pescador y una sirena del modo en que tú lo haces.

Muy bueno.

 

Mírame a los ojos...

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Bestia insana dijo:

Muy tierno tu relato, RapsoSonrisa. El tuyo lo leo luego, Fly. Bote, necesito una dirección de correo a la que mandarte el libro (con, mira que lo sabíaDemonio, una dedicatoria a lápiz, soy incapaz de tocar un libro con un bolígrafo). Fly y Rapso, dispongo de otros dos ejemplares, así que si queréis uno también, no tenéis más que pedírlo

Vale, a lápiz. La dirección te la mando, por supuesto.

Mírame a los ojos...

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Bestia insana dijo:

Bote, he leído el primer cuento que enviaste al sitio de ciencia ficción, de 2007 creo, y tu progresión en estos años ha sido impresionante.

Gracias, Bestia. Ya te dije que he tenido que aprender a base de escribir en Oz, más que nada para no colgar engendros y pasar vergüenza.

Ese cuento, Por fin estaba en Marte, es una verdadera castástrofe literaria. Si no me lo hubieran publicado, posiblemente, no habría seguido escribiendo.

Mírame a los ojos...

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Estoy por aquí pero no tengo el ambiente propicio para leer en el taller (también incluyo las demás secciones, incluida el reto) y menos para escribir. Espero que para la siguiente semana al menos pueda hacer lo primero.

Es probable emitió su esperma de una forma muy descuidada.

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Bestia insana dijo:

Bestia insana dijo:

Bote, he leído el primer cuento que enviaste al sitio de ciencia ficción, de 2007 creo, y tu progresión en estos años ha sido impresionante.

Por cierto, Bote, que no pude evitar leer al final de tu relato un comentario de tu mujer que me enterneció. Ay, cómo somos, siempre necesitados de que nos animen. Al menos yo. Entretanto ya me ha dado tiempo a deprimirme. El presidente de la AECFFT nos había comentado que seguramente algunos relatos del Visiones 2012 iban a ser candidatos al Ignotus, y así ha sido, dos relatos, pero no el mío Llorar. Tonto de mí, me había hecho ilusiones. Leí por ahí que en su momento hablaban de La esperanza de Beni como firme candidata al Ignotus, en qué resultó eso. Por cierto que he enviado un relato al Sitio de Ciencia ficción, no me han contestado, el sitio sigue abierto ¿no?

Risa

Sí, esos comentarios fueron producto de nuestros comienzos como pareja. Nos compenetramos bien. Ella hace teatro, yo escribo, y nos ayudamos mutuamente criticándonos con ternura. Ya lo has visto. Sonrisa

Lo de que la Esperanza de Beni fue firme candidato a los Ignotus... No creo, me hubiera enterado. Lo que pasa es que en el Sitio se colocan los relatos de cada año para que sean visibles y puedan ser leídos con un texto que explica que son, en principio, válidos para ser candidatos a los premios. Lo que habrás visto es una entrevista que le hizo Teresa Dopalvage a Francisco Suñer, jefe del Sitio, en la que se nombra al relato como posible candidato, pero en realidad no era así. Qué más quisiera. Angus

Si no te ha contestado todavía, lo hará. No te preocupes que el Sitio sigue activo.

Mírame a los ojos...

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Coon, con tu relato me pongo mañana y te lo comento. Guiño

Y con lo demás, reto de Fly y tal, mañana también. Ya sabéis, fin de semana, relax, cabeza algo más despejada y eso.

Mírame a los ojos...

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jane eyre
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Estos son los nominados de este año a los Ignotus Guiño

http://www.aefcft.com/nominados-ignotus-2014/

 

Por cierto, hay representación ozerense, que está por ahí Melkor XDD

 

 

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Rapso
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Bote dijo:

Hoy no me escapo. Perdonad que tarde tanto en contestar, estos días son así.

