Los robos de Rutland Place
Reseña de la quinta novela de Anne Perry protagonizada por el inspector Pitt
Si en la anterior entrega de las aventuras del inspector Pitt, El callejón de los resucitados, veíamos a Anne Perry cómoda y atrevida en el escenario creado en las anteriores novelas, en Los robos de Rutland Place la sensación es más bien la contraria: da la impresión de que la autora se encuentra encorsetada por su propio mundo, por los personajes que ha creado y por las expectativas que el público debía de tener por la serie.
La trama es relativamente sencilla y funciona con una premisa clara y atractiva: ocurre una muerte sospechosa con un trasfondo de posibles chantajes. El gancho, y también el punto algo delicado en la historia, es que la suegra del inspector Pitt es una de las posibles chantajeadas y, por lo tanto, de las posibles sospechosas. Esta obligación de implicar a la familia de los protagonistas para que se dé una explicación de su presencia en la trama fuerza hasta cierto punto los engranajes y resta naturalidad al conjunto.
Como salta a la vista, por otro lado, la historia es una revisitación de la hipocresía de la sociedad victoriana de clase alta y de los escenarios asfixiantes y elegantes de la misma, que ya era el leit motiv de la primera novela. Hay un elenco variado de personajes en el punto de mira de las investigaciones, lo que abre las posibilidades al lector de ir cribando sus propios sospechosos, pero estos funcionan más para dar colorido al escenario que como cadena transmisora de la trama.
En cierta manera, este es el punto más flojo de Los robos de Rutland Place: la falta de indicios para inclinar nuestras sospechas hacia una u otra dirección nos impide anticipar qué ha podido pasar en realidad y nos relega al papel de simples espectadores de la historia. No es tampoco una posición desagradable: como en las otras entregas de la serie, Anne Perry plasma bien los escenarios y construye de un modo correcto las atmósferas, con momentos más humorísticos y otros más sombríos, con lo que la función de transportarnos a otra época funciona. Es más bien el apartado policíaco el que queda algo desdibujado.
Además, hay una cierta sensación de déjà vu: sin grandes vueltas de tuerca, con un planteamiento más bien clásico y ya explotado y un crimen que no aporta nada nuevo a los títulos precedentes, Los robos de Rutland Place se antoja una novela más de la serie; si no de relleno, sí una mera ocasión para seguir afianzando el escenario.
Como puntos positivos, tiene ciertos guiños a la novela gótica (sobre la que se apoyó la novela de misterio victoriana) que le dan un sabor especial al desenlace. En ese sentido sí está más conseguida. Y, en cualquier caso, como digo, se lee con gusto y sin demasiados esfuerzos.
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