CPP: Centrar el foco
En esta entrada de Consejos para protoescritores vamos a centrarnos en el foco de la narración
Confieso que no soy muy amigo de dar consejos concretos sobre escritura. Creo firmemente que existen demasiadas soluciones y demasiadas excepciones como para que este tipo de artículos sean algo más que una mera excusa para reflexionar sobre las propias elecciones. No obstante, después de la última racha de rechazos que hemos tenido en el comité de lectura de Saco de huesos (los últimos veinte manuscritos evaluados han sido descartados), me parece interesante complementar este blog con algunas entradas de este tipo.
Hoy, en concreto, vamos a hablar del foco.
A diferencia de otros problemas que saltan a la vista de un modo objetivo, como son las deficiencias gramaticales o las faltas ortográficas, los problemas de foco son menos evidentes, sobre todo para el propio autor. ¿En qué consisten? Básicamente, en que el discurso narrativo no está bien centrado. Los síntomas, lo que pone en evidencia esta falla, es el carácter errático de la narración y una sensación de que el autor no sabe muy bien qué te está contando o, más precisamente, no sabe muy bien cómo contarte lo que te está contando.
Resulta evidente que no es algo que se pueda cuantificar. Sin entrar en casos extremos, como podría ser por ejemplo una narración en primera persona desde la óptica de un perturbado o de alguien con problemas de memoria, está claro que un autor puede optar por fijar la atención de sus lectores en elementos muy dispares. De hecho, en ocasiones es casi indispensable, como en ciertas novelas de misterio, que basan sus mecanismos en llamar la atención sobre detalles que, al mismo tiempo, han de pasar desapercibidos, como en un truco de prestidigitación.
Esto, que puede parecer muy abstracto, es el quid de muchas obras de narrativa. La pregunta que hay que hacerse es ¿qué quiero transmitir? Y luego buscar las herramientas adecuadas. Planificar una novela, o un relato, o incluso un micro, es mucho más que hacer una relación de las escenas que vas a contar. Hay que encontrar un tono, un ritmo, una atmósfera, etc.
Para ello, a mi parecer, hay tres pilares que hay que tener en cuenta:
Síntesis: Hay que saber muy bien qué cuentas y qué no. Hay que establecer un equilibrio entre la elipsis y lo expuesto. Muchos narradores inexpertos ponen de manifiesto esta falta de rodaje precisamente porque no saben ir de A a B sin especificar el camino. El viaje de un personaje desde la cocina hasta el garaje se puede convertir en una epopeya infumable si se detalla sin motivo dónde están los interruptores de la luz, cuántos cuadros hay en el pasillo o si las baldosas son de linóleo o de cerámica. En esto hay una regla de oro: todo lo que se cuenta en una historia ha de tener valor: o crea atmósfera o hace avanzar la historia. Si puedes eliminar ese fragmento sin perjuicio de estas dos cosas, elimínalo. La calidad de las novelas no se mide en número de páginas. Ni siquiera el trabajo que encierran estas: a ojos de un "experto", una novela con paja está claramente menos trabajada que una en la que prima el grano.
Jerarquía: No todas las cosas que se cuentan tienen el mismo valor. Una obra ha de reflejar claramente qué es lo importante y qué lo transitorio. No se debería usar la misma prosa para todo. Da una sensación de monotonía abrumadora. Y esto vale tanto para micro como para macro: dentro de una frase los signos de puntuación marcan la importancia y la lógica del discurso e, igualmente, dentro de una novela entera hay pasajes que tienen más peso que otros. Es importante que el autor sepa hacia dónde quiere dirigir la atención del lector y que fije las relaciones jerárquicas en consonancia.
Encuadre: La narrativa no consiste en contar cosas como quien las cuenta en un bar. La narrativa tiene sus mecanismos para suscitar sensaciones que sustituyen a los gestos, el tono de voz, la cercanía, etc. Hay que saber qué persona usar, qué tiempo verbal, qué extensión para las frases, etc. Hay que evitar ser expositivo. Ojo, incluso para hacer una narración de tono objetivo hay que recurrir a herramientas del lenguaje: la literatura no es la lista de la compra. De hecho, una lista de la compra en una novela no es igual a una lista de la compra real. Por eso es literatura.
Una buena parte de los manuscritos que nos han llegado a Saco de huesos y hemos rechazado tenían problemas de foco. Hay narradores que, de un modo visceral, saben cómo contar las cosas. Otros no. Estos últimos necesitan plantearse el foco de sus obras. A los primeros les puede resultar igualmente conveniente, pues suele ser un mundo lleno de caminos por explorar.
Haced la prueba. Pensad en una obra que os haya encantado y paraos a analizar cómo ha manejado sus recursos para que la narración estuviera bien enfocada, para que os llevara a donde os quería llevar. Hay ejemplos magníficos. Yo descubrí uno inolvidable cuando hice la traducción de El corazón delator, de Edgar Allan Poe.
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Qué interesante, es como un sumario de por qué rechazasteis mi novela en Saco de Huesos. Muy útil, la verdad.