Un hasta siempre a Santiago Eximeno
Hace unos días, Santiago Eximeno anunciaba que cuelga los guantes. No es una pausa, sino un STOP con todas las letras y en mayúsculas. No llega a todo —esa maldición irresoluble de la gente creativa— y ha sonado su hora de reorganizarse la vida. En efecto, el tiempo no se puede estirar como un chicle.
La noticia me ha pillado en uno de mis periodos a contrapié. Desde que nació mi quinto hijo no llego. Literalmente, no llego. Estoy metido en demasiados fregados y hay cosas que no puedo posponer. Cosas como una mudanza a 600 kilómetros de donde vivo ahora, cambios de expediente, bronquitis asmáticas, exigencias administrativas o incluso tendinitis que, literalmente, te alejan del teclado. Varios miles de emails (literalmente) me aguardan mientras escribo estas líneas. Por eso, al leer la nota, me han asaltado dos sentimientos dispares. Por un lado, comprensión. Una profunda comprensión. Yo no me estoy planteando ningún STOP. No lo concibo, siquiera, de momento. Pero lo entiendo a la perfección. La idea de desaparecer un tiempo me tienta, aunque fuera solo un paréntesis hasta que recupere, por ejemplo, el tiempo que paso entre pañales.
Por otro lado, me asalta una terrible melancolía. No es que crea que vaya a dejar un hueco. Bien al contrario, si algo deja Santi tras él son miles de cosas con las que llenar huecos: lecturas formidables, juegos entretenidos, reflexiones que merecen mucho la pena, un gran ejemplo como dinamizador cultural y como aventurero de la narrativa en todas sus vertientes... Eso por no mencionar que, francamente, no creo que exista realmente un STOP para alguien como él. Una pausa, un cambio de ritmo, una reorganización, sí; un STOP permanente y definitivo, no. Me resulta inconcebible.
Para mí, Santiago Eximeno es un referente insoslayable, una de las personas que más me ha estimulado en mis facetas creativas y mis proyectos. Se cruzó en mi camino en el momento adecuado, en ese instante en el que, como escritor, necesitas que alguien ajeno a tu círculo y con el bagaje suficiente —a tus ojos— te dé un empujón. Fue con El mural de la Dama Gato tras su rechazo en la antología Paura.
Su participación en El desván de los cuervos solitarios no podría haberme dejado mejor sabor de boca, y no fue la excepción: Santi siempre ha estado dispuesto a embarcarse en proyectos sin importarle la experiencia o el renombre de quien los montaba, todo un ejemplo de auténtico amor por el arte. Con sus historias del Cruciforme, ilustradas genialmente por Pedro Belushi, me inicié en los microrrelatos. Con Qliphoth pillé el vicio de las revistas temáticas, algo que me ha llevado a embarcarme en mis proyectos más ambiciosos y, seguramente, ha constituido la semilla tras cosas como Calabazas en el Trastero y Saco de huesos. Flipé con su faceta de diseñador de juegos al probar cosas como Necrófago, con sus iniciativas más peregrinas, desde las postales de Alicia a Doce meses, doce juegos. Su modo de entender la edición, a través de Ediciones Efímeras o Palabra del Cruciforme, me han hecho reflexionar sobre lo que significa publicar desde todos los lados del espejo. Incluso el Domingo Santos, la mayor alegría literaria que me llevé el año pasado, se lo debo a él en buena parte. Si no hubiera sido porque aún se acordaba de mi faceta de escritor, es posible que La oscura majestad de la Dama Cuervo aún siguiera cogiendo polvo en mi disco duro. La lista es interminable: la primera novela en crowdfunding en España, su presencia leyendo micros en la entrega de los Premios Nosferatu, su participación en podcast de género, su papel en los primeros pasos de Nocte, sus talleres de literatura, sus mesas redondas en Hispacones y jornadas de literatura... y tantas cosas que seguro me dejo en el tintero.
Es normal que esté agotado, desbordado, que su tiempo se haya convertido en un maëlstrom indomable. Lo entiendo y por eso respeto su decisión. Solo espero que le deje tiempo a que nos tomemos unas cervezas cuando coincidamos por Madrid. Entre tanto, este STOP merecido lo llenaré con muchas de las cosas que nos ha dejado y de las que están floreciendo ya por su estímulo.
Ante una decisión como la que ha tomado, sí hay palabras. Unas muy sencillas: gracias, Santi. Por todo.
Jo.
www.eximeno.com