Ayer aprendí una lección valiosa en kendo aplicable a todos los aspectos de la vida: cuidado con dónde pones las manos.
En un alarde de coordinación bélica, detuve el shinai de mi adversario -que obviamente era el tío más grande del dojo, un morlaco como de dos metros- con los dedos de mi mano derecha. Hoy se están metamorfoseando en morcillas, a juzgar por la textura, la consistencia, la forma y el relleno pulposo. Bien.
fotos o gtfo
yo me voy a la mieeeeeeerda, y tu donde vaaaas, culiiiiito seeexy
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