Claro. La cuestión no es que no haya que usar etiquetas, que al fin y al cabo son una maniobra principalmente comercial y para facilitar al lector que encuentre lo que busca, sino ponerlas bien.
La verdad es que si, en esa mesa, había una del publico que no le gusta pasar miedo ni sustos (que hace muy bien, cada uno que lea o no lea lo que le dé la gana) y los escritores reunidos le contestaron que sus libros no dan miedo ni sustos, desde luego, la etiqueta de "terror", en ese caso, sobraba.
Pues llegamos a un sinsentido, a un contrasentido o a una paradoja. Patapalo dice que el terror "es uno de nuestros impulsos básicos" (si se me permite la corrección yo diría que es una de nuestras emociones básicas), y Almus reconoce que "a la gente siempre le atrae el terror". Pero también estamos de acuerdo en que son legión quienes no quieren sustos, sobresaltos, pasar miedo, congoja, aflicción, angustia… La dichosa etiqueta.
Supongo que el quid está en lo que busca el lector: ¿terror lúdico o terror real? Y aquí cada uno tiene sus grados. Lo que para uno es una historia sin más, para otro puede ser traumatizante, ¿no?
Yo sé que mi mujer no podría leerse "Rojo alma, negro sombra", y habrá muchos que no la encuentren tan terrorífica.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.