El chico de la mochila
«Su frapuccino y su cambio, gracias», susurra coqueta. Él se sienta en la única mesa libre. Tras hurgar en su bolsillo, la mira y suspira entrecerrando los ojos. Ella, con una sonrisa trascendente, piensa convencida: «este será el hombre de mi vida». Entonces, todo explota.
Infierno
Saliendo de la ciudad hube de encontrarme con Homero, quien me invitaba a seguirle por la senda que lleva al infierno, para así poder encontrarme nuevamente con mi amada.
— Ya estuve allí —le dije—, y allí, ella no estaba.
Sr. Robinson saber muy bien con aderezo de conejo.