La décima invasión sajona
El primer gran conflicto bélico del Príncipe Valiente, una vieja historia para Camelot
Justo en el momento en el que Harold R. Foster apunta que Val se encuentra listo para ayudar a su padre a recuperar el trono de Thule, una invasión sajona asoma el hocico en las marismas donde se encuentran los exiliados. Es una maniobra narrativa que cumple con acierto una doble función: la primera, dejar claro que el universo no se haya supeditado al protagonista, por muy héroe que este sea —algo que tantos hórridos deux ex machina provoca en otros creadores—; la segunda, brindar un terreno de pruebas para el todavía escudero de Gawain, quien si bien se las había visto con un buen número de intrépidos vikingos, nunca había estado en una guerra propiamente dicha.
Tampoco cae el autor en la tentación de presentar este conflicto como la guerra definitiva: se trata “solo” de un conflicto bélico más de los muchos con los que ha lidiado Camelot. Nada menos que la décima es esta invasión sajona. La gran diferencia es que Val va a poder formar parte del consejo del rey Arturo por un suceso azaroso, algo tan sencillo como que los sajones han elegido las marismas donde este se ha criado para organizar su desembarco. Nadie mejor que él conoce el terreno a donde pueden llevar la batalla.
De un plumazo, se justifica de un modo por completo racional y mundano que el adolescente se codee con los grandes en la elaboración de la estrategia para defender Britania. Podemos verlo como pez en el agua entre Merlín, Sir Lancelot, Sir Tristán, Sir Ulfius, Sir Brastias, Sir Bedivere, Sir Kay, Sir Gawain, Sir Mordred, Sir Héctor... Foster aprovecha la ocasión para mostrarnos todo el encanto de la Tabla Redonda y a un Val digno de su sangre real.
Al mismo tiempo, el muchacho no los acompañará al campo de batalla, sino que se quedará con los hostigadores durante la confrontación con las fuerzas de Horsa, nada menos que 20.000 sajones en pie de guerra. Es quizás por ello que, aun épico, el conflicto resulta breve, y su nombramiento como caballero algo intempestivo si tenemos en cuenta que era un evento que anhelábamos desde hacía varias entregas.
Quizás no quedaba espacio para mantener en el limbo a Val: ya había mostrado en algo más de dos años de colección su valía y acumulado más experiencia y méritos que muchos caballeros ya ordenados. Como el propio rey había dejado caer en el torneo, sus espuelas estaban garantizadas. Así, además, Foster podía desviar la trama hacia uno de los cabos sueltos que coleaba desde el arranque de la colección: la recuperación del reino de Thule.
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