Rampo, la mirada perversa
Reseña de la antología de Edogawa Rampo publicada por Satori Ediciones
Edogawa Rampo es, posiblemente, el autor (de cuantos he leído) que mejor ha seguido la estela de Edgar Allan Poe, un escritor a partir de cuyo nombre formó su pseudónimo en toda una declaración de intenciones. No aprovechó su legado haciendo pastiches, evidentemente, sino explorando en su propio entorno, con sus propias convenciones y sus propios resortes esa manera de hacer terror tan particular del escritor de Boston. No en vano, se le considera el creador de la moderna literatura detectives y criminal japonesa, así como el máximo representante del ero-guro.
En Rampo, la mirada perversa la colección Satori Ficción nos presenta una selección muy coherente de seis relatos que nos permite conocer el trabajo de este interesante autor. No sé hasta qué punto es fidedigna la traducción, pero sí que la edición es una delicia: muy cuidada, muy bien presentada y enmarcada, y con material adicional muy interesante por el que cabe felicitar a Daniel Aguilar.
Todos los relatos incluidos en el libro basculan decididamente hacia el horror más aún que hacia el misterio o el terror. Ambientados en el Japón contemporáneo al autor, lo que es ya interesante de por sí, parten de situaciones realistas en las que un elemento distorsionador hace descarrilar la aparente quietud del mundo. Algunas optan por un elemento sobrenatural o inexplicable, pero otras no necesitan siquiera recurrir a él para conmocionar al lector. En ellas encontramos claros homenajes a la tensión creciente y sostenida de obras como El corazón delator, a la minuciosidad de Poe en la creación de los escenarios y los detalles de la trama que le valieron fama como autor de historias detectivescas, pero también un gran interés por lo estético, lo macabro y lo escalofriante.
En Rampo, la mirada perversa el factor erótico y/o sexual es todavía más marcado y es uno de los ejes predilectos del autor para escandalizar y sacudir al lector. Incluso después del tiempo transcurrido (son relatos de los años '20 del siglo XX) la frescura y el impacto de estas historias se mantiene vigente. Todas comparten un privilegiado sentido del ritmo y una gran precisión en el retrato de los personajes. Este se revela un elemento clave en la narrativa de Edogawa Rampo: para que sus tramas funcionen es necesario que sus protagonistas sean palpables. En cierta medida, hablamos de un horror psicológico, no tanto ligado a las acciones sino a las psiques que se ven implicada en él o que, directamente, lo provocan.
La apuesta es arriesgada. En cierta medida, resulta menos lúdico que otras aproximaciones al terror, un factor que se compensa por lo exótico de los escenarios y la habilidad del autor para crear lienzos narrativos llenos de viveza y detalles memorables. No es tampoco un terror amable: la crudeza del ser humano está encerrado en él y eso es lo más escalofriante.
Rampo, la mirada perversa es un muestrario de primer orden que deja bien claro por qué Edogawa Rampo es un auténtico maestro del terror. Sin duda, fue una osadía situarse bajo la sombra alargada de Edgar Allan Poe. Una osadía, no obstante, que no eclipsa su trabajo una vez lo conocemos: no solo demostró haber comprendido las técnicas y la enorme potencia de la narrativa de su predecesor, sino que supo darle una forma propia que nos abre nuevos horizontes a los lectores.
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