Igual debería haberlo entrecomillado, pero dado que el término se ha popularizado, dejémoslo así.
Dejemos también de lado el debate general —ya he explicado en más de una ocasión mi posición al respecto: el escritor es un trabajador más y hay que respetar sus derechos como tal— e intentemos centrarnos en el hecho concreto: ayer supe, por el propio autor, José Ignacio Becerril Polo, que uno de los títulos que hemos publicado en Saco de huesos, en concreto El monstruo en mí, está disponible para descarga gratuita en algunas webs que, como habréis imaginado, ni nos han pedido permiso ni nos han notificado el particular.
Como Nachob me decía en el correo, los sentimientos son encontrados.
Por un lado, uno se siente orgulloso de que alguien considere el trabajo realizado algo digno de ser difundido. En este sentido, con un premio Cultura Hache y un par de menciones de finalista en los Nocte y los Ignotus, está claro que la obra tenía papeletas para suscitar tal atención.
Por otro lado, también te sientes vulnerable. En este tinglado que hemos montado para descubrir y acercar talentos dedicados al fosco en castellano, de momento los editores no hemos cobrado nada y los autores poco —lo poco que les correspondía por las limitadas ventas—. Así que si bien parece que estamos cumpliendo en lo de dar una plataforma digna, surge la cuestión de por cuánto tiempo podremos mantenerla a este ritmo. Es una cuestión inevitable cuando ves la cantidad de sellos que han ido cerrando a tu alrededor a pesar de haber empezado con la misma ilusión y, por lo general, con más medios.
Luego intentas analizar la cuestión con la cabeza fría. Miras los precios del catálogo general —la mitad de nuestros libros cuestan menos de 10 euros en papel y de la otra mitad, la mayoría 12 o 14 euros— y su correspondencia con los precios digitales —algunos títulos a menos de 2 euros, los Calabazas en el Trastero a ese precio, a 3 o 4 euros los libros “en solitario”, como el de Nachob— y no ves por dónde podrías ajustar más.
Entonces te viene a la cabeza la frase aquella de los de Wikipedia, que saben que no todo el mundo que la utiliza puede hacer donaciones, y eso es algo que está bien, y te dices que con tus lectores pasa un poco lo mismo: no todos tienen pasta para invertirla en esto, y no pasa nada. Por eso no hemos puesto DRM en nuestros títulos y está muy bien que unos lectores se los pasen a otros. Es más, a todo aquel que nos ha pedido un libro en digital para reseñarlo en su blog, se lo hemos facilitado sin preguntarle si le lee solo su madre o mil aficionados. Está bien —o a nosotros nos lo parece— esta especie de quid pro quo: yo invierto mi tiempo y trabajo en analizar lo que habéis hecho con el vuestro. Incluso el propio Nachob organizó una campaña en la que enviaba ejemplares en papel a cambio de que el lector le diera sus impresiones. Podéis creeros que esa comunicación con el lector ha pasado por encima de cualquier consideración económica, por su parte al menos, desde que arrancó la edición de El monstruo en mí.
También es verdad que hay muchos lectores que tampoco tienen la capacidad de analizar libros y, como dirían los de Wikipedia —supongo—, eso también está bien. No pasa nada.
Algo sí me mosquea que la web que pone a descarga nuestros libros, y que supongo que tendrá su publicidad y tal, ni siquiera nos notifique el hecho —no es que seamos un sello desaparecido hace lustros—, pero me digo que es normal, aunque sea en el sentido de “habitual”, y que hacen su difusión a su manera. Ok. Yo, desde luego, no les voy a contactar. La última vez que hice algo parecido —fue para preguntar por un artículo mío sobre el Cruzada Estelar que habían copiado tal cual en otra web, sin citar fuente ni nada—, me empezó a llegar spam indiscriminadamente como toda respuesta.
En fin, como decía al principio de la entrada, solo pretendía plasmar mis sensaciones ahora que lo estamos viviendo en primera persona. Son contradictorias. Sin embargo, entre todas ellas encuentro algunos puntos claros como el agua:
El primero, que hay que felicitar a Nachob por su capacidad de llegar a los lectores. Es un honor tener un escritor así en nuestro catálogo y una persona así como amigo.
El segundo, que hay que alegrarse de que la gente tenga ganas de leer. Y, como sello, de que tengan ganas de leer lo que publicas, y de hacérselo llegar a más gente.
Y por último, que hay que estar muy agradecido a los que han decidido apostar por nuestro sello también con su dinero. Si bien no me veo capaz de juzgar a los que acceden a nuestros libros gratuitamente —sea porque los tenemos así disponibles en la web, como Condenados, sea porque se los prestan, sea porque los descargan en una web “pirata”, sea por lo que sea—, ni le veo siquiera la utilidad o la lógica a hacerlo, no que me gustaría que, como por desgracia ocurre algunas veces, nos olvidáramos de aquellos que hacen un extra para que esto siga funcionando.
Sé que para algunos de ellos es un pequeño sacrificio, y para todos ellos es al menos un esfuerzo, y no cae en saco roto. Esos eternos olvidados en estas discusiones sobre el “pirateo” deberían ser los protagonistas. Son los mecenas anónimos. Son los que permiten que a principio de año tengamos algo que liquidar a los autores —que aunque sea poco, les hace sentirse apreciados como creadores, a juzgar por sus comentarios— y también fondos para sacar el siguiente título y mantener en marcha esta particular máquina de sueños.
Sobre lo bueno o malo que sea que nuestros libros circulen por ahí, es difícil pronunciarse de un modo categórico mientras sigamos en el mundo real. Aquí, las cosas tienden a tener pros y contras, y ya veremos cuáles pesan más a largo plazo.
Encontré hace unos días un artículo interesante sobre el tema, te lo dejo por si te interesa
http://virutas.wordpress.com/2012/12/09/desmontando-el-argumentario-pira...
Mi blog: http://escritoenagua.blogspot.com/
Perséfone, novela online por entregas: http://universoca