Rapso, tu relato... cómo decirlo... es muy tuyo. Por supuesto, me ha encantado. Tienes una forma de describir las situaciones fantásticas que, sinceramente, envidio. A mí no me salen cosas tan bonitas. Si ese relato fuera mío, inventado y escrito por mí, sería más aséptico, menos bello. Tampoco es un tema del que yo escribiría, al menos libremente. Por iniciativa propia, quiero decir. Lo mío es más la ciencia ficción, pero eso no quita para que aprecie una historia tierna entre un pescador y una sirena del modo en que tú lo haces.

Muy bueno.

 

Me paso para darte mil gracias por este comentario, Bote y darte mil Batchy jeje.

Cuando pueda parar a respirar, prometo leer todo lo colgado Triste

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Coon, tu cuento refleja un momento dramático en el que la tristeza y la melancolía son el principal acicate. Consigues que importe poco el motivo de la muerte de ella y que te centres en ese momento, esos pensamientos de él que son barridos... Sí, lo voy a decir: "Como lágrimas en la lluvia"

Está muy bien.

Mírame a los ojos...

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Catástrofe literaria, engendro, vergüenza, venga, Bote, no exageres, que no estaba mal y ya se reconocía al Bote que tanto nos gusta. Bueno, como parece que soy el que tiene más tiempo, voy a seguir yo con el primer texto que me publicaron, un relato muy muy corto, no os asustéis; entonces me pareció muy bueno, cuando lo leí, tiempo después, bastante menos, y ahora ya no me atrevo releerlo. El caso es que a Ricardo Acevedo le gustó y lo publicó en la revista digital MiNatura, nominada por cierto a los Ignotus como mejor revista (ya se ha llevado el premio alguna vez). Lo digo por si alguien se anima. El tema del número en cuestión era Ángeles y demonios

 

Incordio

El demonio fue a la entrada y le dio al ángel que hacía guardia cuatro bofetadas, le tiró del pelo al tiempo que chillaba obscenidades en su oído, le arrancó el vestido para después mofarse de sus atributos, metió el pulgar en un ojo sin pupila, restregó la pezuña en los bien formados pies, y le dio la espalda sólo para, inclinándose, mostrarle la cara burlona entre las abiertas patas, mientras sacudía en el aire un dedo sucio de excremento. Pero ni con todo eso consiguió llamar la atención del centinela, que apenas si hizo un leve gesto como para alejar a una mosca.

Cansado, el demonio se sentó sobre una piedra.

-Esperemos pues. Puedo esperar. Llegará el día en que bajes la guardia. Dentro de un año, dos, dentro de un siglo, diez. Una distracción, un pequeño descuido, y pasaré, ¡cabrón!

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Bote
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Bestia insana dijo:

Catástrofe literaria, engendro, vergüenza, venga, Bote, no exageres, que no estaba mal y ya se reconocía al Bote que tanto nos gusta. Bueno, como parece que soy el que tiene más tiempo, voy a seguir yo con el primer texto que me publicaron, un relato muy muy corto, no os asustéis; entonces me pareció muy bueno, cuando lo leí, tiempo después, bastante menos, y ahora ya no me atrevo releerlo. El caso es que a Ricardo Acevedo le gustó y lo publicó en la revista digital MiNatura, nominada por cierto a los Ignotus como mejor revista (ya se ha llevado el premio alguna vez). Lo digo por si alguien se anima. El tema del número en cuestión era Ángeles y demonios

Vale, no exageraré, pero reconocerás que al menos las faltas ortográficas son delictivas... No, lo que pasa es que cuando lo escribí no era consciente de las faltas, y ahora lo soy. Y me pasa con cada relato que escribo cuando lo leo mucho después, como te ocurre a ti con este que cuelgas ahora, que ni siquiera te atreves a releerlo. Supongo que es normal.

El relato: Divertido, muy descriptivo. Consigues que las imágenes aparezcan claras según lo vas leyendo. Sí, se nota que es un cuento primerizo, pero no por ello deja de estar bastante bien. Joer, de hecho te lo publicaron.

Hablando de Minatura, me ha parecido ver por ahí a Rapso y a Antartica.

Mírame a los ojos...

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