Fabián gustaba de pasar sus días de reposo invernales en su cabaña; alejándose lo mas posible de la civilización.
Un día al levantarse, noto con impresión que la emblanquecida nieve le había robado la libertad.
Dando un recorrido circular vio una posibilidad: una ventana medianamente cubierta.
Después de un rasguño y los brazos entumecidos; dio unos cuantos pasos revisando el entorno: por instinto, sintió frente a el unos ojos vigilantes.
—Un lobo albino acechaba a su presa, aspirando el tibio olor de la sangre.
Fabián no podía dejar de ver esos ojos apuntalándose en su frenesí.
Por inercia corrió, reflejando en su rostro angustia, desesperación y ausencia de lucidez.
Al mismo tiempo, miraba hacia atrás insistentemente, tropezando seguidas veces.
Sin tener el total control de su cuerpo, regreso a su cabaña, encuartelándose.
De momento; escucho como las ventanas cimbraban con los rasguños del decidido animal, provocando un chillido escalofriante, llevándolo al límite del nerviosismo.
—el miedo martirizaba los confines de su conciencia, petrificando el sentido común.
Por fin el silencio resguardo el lugar; pero el interminable frió se extendía, inexplicablemente nada lo calentaba.
Dentro de las cavernas de la razón, un profundo sueño de ignorancia martirizaba los confines de su conciencia: proyectando el miedo que invadía su cuerpo, junto la petrificación de los huesos por el elido frió.
—Inválido y débil control, con el lúgubre escenario interno.
Antes de desfallecer, escucho unos chasquidos, ignorándolos; pues veía acercándose su salvación.
Unos guardabosques inspeccionando el territorio vieron señales de vida, apresurándose a desbloquear la entrada.
Pasmados de la impresión, resolvieron con cautela a detonar un disparo; pues el lobo había alcanzado su objetivo.
Fabián despertó sabiéndose devorado, lanzando un grito aterrador en el ocaso de su vida, mientras el lobo albino escapaba satisfecho por su proeza.
—Alarido tan lastimero nadie nunca escucho, intimidando hasta el mas integro. Malévola su realidad; ni muerto ni vivo, seguía en su espacio agonizante.
El ángel de la muerte hizo su aparición, sentenciando sus malas acciones.
Fabián aun inconsciente de lo que sucedía, dijo: aléjate de este errante hostigado por las lúgubres secuelas de hoscas prácticas.
Negada la petición: el maniaco gemía con amargo sollozo, dejándose caer; clamando a aquel fantasma.
Perece junto con tu pestilente carne, ahogate en la inmundicia que pregonaste —retumbo la voz de la muerte.
Al instante, Fabián estaba inmerso en sus parcas resoluciones, sintiendo el ardor de la calcinación.
Conciente de su realidad, Fabián expreso: este dolor de agonía; la falla sistemática de órganos que se niegan a funcionar por la firme convicción de dejar de existir, ¡Ya no aguanto…!
>>La sangre no circula… ya que la maquina que lo impulsa, ha dejado de escuchar razones amargas. La mente vagabundea en senderos oscuros de vanas esperanzas y caídas ilusiones; sepultadas en recuerdos sin sentido.
>>El alma se aloja temerosa en la brecha del inconsciente, para evitar desquebrajarse y convertirse en nada.
>>Extenuante silueta: baja tú guadaña y deja de flagelarme, lo que alguna vez salio de mis labios, he de cumplirlo para salir de mi vejación.
—Sea así… —fueron las ultimas palabras del ángel de la muerte.
Le dio el tiempo para la confesión; antes de mandarlo al purgatorio.
suerte a todos.
espero les guste mi relato.
gracias..
su amigo: santinoulio.